Argentina. “Los sectores antiderechos mantienen a la maternidad del lado de la naturaleza y no de la cultura”
Por La Retaguardia
“La legalización del aborto es un reclamo constante desde el feminismo y el movimiento de mujeres. Pensemos que los Encuentros Nacionales de Mujeres, que se hacen desde 1986 una vez por año, todos los años reclaman la legalización y la despenalización del aborto. Todos los años en la marcha. Desde hace ya unos diez años, con los pañuelos verdes, que fue una iniciativa de Católicas por el Derecho a Decidir cuando fue el Encuentro en Rosario (en 2003). Los llevaron como signo del reclamo y eso fue tomado luego por todo el movimiento de mujeres y hoy día incluso internacionalmente. El pañuelo verde de la Campaña por el derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito es un emblema de derechos humanos, sexuales y reproductivos. Creo que es una constante”, definió Maffía. “Lo que sí es deslumbrante es cómo de golpe florece ese reclamo y se transforma en una movilización social muchísimo más amplia. El debate legislativo es oportuno, necesario y es el lugar donde debe darse porque es el de la pluralidad política. En la Justicia o el Ejecutivo hay que tomar medidas en relación al aborto pero esas medidas no son frutos de la pluralidad de las opciones electorales que tiene la población. Pero se está debatiendo en todas partes. Donde vayas: en las universidades, en los negocios, en los café, en la calle. En todas partes. Se está discutiendo socialmente en las casas. Las familias, generaciones enteras, chicas que descubren que sus abuelas ya luchaban por el derecho al aborto. Ocurren cierto tipo de cosas que generan una genealogía, una historia de este reclamo, muy valiosa. Atraviesa todas las clases sociales, han querido demostrar que este era un reclamo de clase media y llevar personas en una utilización siniestra”, denunció sobre los argumentos contra la legalización. “Personas de una villa para que reclamen por el derecho a la vida, cuando en realidad hay muchas maneras de reclamarlo, no hay que renunciar por supuesto a ese reclamo. Es un reclamo vital y no es este el país en el que ese derecho ha sido vulnerado sistemáticamente en nombre del derecho a la propiedad, así que claro que es un derecho importante”, consideró.
“El tema son los conflictos de derechos: qué vidas cuentan y hay un movimiento antiderechos que pasea un feto sin útero. Cuando hablamos de aborto estamos hablando de un feto que no tiene sobrevida fuera del útero, si no es una inducción al parto”, puntualizó. “Nos referimos al primer trimestre, es lo que se pide dentro de la ley, y se pasea un feto con un cordón umbilical que no lleva a ninguna parte, desenchufado, sin útero. Es decir, las mujeres no somos registradas como sujetos de derechos. La idea de una vida es la idea de algo que progresa solo, sin que nosotras seamos responsables de esa vida, tengamos alguna incidencia en la continuidad o no de ese embarazo o nuestras vidas se vean o no afectadas por él. Creo que hay mucha verdad en el ambiente, para quien quiera leer el mensaje de lo que está ocurriendo es muy significativo”.
Maternidad y deseo
“Los sectores antiderechos mantienen a la maternidad del lado de la naturaleza y no de la cultura. Hay que pensarlo como un debate que atraviesa a una enorme diversidad de mujeres. Los antiderechos son casi todos varones de la UCA y la Universidad Austral; es decir, dos usinas masculinizadas de imposición sobre el resto de la sociedad de sus condiciones dogmáticas. También las feministas hacemos patriarcados sustentables cuando nos conformamos con una cierta comodidad, un estándar mínimo que no cambia radicalmente las cosas”, advirtió.
Mariela tenía 17 años cuando seis varones la drogaron en una fiesta y abusaron de ella. Mariela ahora tiene 24 y sigue igual de angustiada por lo que pasó. Hay noches en las que no puede dormir porque se acuerda de todo. Hay ratos en el día en los que se nubla y tiene que frenar lo que está haciendo para poder resolverlo en su cabeza y seguir. No llora, no expresa su dolor, simplemente existe en esa oscuridad.
«¿Y por qué no denunció antes?». En su momento Mariela quiso contárselo a sus amigas pero tuvo mala suerte, ellas no le creyeron, entonces recurrió a su terapeuta y también le contó. Mala suerte otra vez: le echó la culpa: «No deberías haber tomado esa cerveza», le dijo. Después de esos intentos, Mariela decidió no hablar nunca más del tema. Eligió resolverlo así, negándolo. Estuvo seis años callada, pasándola mal, frisando su vida social, teniendo ataques de tristeza y de angustia aleatorios, intentando rearmar su vida y su sexualidad. Mariela anduvo perdida hasta que se dio cuenta de algo: la culpa no era de ella.
Yo la conocí porque me contactó hace algunos meses y cuando me contó su historia me di cuenta de que lo que le había pasado no había sido por «mala suerte», sino que hay una sociedad que aún hoy, ante todo, culpabiliza a las víctimas. Pero, ¿por qué? ¿Qué gira en el aire que a las cuatro personas que le consultó Mariela, las cuatro la hicieron responsable de una violación grupal?
La violencia de la excusa
Cuando propuse la nota charlamos con la editora porque, la realidad, es que es un tema muy ABC. El feminismo repite (a veces no tan) incansablemente que esta sociedad le enseña a las chicas a cuidarse pero no a los hombres a no violentarnos, pero aún así el discurso de la pollerita corta está presente en cada situación de acoso o abuso, ya sea en forma de terapeuta irresponsable y peligrosa, como título en un diario o como comentario debajo de una nota.
Para entender por qué continúa vigente ese mito de las mujeres culpables de los tipos violentos, no hay mejor persona que la filósofa y feminista Diana Maffia, a la cual consulté por este tema para que intentemos explicar de manera desenredada y clara por qué pensar cómo iba vestida en una situación de abuso, es violencia.
