La pobreza tiene género
Comparto con ustedes la entrevista publicada en el portal Notas del 28 de noviembre.
El 25 de noviembre es un día de lucha en la agenda feminista de toda Latinoamérica. En ese marco, Código de Radio* entrevistó a Diana Maffía, doctora en Filosofía por la UBA y Directora del Observatorio de Género del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires.
La violencia de género, señala Maffía, es una cuestión política aunque se exprese en la violencia interpersonal, porque se da en el marco de relaciones de poder. Al ser consultada por las características de la violencia hacia las mujeres, explicó que “es una violencia que intimida, minoriza, amenaza a las mujeres y condiciona su participación en la vía pública”. “De hecho los femicidios tienen que ver con el marco de desigualdad en el que se dan y muchas veces quedan impunes”, agregó.
Con respecto a las particularidades que la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres tiene este año destacó que, por los espantosos femicidios que ocurrieron a lo largo del país -como en Mar del Plata el reciente caso de Lucía Perez– y por el fuerte activismo de las marchas por “Ni Una Menos”, existe un gran y creciente alcance en la opinión pública.
“Tenemos un movimiento de mujeres muy impresionante, se ve en las movilizaciones y en la persistencia de los Encuentros Nacionales de Mujeres, a pesar de las represiones policiales que tuvieron lugar por ejemplo en el encuentro de Mar del Plata. Son experiencias absolutamente conmovedoras, ver que una ciudad es segura cuando las mujeres están en la calle”, dijo Maffía. “Precisamente los lugares que son peligrosos para las mujeres son los refugios para otros, que son los lugares privados. Los lugares donde se ejerce la violencia son las casas y por lo general en horarios que las oficinas de asistencia no trabajan, como los fines de semana, las noches y los feriados”, expresó.
La filósofa feminista reflexionó acerca del recrudecimiento de la violencia que sigue a estas grandes movilizaciones que, según ella, podría interpretarse como una manifestación de temor, de sensación de amenaza por parte de los hombres violentos ante el avance y empoderamiento de las mujeres. Este tipo de reacción, advirtió, resulta “muy penosa, porque nadie que participe en el feminismo quiere sojuzgar a los varones, sino que queremos que no haya reglas patriarcales en las relaciones de poder”. En ese sentido, remarcó la importancia de la comunicación y la cultura, que deben ser buenas trasmisoras de los objetivos del movimiento feministas para que no “nos maten como moscas”.
Para la Directora del Observatorio de Género del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, el feminismo tiene que reaccionar contra las formas de explotación del capitalismo, que establece roles muy rígidos para las mujeres. Estos tienen que ver con la acumulación del capital e incluyen exigencias como el trabajo doméstico y la reproducción biológica, en detrimento de espacios de encuentro que permitan fortalecernos y armar estrategias colectivas femeninas. Agregó que el nivel de explotación se exacerba todavía más en las duras condiciones económicas que atraviesa nuestro país en este momento, ya que, en pocas y precisas palabras, “la pobreza tiene género”.
Para Diana, el feminismo es un movimiento político, una postura ante la vida. Para ser feminista no interesa el sexo que nos fue asignado al momento de nacer, “no interesan las hormonas”, sino el compromiso en la práctica cotidiana, no sólo en lo discursivo. Para ella, el feminismo en la actualidad tiene que replantearse sus prioridades: la “grieta política” de la que se habla también lo afectó y “las fidelidades partidarias son muy perjudiciales, porque las posturas partidarias tienen que ver con reglas muy misóginas, los partidos siguen siendo misóginos”.
Como ejemplo, destacó la poca conciencia con la que se debate la paridad de género. Maffía apoya fuertemente esa ley y reconoce que desde que las mujeres se sientan en las bancas, se empezaron a legislar normas que afectan directamente los cuerpos de las mujeres y por lo tanto su posibilidad de ciudadanía. Citó como ejemplos las leyes de trata, salud sexual y reproductiva, lactancia materna, violencia, parto humanizado, entre otras. Así, estas mujeres legisladoras constituyeron una masa muy crítica que, a pesar de su diversidad política partidaria, tenían en mente la percepción de ciertas urgencias, ciertas necesidades con respecto a los derechos de las mujeres y pusieron de manifiesto que los cuerpos de las mujeres son parte de un territorio en disputa.
Refutó los argumentos que dicen que a las bancas hay que llegar por capacidad y no por el sexo, en tanto el cupo no se contraría con la capacidad de las mujeres que ocuparían los cargos. De la misma manera, frente a los argumentos que expresan que disponer un cupo femenino obliga a disponer otros para grupos minoritarios como discapacidad y pueblos originarios, afirmó que esas posturas no reconocen que los hombres que se encuentran en el poder no representan a ninguna de estas minorías y que es deber tanto de los hombres como de las mujeres representarlas.
“No se trata de mujeres contra otras minorías, se trata de que no sean solamente los sujetos hegemónicos de la sociedad los que impongan sus intereses y sus puntos de vista. Estas medidas de cupos siempre se piensan como temporales, hasta tanto haya una convicción de los partidos políticos del valor de tener mujeres tanto como hombres dentro de sus listas”, concluyó Maffía.
Julia Rigueiro