la defensa de la vida debe ser positiva e incluir políticas de educación sexual
Ayer participé de la primera audiencia para despenalizar el aborto, organizada por la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados de la Nación, con el objetivo de aportar opiniones expertas para el tratamiento de proyectos de ley sobre la cuestión.
Es un hecho sin precedentes que el Congreso de la Nación inicie formalmente la discusión de este tema ya que, en los últimos años, varias iniciativas perdieron estado parlamentario sin que ni siquiera se discutieran en comisiones. Esta vez, la audiencia es el inicio de una serie de reuniones previas para el tratamiento de los proyectos y en esta oportunidad, la expositora invitada fue Marianne Mollman, de Human Right Watch,
Mollman señaló que “la clandestinidad no evita la realización de abortos, sino que la hace una práctica peligrosa”. Esta afirmación explicita que las posturas en defensa de la vida no se logran mediante la prohibición del aborto que, además, se lleva la vida de las mujeres. La defensa de la vida debe ser positiva e incluir políticas de educación sexual, acceso a la anticoncepción, igualdad de oportunidades y acciones contra la violencia de género. Un Estado ausente en el sostenimiento de estos pilares conduce a embarazos no deseados que pueden terminar en abortos.
Otra de las intervenciones de Mollman señaló que “ninguna mujer se embaraza para abortar”. Por ello, hay que derrotar los prejuicios en torno a los motivos por los que las mujeres abortan y revelar las verdaderas razones por las que la corporación medica se opone al aborto. Fuera de los alegatos por cuestiones morales o religiosas, hay un hecho contundente: los recursos económicos que generan los abortos clandestinos. Según datos recientes, el Estado Nacional cuenta con un presupuesto anual de 35 millones de pesos para políticas públicas en salud reproductiva, mientras que el aborto ilegal mueve 4 millones de pesos por día, de acuerdo a los cálculos realizados por organizaciones de la sociedad civil.
Y es que acá se trata de salvar vidas de inmediato, y claro que la clandistinidad no desaparece el aborto, como no lo hace la prohibición, si no que lo convierte en muertes, muertes de mujeres bajo la sombra política y religiosa, y el crecimiento de una impunidad que como una enredadera se nos ha metido por todas partes de la casa y ya no nos deja respirar.
Desgraciadamente, prohibir el aborto es un delito, es un atentado contra esas mujeres y hombres que van a recurrir a «médicos» clandestinos, y que dejarán la vida de la mujer allí, mientras los instruídos conservan el apoyo de la iglesia hacia futuros comicios.
Perdón, quería decir «clandestinidad», y ojalá que su líder no vote neutral de nuevo en lo que respecta a la nación.