«El estereotipo de la sexualidad masculina es que es irrefrenable, que no es selectiva. Por eso los varones se verán compelidos a no dejar pasar ninguna oportunidad y serán burlados por los demás varones si lo hacen», sostiene Diana. Es que es cierto, a los hombres se los cría bajo esa premisa, ellos no «pueden» (ni deben) controlarse, la mujer, misteriosa y engatusadora, los hechiza y ellos caen en la tentación de nuestra red de seducción. Aunque no los estemos seduciendo. Aunque no siquiera sepamos que existen.
«Las mujeres son divididas entre las que son de un varón (en sentido patrimonial de propiedad, ´su´ mujer) y las que pertenecen al colectivo de todos los varones (los cuerpos apropiables, a cambio de dinero o por la fuerza, cualquier varón puede hacer con esa mujer lo que quiera). Para que eso no ocurra, la mujer debe dar un claro signo de ´recato´, de no disponibilidad, en la vestimenta, en los lugares que frecuenta, en los horarios, etc», dice Maffia.
Por otro lado, la abogada feminista Cinthia Amedei sostiene que antes era más fácil no creerle a la mujer, «es que siempre fuimos caracterizadas como seres irracionales, naturalmente seductoras e indecisas, incapaces de tomar una decisión. Todas características que le fueron atribuidas arbitrariamente. En los abusos sufridos se juega el ideal de la mujer pública y privada y los estereotipos que rondan a la mujer en lo particular; si estás en una fiesta vestida provocativa, sos pública, vos te lo buscaste, que hacías tan tarde y sola (no importa si eran 20 amigas, estás sola si no te acompaña un hombre)».
¿Cuánto debe medir el escote? ¿Cuál es la ropa apropiada para salir a la calle siendo mujer? ¿Existe una moral patriarcal para estos conflictos? Para el periodista y activista Lucas Fauno Gutiérrez, sí. «No se agrede porque hay una pollera. Se abusa y acosa porque hay un agresor que se siente contenido por un sistema machista que lo cubre. Responsabilizar a la víctima es lo que resguarda esa ´moral´ que construye el patriarcado y protege a los agresores».
Los dueños de la vía pública
«¿Se acuerdan cuando éramos chicas que si venía un pibe a sacarnos a bailar en vez de decirle que no queríamos le decíamos que teníamos novio para que no insista porque ya de chiquitas sabíamos que iban a respetar más a un varón inexistente que a nuestro propio deseo?», dice un tuit de Clara, una amiga. Dicha pregunta escaló a niveles altísimos y ya tiene más de 40 mil me gusta. ¿Por qué será? Y sí, por empatía. Porque todas hicimos eso, todas fingimos «tener dueño» para que nos dejen en paz porque nuestra negativa no le era suficiente a ningún hombre.
«Si la mujer se arriesga en un ámbito público, si usa una vestimenta considerada ´provocativa´ (porque rompe la regla del recato obligatorio), si está en un espacio de diversión sin ningún varón que sea su ´dueño´, si habla con un varón que no es su propietario, todos estos signos serán leídos como disponibilidad para la depredación», responde Diana y agrega: «Los varones no deben trabajar en controlar su sexualidad, como tampoco controlan la reproducción. Somos las mujeres las responsables de ambas cosas, o seremos criminalizadas».
De 1999 hasta hoy pasaron sólo 19 años. Hasta ese momento, la figura de violación en el código penal sólo valía si se trataba de una «mujer honesta». O sea, si era prostituta no podía ser violada porque su voluntad e integridad no importaba.
«Ahí se ve claramente la dicotomía entre mujer pública y privada, la mujer que merece respeto y a la que no, la mujer como objeto sexual y reproductivo. Se crea una disociación entre ambas facetas, que lo único que conlleva es el cuestionamiento a la mujer pero nunca al hombre que, por ejemplo, consume prostitución. Ellos sí gozan de una doble moral que las mujeres no, porque el sistema las puso en una posición de inferioridad donde no pueden decidir pero si ser objeto de decisión», sostiene Amedei.
Si bien estas posturas suenan y parecen vetustas, mientras escribía la nota que leen, un famoso diseñador de moda tiró al aire «cuiden a sus hijas, después si caminan a las tres de la mañana solas por la calle y vuelven todas violadas no se quejen». Frase que marca de manera clara cómo los hombres son aún dueños de la vía pública. Es el lugar en donde demuestran y perpetúan su poder.
Estos discursos perversos de culpar a quien fue abusada tienen, además, un lado muy oscuro y funcional a este sistema y se ocupan muy bien de que las víctimas no acusen ni denuncien por miedo a ser señaladas. Gutiérrez sostiene que «esa moral machista les sirve mucho porque lo que hace es que ni siquiera puedas enunciar lo sucedido porque tenés la cabeza tan quemada por esta moral impuesta y naturalizada que te impide poder hacerlo».
Un estudio hecho por el Instituto de Género y Promoción de la Igualdad por encargo de la Defensoría del Pueblo de Córdoba asegura que más del 50 por ciento de 400 hombres mayores de edad, considera que la manera de vestir de las mujeres es uno de los factores que motiva el acoso que sufrimos a diario en la vía pública.
Por otro lado, pero sumando al mismo argumento, el especialista en género y médico psiquiatra Enrique Stola, sostiene que «los hombres han organizado el espacio público. Siempre dictaron el cómo y el cuando las mujeres debían transitar. La lucha de las feministas obligó a cambios, con gran mejoría para todas y esperables reacomodamientos en el ejercicio de la dominación para ellos. En el imaginario social todavía subsisten los modos en que las mujeres deben circular y muchísimos varones, diariamente y a través de los medios de comunicación, tratan de recordárselos, sosteniendo así la misoginia y la dominación masculina tras la máscara del cuidado de los cuerpos femeninos».
Así como asegura Gutierrez, Stola refuerza la idea de «moral patriarcal» y propiedad: «Ellos suponen que toda mujer acompañada por un hombre ´tiene macho´ y debe ser respetada pues ya es propiedad privada. En cambio, la que va sola o en grupo de mujeres ´seguro está buscando levantar macho´ y es pasible de ser apropiada, sobre todo si evalúan que es una mujer libre y que no cumple con las pautas morales que ellos imponen en su estrecha mirada. Cuando una mujer es violada por un hombre o grupo de ellos, rápidamente se analiza la vida de ella, su participación en redes sociales y el cumplimiento de las normas que los machos ´buenos´ sostienen como efectivas para evitar la agresión de los machos ´malos´».
El «no» es universal
En 2009 Naciones Unidas organizó una campaña internacional protagonizada por Nicole Kidman y dio la vuelta al mundo. Casi diez años después el «no es no» vuelve a estar presente en las masivas marchas y en las redes sociales, aunque con una forma más contundente y otro significado. La campaña de Nicole nos contaba que «no» lo podemos decir en cualquier idioma, que no importa en qué país estés o seas, una violación es una violación. Hoy, el concepto cambió. Hoy el «no es no» también habla de estar en la cama con alguien y cambiar de idea, de no querer chapar con alguien en el boliche y que no te molesten, ni bailar, ni hablar, poder decirlo y que sea respetado.
El «no es no» habla de imponer nuestro derecho a decidir, a asegurarnos a nosotras y al mundo que nuestro cuerpo es, así como suena, nuestro. Que el propio deseo es, así como se lee: propio, y que nadie puede arrebatarnos dicha autonomía, vistamos como nos vistamos.
Si bien el foco en la víctima ya es un argumento fácil de rebatir, aún queda mucho por hacer. Desde este tipo de notas en medios masivos hasta muestras de arte dedicadas al tema. «What Were You Wearing?» («¿Qué llevabas puesto?») es una exposición que se realizó en la Universidad de Kansas y pretendió concienciar por qué es incorrecto que una mujer tenga más o menos posibilidades de ser violada según la ropa que lleve puesta. La exposición estaba compuesta por 18 historias reales de 18 mujeres que habían sido abusadas.
«Gracias al feminismo, se ha logrado deconstruir ciertas posturas e ideales que afectan a la sociedad. Cada vez más somos las mujeres que no callamos, que nos imponemos y que luchamos contra la violencia en todas sus formas, cuestionando la naturalización de la violencia sexista existente y concientizando a la sociedad», indica esperanzada Cintia Amadei.
«El cumplimiento de la Educación Sexual Integral es uno de los instrumentos para producir cambios. Las niñas y niños tendrían mayor conciencia acerca de sus cuerpos y de lo que es una conducta respetuosa en una sociedad democrática. Enseñar que los hombres no somos los dueños de los cuerpos de mujeres y colectivo LGTBIQ es una decisión política que hasta el momento casi ningún gobierno en el mundo decidió concretar», agrega Stola que también le sugiere a los hombres estudiar sobre género y feminismo para no cometer más errores, tanto en este tipo de discursos como en esperar que las mujeres, les «enseñen» sobre cómo deben comportarse.
Me acuerdo que cuando tenía 15 o 16 años, me encontré muchísimas veces en situaciones en las cuales no quería estar pero por haber dicho que sí al principio me la tenía que bancar. De no poder irme de la casa de un chico si ya había entrado, de no poder decirle que no quería tener relaciones sexuales si ya le había dado un beso. Durante la última y multitudinaria marcha del 8M, vi a cientos de adolescentes que en en su cuerpo tenían escrita la frase «No es no». Menos mal. Hoy esas chicas la tienen más clara. Hoy esas chicas son más libres.
Línea 137 de Atención a las víctimas de violencia familiar y sexual atiende las 24 horas los 365 días del año en CABA.
Comparto con ustedes la entrevista completa publicada por el diario El Popular (Olavarría).
19.03 | Columnistas ENTREVISTA. La filósofa Diana Maffia plantea que «la crueldad tiene otras manifestaciones que la violencia visible»
«El género de las personas va a dejar de figurar en los documentos de identidad»
Los géneros y su insignificancia. Las luchas feministas a través de los tiempos. Una mirada amplia y profunda de la doctora en filosofía Diana Maffia. En diálogo con EL POPULAR habló del aprovechamiento de los oportunismos políticos, de cara a la igualdad.
Por Claudia Rafael – crafael@elpopular.com.ar
Diana Maffia es doctora en Filosofía, directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, y tiene décadas de luchas feministas tatuadas en la piel. Habla de aprovechar los oportunismos políticos y, de cara al futuro, de la insignificancia que tendrán los géneros en la documentación y en las cuestiones identitarias. Analiza este tiempo como «de transición» y asegura que le resulta deslumbrante.
-Como etapa histórica ¿es posible hacer una lectura del impacto que el movimiento feminista actual puede tener a futuro?
-El feminismo, después de décadas de haber tenido menos sensibilidad, recuperó la capacidad de unir los reclamos de género con otro tipo de reclamos. Como los vinculados a las cuestiones de clase, de etnia, de medioambiente. Es decir, pensar de manera más compleja la diversidad de las mujeres. El feminismo de nuestro siglo tiene el impacto de muchos movimientos sociales. El feminismo del siglo XIX tenía un mayor compromiso con el movimiento obrero de su época y más allá de decir «nosotras queremos estar en este mundo público» se trataba de criticar a este mundo público que era hostil para todas las mujeres pero también para muchos varones.
-Cuando mencionabas el entrecruce con otro tipo de luchas, siempre hay debates pendientes como el modo de entrecruzar las cuestiones de género y las de clase. Y analizar cómo se vivió todo esto al interior de los movimientos de izquierda de los años 70…
-Creo que hay más conciencia. Porque mujeres que fueron activistas dentro de los movimientos de izquierda -e incluso dentro de los movimientos armados- que han sido encarceladas, que han estado en situaciones de tortura, pudieron elaborar sus experiencias dentro de esas agrupaciones donde había también manifestaciones sexistas, misóginas y de desigualdad. Pero creo que, además, es muy interesante evaluar las condiciones de violencia sexual dentro de las situaciones de encierro y tortura. Comprenderlo como algo distinto de aquello que se había considerado en general bajo la descripción de tortura. Pensemos que cuando fue el juicio a las juntas en los 80, a las mujeres no se les permitía hacer públicas las situaciones de violencia sexual, de violación y de otras formas de violencia y abuso sexual que quizás hasta ni eran visibles.
-Es decir, la feminidad puertas adentro de un centro clandestino comportaba otros aditamentos…
-Claro. Todo lo que significaba la feminidad en esa situación de encierro y bajo tutelas de los torturadores. Más la cuestión de que muchas veces la violación era el modo de disciplinamiento a los varones. Era apelar al sentido de propiedad de un varón sobre el cuerpo de una mujer diciéndole «mirá lo que hacemos con tu mujer». Y que ese varón reaccionara con ese mismo sentido de propiedad. Es decir, que también ahí se jugaban aspectos del patriarcado. Que tuvieron que ser deconstruidos de una manera cuidadosa. Porque cualquier palabra de crítica abonaba el prejuicio y la violencia simbólica y social de los gobiernos autoritarios sobre lo que eran esas agrupaciones.
-Con una fidelidad que protegía los silencios y sabemos bien el impacto y el sentido de los silencios…
-Exactamente. Entonces, cuando pensamos en el aprendizaje que significó poder hacer esas evaluaciones, procesar esas experiencias, pensarlas como algo colectivo y no meramente individual, implica un proceso de reconstrucción de la memoria. Recién desde los juicios por la verdad comienza a verse la violencia sexual como un delito específico. Mientras que lo que se decía antes era: «esto es parte de la vida privada, no les vamos a exponer su intimidad en un juicio por lo tanto, de eso no se habla». Tuvieron que pasar 30 años para que de eso se hablara. Y fijate que la pena por violación y por abuso sexual es mayor que la pena por torturas. Sin embargo, se la subordinaba a la condición de tortura que era una condición común a varones y mujeres, a presos y presas para silenciar la especificidad de determinadas experiencias que atravesaron las mujeres por su condición de mujeres. Hubo varones violados también pero el tipo de violencia específica dirigida a las mujeres era utilizada para debilitar a los compañeros, para debilitar a los varones. Ahí hay un proceso que muestra que en la evolución en el análisis de las condiciones de género se ha resignado muchísimo. Es muy interesante ver investigaciones sobre feministas en los 70 y el conflicto que tenían al interior de las organizaciones, que muchas veces eran misóginas, y no eran receptivas a cuestiones de género y a las demandas feministas. Hubo muchas mujeres que abandonaron las organizaciones para poder destinar tiempo a la militancia feminista.
-¿Creés que en algunos casos eran incompatibles…?
-No sólo entonces. Te diría que jóvenes militantes que empezaron a participar con la crisis del 2001 y entraron a la política con esa experiencia de politización social defensiva frente a la crisis, también impugnaron esos movimientos diciendo «yo no voy a estar más, allí donde los líderes creen que tienen privilegios sobre los cuerpos de las chicas feministas». Todavía existen ese tipo de prerrogativas difíciles de desarmar.
-¿De qué maneras calificarías al movimiento feminista según las épocas?
-Podemos pensar como parte importante del movimiento a las sufragistas, que reclamaban los derechos políticos para las mujeres a fines del siglo XIX y principios del XX. Y esto, mucho antes del voto. Mujeres que, en muchos casos, impugnaron que el voto se consiguiera en condiciones de oportunismo político. Como ahora se está impugnando que el aborto sea discutido en esas condiciones. Pero todas las igualdades que fuimos consiguiendo fueron en contexto de oportunismo político. La cuestión es estar allí, con algo preparado en el momento, para después transformarlo en herramienta para cambiar la vida de las mujeres. Porque el voto, el cupo, la paridad, el aborto, el matrimonio igualitario… todos fueron en el medio de oportunismos políticos. Creo que otra parte importante tiene que ver con la condición de trabajadoras. Otro movimiento tuvo que ver con acceder a los niveles superiores de estudio. Pero hay una cuestión clave que tiene que ver con la visibilización de la palabra que se transforma en pública. Que fue algo construido.
-¿Cómo fluyeron esas improntas en tiempos de dictadura?
-La resistencia en la dictadura también fue importante y no pasaba sólo por la resistencia política partidaria. O incluso en las organizaciones armadas estaba el debate sobre pertenecer o no. Que tuvo para las mujeres -que, además, cargaban con los hijos y con la reproducción- el conflicto entre tener que estar escondiéndose, escapando y a la vez cuidándose. Ese aspecto tomaba a las mujeres en una vulnerabilidad muchísimo mayor y fue discutido. Y ya después de la dictadura fue usar al congreso como plataforma para obtener derechos. Creo que, en parte, las cuestiones que tienen que ver con el aborto, los derechos sexuales y reproductivos, la anticoncepción, las políticas sexuales, han atravesado estas décadas y se ha logrado a cuentagotas incidir en los programas estatales. Pero además, fue comenzar a repensar la feminidad en presencia de cuerpos que no están alineados con sus identidades, con sus prácticas sexuales, con sus expresiones de género. Esta deconstrucción fue muy fuerte a partir de los años 90 y el feminismo participó intensamente en esa discusión. Y luego creo ya más recientemente está la doble participación de las mujeres en otros movimientos emancipatorios pero con la exigencia de reconocerse antipatriarcales, de reconocer las relaciones de poder basadas en el género como parte de las relaciones de poder con las que los movimientos se tienen que comprometer.
-¿Es un salto cualitativo de estos tiempos el tema del cuerpo como territorio no apropiable?
-Creo que el cuerpo siempre fue una preocupación para las mujeres porque es el lugar donde radican las diferencias. El cuerpo que menstrua, el cuerpo que gesta, el cuerpo que pare, el cuerpo al que le pasan cosas que a los varones no. En las sociedades conservadoras se nos pretende atar a una condición de naturalidad. Es un cuerpo no politizado porque gesta y procrea naturalmente. Entonces nos ata a funciones que son, no ya desde lo biológico, reproductivas sociales, reproductivas de la fuerza de trabajo, a través de las tareas domésticas. Los cuerpos han sido resignificados, sobre todo en términos de identidad. Los cuerpos se piensan de otra manera.
-¿Qué creés que va a significar de aquí a 100 ó 200 años esta época? Sin intentar futurología…
-No, no se trata de futurología. Vos pensá que yo soy de mediados del siglo pasado. Vengo trayendo utopías viejas. Tengo 64. Mi tiempo futuro es mucho menor que mi tiempo pasado. Me resulta difícil pensarlo. Porque cuando comparto espacios con feministas jóvenes veo las diferencias de lenguaje. Del modo de poner el cuerpo en lo público. De la diferente performatividad de muchas protestas. Sus modos de asumir riesgos con el cuerpo. Hay muchas diferencias en el modo en que nos manifestamos. Creo que éste es un momento de muchísima transición y me deslumbra. Porque es una semilla que estuvimos regando, regando y regando y de golpe brota y sé positivamente que así como mi feminismo no brotó de la nada, este feminismo tampoco. Pero surge como algo que te deslumbra, que tiene su propia identidad, que tiene sus propias características.
-Y ¿hacia dónde vamos?
-Creo que esto por lo que tanto nos desvivimos, que es pensar las diferencias de género, va a hacia su insignificancia. Así como el matrimonio igualitario ya no es significativo, el género de las personas va a dejar de figurar, en algún momento, en los documentos de identidad. Así como antes, no hace tanto, en los DNI figuraba raza o color de piel -y ahora nos resultaría absurdo pensar algo así- creo que el género también está destinado a ser algo que carezca de la significación tan central que ha tenido en la historia. Entre otras cosas, porque el género es lo que hacía presumir las conductas sexuales que garantizaban la reproducción. Y estamos en un camino en el que la reproducción ya se manifiesta de otras maneras. Con la reproducción asistida, con los varones transgestantes… y la tecnología que avanza. Lejos de la utopía de los 70 que tenía el marxismo en donde el maternaje no era concebido como algo individual. Los cambios serán otros. Quién sabe si será a beneficio de nuestros ideales socialistas o para beneficio de los ideales totalitarios, explotadores. Y para mí es algo todavía misterioso qué ocurrirá con esos embriones gestados por una incubadora, a qué se destinarán. Esas funciones que por ahora están en el útero de una mujer… Como ya decía Platón, el útero es un demonio dentro de otro demonio. Es decir, las mujeres somos difíciles de controlar y ni siquiera nosotras controlamos nuestro útero. Se está buscando un plan B para que no sea la voluntad libre de cada mujer la que determine si va a tener sexo o no, con quién lo va a tener, si es con fines reproductivos o no. Todo eso, que son nuestras libertades garantizadas por los derechos humanos, está en permanente riesgo. Es decir, la lucha entre el bien y el mal creo que va a seguir pero seguramente los personajes van a estar vestidos de otra manera.
-¿De dónde brotó tu feminismo?
-Soy filósofa y mi vida estaba dedicada al estudio académico. Tuve compañeras que me fueron pasando bibliografía e incidieron en mí sobre aquellos problemas filosóficos que me habían sido presentados como neutrales y que eran totalmente misóginos. Entonces yo enseñaba algo que reproducía mi propia opresión. Como pasa con casi todos los conocimientos elaborados en contextos patriarcales. Que se transmiten desde el rol de madre, de maestra, de investigadora. Entonces tener una lectura crítica sobre esos contenidos fue para mí un proceso largo y complicado. Y luego, una lectura proactiva y creativa con otras feministas. Doy una materia que se llama Filosofía Feminista y dí una en Derecho que se llamaba Perspectiva Feminista del Derecho. Que creo que es la primera vez que la palabra feminista va en una materia crítica y no como historia del feminismo.
-Que seguramente escandalizaría a tus docentes en tus tiempos de estudiante de filosofía…
-Ni hablar. De hecho, en mi carrera fui muy castigada por manifestarme de esta manera. Si analizamos una carrera académica tradicional, a personas obedientes les fue mucho mejor en términos de concursos docentes, de carrera de investigación, de lograr lauros, medallas. A mí me fue bien en otras cosas, como mi voluntad de incidencia para el cambio social. Y para mí es una fuente maravillosa de alegría y sigue siendo un placer trabajar en eso. Yo no sé si esa alegría, ese compromiso y ese placer lo habrán tenido personas con más medallas. Pero para mí es una redefinición de los logros. No me interesan los logros académicos, sola y encerrada en una biblioteca, a expensas de otras mujeres que no llegan a esos lugares. Me interesa otro tipo de éxito.
-¿Establecés la diferencia entre violencia y crueldad de género?
-Creo que el término crueldad nos abre otros espacios. La crueldad tiene otras manifestaciones que la violencia visible. Hay muchas formas que tienen que ver con la opresión y que no se manifiestan violentamente. El halagar a una mujer que se queda en el molde y hace lo que el patriarcado espera que haga es una crueldad de género pero no es violencia en el sentido literal. Me parece que en la palabra crueldad, hay matices que nos permiten analizarnos como género humano, analizar las conductas pero sobre todo la vida social y sus consecuencias de manera mucho más aguda, más crítica. Es el ojo de la sospecha y siempre es bienvenido.
Comparto con ustedes esta nota publicada en ADN Ciudad. En el marco del Plan Senda, Justicia y Mujeres en Situación de Violencia, arrancó la muestra internacional “Arte Correo contra la violencia hacia mujeres y niñas”. La muestra tiene la particularidad que sale del lenguaje jurisprudencial e invita a reflexionar sobre el lugar que ocupa la mujer en el reclamo de sus derechos. La justicia es un lugar de exigibilidad para las mujeres que sufren violencia, pero también tenemos que reflexionar acerca de formas de violencia que a veces la propia justicia ejerce.
La actividad fue encabezada por la presidenta del Consejo, Marcela I. Basterra y organizada por la secretaria de Asuntos Institucionales Ana Casal, en el marco del Plan Senda -de Justicia y Mujeres en Situación de Violencia-, que tiene como objetivo, promover iniciativas que contribuyan a erradicar el problema social de la violencia contra las mujeres, garantizando que sus víctimas tengan un acceso pleno a una efectiva protección judicial, en conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
“En el Poder Judicial de la Ciudad tenemos un compromiso permanente y activo en la protección de los derechos de la mujer, removiendo todos los obstáculos para que se cumpla efectivamente la igualdad de género por la que venimos trabajando; dicho no solo por nosotros sino por nuestra Constitución y los Tratados Internacionales”, dijo la titular del Consejo.
Por su parte Ana Casal afirmó: “El objetivo de esta muestra es hacer oír una voz colectiva contra la violencia hacia las mujeres y niñas y a la vez, evocar, a través de la heterogeneidad de las producciones el hecho de que cuando hablamos de mujeres no estamos hablando de un grupo homogéneo”.
La consejera Vanesa Ferrazzuolo reconoció: “Esta muestra busca visibilizar que estamos trabajando en pos de que la violencia se elimine, que exista una paridad de género, que las mujeres realmente sean libres de ser lo que quieran ser y de hacer lo que quieran hacer”.
La directora del Observatorio de Género en la Justicia de la Ciudad, Diana Maffía manifestó: “La muestra tiene la particularidad que sale del lenguaje jurisprudencial e invita a reflexionar sobre el lugar que ocupa la mujer en el reclamo de sus derechos. La justicia es un lugar de exigibilidad para las mujeres que sufren violencia, pero también tenemos que reflexionar acerca de formas de violencia que a veces la propia justicia ejerce”.
En este contexto, Basterra, firmó un convenio de colaboración con el Interventor del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), Claudio Presman, con el objetivo de concientizar sobre las acciones que impidan, obstruyan, restrinjan o de algún modo menoscaben, el pleno ejercicio sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales reconocidas en la Constitución Nacional.
La inauguración contó con la presencia de las integrantes del Tribunal Superior de Justicia, Alicia Ruiz e Inés Weimberg de Roca, el Fiscal General, Luis Cevasco, el defensor Público, Horacio Corti y la Asesora General Tutelar, Yael Bendel, el vicepresidente Alejandro Fernández, los consejeros Javier Roncero y Darío Reynoso, la presidenta de la Cámara de Apelaciones del fuero CAyT, Fabiana Schafrik y las juezas del fuero PCyF, Carla Cavaliere, Graciela Dalmas y Cristina Lara, la directora en la Dirección General de la Mujer del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat, Agustina Señorans y funcionarios del Poder Judicial y del Gobierno de la Ciudad.
La muestra estará disponible al público hasta el 10 de diciembre y consta de 400 postales exhibidas, provenientes de diferentes ciudades de Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Estados Unidos, México, El Salvador, Uruguay, Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Portugal, Inglaterra, Italia, México, Turquía y Japón, que son el resultado de una convocatoria coordinada por la Presidencia del Consejo junto a la Secretaría de Asuntos Institucionales.
La heterogeneidad de trabajos evoca la diversidad de experiencias de mujeres y niñas, con el objetivo de profundizar sobre las múltiples formas de subordinación social, cultural, económica y política, entre otros factores, que se entrecruzan con la discriminación y violencias sistémicas ejercidas contra ellas, colocando a algunos grupos en situaciones de mayor vulnerabilidad aún.
Comparto con ustedes esta nota de Liliana Hendel con quien conversamos, junto a Teresa Meana Suarez, sobre género, feminismo y violencia hacia las mujeres, en el marco del 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la(s) Mujer(es).
La autora de este texto -psicóloga, periodista y feminista- dialoga con otras dos referentes, Diana Maffía y Teresa Meana Suárez, en torno al significado del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Las reivindicaciones. Lo conseguido y lo que falta para lograr detener los femicidios.
Minerva, Patria y María Teresa Mirabal fueron tres hermanas dominicanas asesinadas por orden del dictador Leónidas Trujillo contra quien luchaban. Las mandó a asesinar el 25 de noviembre de 1960. Desde 1981 los movimientos feministas de Latinoamérica, región que padece una de las tasas más altas de violencia machista contra la mujer, se apropian de la fecha y lo convierten en rojo de su propia agenda.
Más tarde, el 17 de diciembre de 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 25 de noviembre Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en honor a las hermanas Mirabal.
Esta crónica de hechos históricos conjuga en tiempo pasado y motiva a revisar textos y periódicos mientras, en el presente, me hago preguntas que comparto con dos feministas de larga trayectoria: Diana Maffia, Doctora en Filosofía y Directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires; y la española Teresa Meana Suárez, filóloga que hace de la difusión del uso no sexista del lenguaje su militancia y su pasión.
Teresa estuvo de visita en el país, donde ofreció un conversatorio en el Centro Cultural Tierra Violeta, que dirige Maffía. Aproveché la proximidad de la fecha y las invité para conversar sobre el 25 de noviembre, el feminismo, el futuro. Lo que sigue a continuación es la síntesis de una charla con dos grandes referentes del movimiento de mujeres.
«En su memoria, en memoria de su belleza incomible, hoy 25 de noviembre, es el Día mundial contra la violencia doméstica. O sea contra la violencia de los trujillitos que ejercen la dictadura dentro de cada casa” .
(Mujeres, Eduardo Galeano)
¿Tiene sentido tener una fecha específica? Hay quienes dicen que las fechas se convierten en recordatorios vacíos de contenido.
DM: Sí claro que sirve, tener un día te obliga, tiene sentido, es un factor de reunión. En este caso, el Día Internacional de la No Violencia Contra las Mujeres se inicia el 25 pero llega hasta el 10 de diciembre, es decir que nos preparamos con continuidad, nos mantiene ocupadas en ese foco y convoca a los medios a la posibilidad de hacerse eco de estas preocupaciones. Es una oportunidad y hay que aprovecharla para tener estadísticas disponibles ¿cuántas murieron? ¿de qué edad? ¿habían hecho denuncias?
Sabemos que en la Argentina, cada 30 horas una mujer es asesinada por ser mujer. Hay que hacer que esas cifras sean elocuentes y hacer además que nos permitan hablar sobre las políticas públicas, la que están y las que faltan. La obligación del Estado es garantizar a las mujeres una vida libre de violencia, cualquier cifra va a mostrar una omisión o una ineficiencia.
TM: Pues sí, a mí me parecen importantes las fechas. Es cierto que cuando se acerca el 8 de marzo hay que empezar a oír aquello de ¿por qué un día de la mujer y no del hombre? Pues porque hay 365 días que son del hombre. O la violencia siempre es algo malo, no solo para las mujeres.
Es importante porque además ahora contamos -hace un gesto con sus dedos- en lo que va del año en España, 63 mujeres y 8 niñas y niños, porque ahora aumentó lo de matar a las criaturas para dañar a la mujer.
El 25 de noviembre es una fecha que heredamos, me importa recordar que esta fecha se acordó en un encuentro latinoamericano de mujeres y ahora todo el mundo se sabe la historia de las hermanas Mirabal.
Todo el año estamos igual pero ese es un día que los medios, por ejemplo, se preocupan por poner la situación en evidencia y venir a preguntarte acerca de la violencia contra las mujeres.
DM: Y es interesante además que esta conmemoración haya sido en recordatorio de un asesinato político, que ocurre sobre el cuerpo de las mujeres, un aleccionamiento por no ceder al poder político no solo al acoso sexual de un dictador.
El 8 de marzo también recordemos que tiene que ver con los derechos de las mujeres por la explotación de la mujer trabajadora, ese contexto de alta precariedad sobre el que emergen estas fechas también le aportan significado.
TM: Mira, hace algunos años le sacamos el “trabajadora”. Uno de nuestros lemas era queremos empleo, trabajo nos sobra. Y está claro que, en el caso de las hermanas Mirabal, hay que reivindicar que las han asesinado por su compromiso político y no solo porque una se negó a ceder al acoso sexual de Trujillo.
DM: Tal vez que llegue hasta el 10 de diciembre le cambia la intensidad e interpela de otro modo porque más que un día es una campaña, que termina el Día Internacional de los Derechos Humanos: es como un hilo que comunica el reclamo por la violencia machista con los derechos humanos.
«Mientras bailaban, ella trató con abierta hostilidad a un hombre acostumbrado a que la gente se arrodillara a sus pies. Trujillo percibió su disgusto, la ubicó como lo que ella en realidad era: una hermosa mujer de veintidós años, culta, capaz…y enemiga de su gobierno”.
(Vivas en su jardín, Dedé Mirabal )
¿Cómo recuerdan el inicio de sus vidas feministas?
DM: Pienso que tengo 64; mirá si tendré para recordar: dictadura, democracia; era feminista a los 20 y un poquito en la década del 70 y atravesé distintos momentos políticos y personales. En los 70 la fractura política entre movimientos de izquierda y feminismo era importante. La dictadura perseguía a una mujer que era feminista pero los movimientos de izquierda no lo consideraban como algo de su agenda, porque no se hacían cargo de ser antipatriarcales además de anticapitalistas. Siguen siendo conjunciones difíciles de lograr.
En una recolección de entrevistas que hicimos en Tierra Violeta sobre feminismo y dictadura, yo veía que se recuperaban testimonios de mujeres como militantes pero no como feministas; fue muy interesante ver la diversidad de las respuestas. Entonces, ya había muchas reflexiones para hacer acerca del disciplinamiento que imponían los modelos de la dictadura, los modelos de familia, la responsabilidad de los padres, el retroceso en los derechos de los jóvenes. Todo lo que se había logrado en los 60 retrocedió en los 70. Y no es que retrocedió recién con la dictadura, antes se abonó el terreno. A partir de la muerte de Perón, en el 74, se prohibieron los servicios de anticoncepción en los hospitales públicos, no había derechos sexuales y reproductivos, había un gran control sobre la gente joven, prohibieron centros de estudiantes en escuelas y universidades, había prohibición de sindicalización para docentes, prohibición de libros. Eso ocurrió en el final del gobierno de Isabel, que era democrático formalmente pero hacía un ejercicio del control, de autoritarismo y de persecución cultural y religiosa. Y luego la dictadura que usa esas leyes.
Estudiando ese período descubrí que en 1975 habían venido sacerdotes y personajes del franquismo como asesores a Argentina. Era interventor de la Universidad de Buenos Aires Alberto Ottalagano, un fascista, y el ministro de Educación era Oscar Ivanisevich, que proponía en los 70 las mismas consignas del franquismo: Dios, Patria y Hogar. A pesar de ese conservadurismo, ya había mujeres que activaban políticamente, que rompían paradigmas en el arte.
Se visibilizan esas mujeres, pero no las militancias feministas
DM: Por eso me interesaba tanto y me preguntaba qué habían hecho las feministas en ese tiempo y lo que entendí es que hubo una vuelta a lo privado como estrategia de invisibilización de sobrevivencia. Y todo eso se reactiva con potencia con el regreso a la democracia.
El 8 de marzo de 1984 que fue el primer 8 de marzo de la democracia, el movimiento toma el espacio público en un acto masivo, todavía con el miedo que te soplaba en la nuca. El primer acto que se hizo en el retorno de la democracia fuimos las mujeres que tomamos la calle. ¡Eso es extraordinario!
TM: A nosotras nos sucede igualito. Franco se muere en el 20 de noviembre de 1975. El primer 8 de marzo fue en1976, pero ya estábamos en el feminismo desde el 74. Militábamos en partidos de izquierda, yo era trotskista y cuando íbamos a las marchas los compañeros gritaban: «Amnistía para los presos políticos» ynosotras agregábamos: «Y para las presas que están por ser mujeres».
Es que había mujeres en la cárcel por adulterio y por aborto. Por adulterio… hoy parece increíble ¿verdad? Por eso salíamos a gritar no a la discriminación, delito de adulterio, abolición. El artículo 44 del código decía: “Comete adulterio la mujer casada que yace con un varón que no es su marido”. Era un delito específico, solo para las mujeres.
Entonces lo primero en aquel 8 de marzo fue salir a reclamar por los derechos y la igualdad. Decíamos en nuestros carteles: «Yo soy adúltera o «Yo me divorcio», que no es una reivindicación feminista sino de la democracia.
Enseguida empezamos fuerte con el tema de la igualdad ante la ley, los derechos sexuales y lo más importante: el derecho a diferenciar sexualidad de maternidad. La anticoncepción estaba prohibida.
“Ahora a casi medio siglo de distancia y con la experiencia de los años veo qué avanzada era Minerva para su época… ¿A quién se le ocurría entonces ese tipo de ideas?…sostenía que las mujeres tenían que estudiar, superarse y ocupar el sitio que les correspondía en la sociedad. No podían seguir solo pariendo y cuidando una casa”.
(Vivas en su jardín, Dedé Mirabal )
TM: Cómo nos costó el tema del aborto. Se despenalizó en tres supuestos en 1985 y en el 2010 el PSOE amplió la regulación con la Ley Orgánica libre hasta las 14 semanas. Pero cada tanto hay riesgo de retroceso. En
En 1981 fue el juicio de Basuri, al lado de Bilbao: once mujeres, todas casadas, de clase trabajadora, madres de dos o más niños habían abortado con la misma persona en un barrio. El juicio fue impresionante, vinieron feministas de toda Europa. Fue histórico. Recuerdo que las editoriales tiraban los paquetes de periódicos a las 5 de la mañana. Entonces nos dividíamos los kioscos de Oviedo y a cada ejemplar le poníamos un sello: «Aborto Legal, ya»y lo devolvíamos al puesto así, igual de atado. También subíamos en grupos a los autobuses y colgábamos una pancarta a favor del aborto. Nos ocupaban estos temas; no estaban como hoy estas cifras de terrible violencia física y femicidio. En esos años no era aún una reivindicación. Hoy, el tema es la violencia machista. Nosotras pensábamos que cuando se consiguiera la igualdad se iba a acabar la violencia, como imaginábamos que sucedía en los países nórdicos: mujeres que trabajan, económicamente independientes y libres sexualmente; pero no, ves las cifras de Suecia, Noruega o Dinamarca y te horrorizas, entonces entiendes que esto es una guerra, que el machismo contraataca.
Para mí fue terrible darme cuenta de que la igualdad y la independencia de las mujeres no era la clave para detener la violencia.
¿Les parece que estas situaciones podrían cambiar más rápido si se incorporara el 25 de noviembre en la currícula de la escuela primaria?
DM: No es tan sencillo, hay varias cosas. Hay docentes que trabajan el tema todo el año, en Tierra Violeta recibimos visitas de colegios que vienen a conocer la biblioteca de mujeres y a conversar estos temas. Y no es en una fecha especial.
Cuando era Defensora del Pueblo, recuerdo una vez que mi hija tenía una clase especial de derechos porque era el Día del Niño. A la semana siguiente me llega un documento buenísimo de UNICEF y le sugiero que lo lleve a su clase, pero la profesora le dijo: «No, eso ya pasó». Ese día se habla de la importancia de algo que parece que a la semana siguiente perdió su importancia. El día fijo no garantiza lo que si garantiza el o la docente que tiene compromiso con la temática.
“Las mujeres no pueden saber mucho porque a los hombres no les gustan las mujeres que saben demasiado. ¡Ay no ! tú has leído todos esos libros…no, no hazte de cuenta que no los has leído. Los hombres no se casan con mujeres que saben mucho, le repetía mamá a Minerva”
(Vivas en su jardín, Dedé Mirabal)
Desde sus tempranos feminismos hemos ganado leyes pero algo falla: nos siguen matando, seguimos cobrando menos…
DM: Si pasó otra cosa: se recuperó la democracia y el feminismo fue muy participativo, se trabajaban proyectos de ley para presentar cuando recuperáramos los ámbitos pertinentes. Así se consiguieron leyes muy importantes: divorcio, patria potestad compartida, ley de cupo. Y empiezan a salir leyes que impactan en el cuerpo de las mujeres. El cuerpo se empieza a mostrar como un ámbito de la política después de haber estado neutralizado durante 150 años: acoso sexual, violencia, trata, parto respetado, técnicas de reproducción. Esos temas se legislaron solo cuando entraron las mujeres y eso fue en los últimos 20 años que son los que tiene la ley cupo.
Si pensamos 30 años de democracia los 10 primeros fueron pensar las normas, discutirlas y convertirlas en acciones.
Aprendimos todo lo que hay que demandar para convertirlo en derechos y luego están los organismos de control que sabemos que no existen. Y que no tienen ninguna perspectiva de género. Están ahora discutiendo terminar con la acefalía en la Defensoría del Pueblo. Hay en la terna tres varones, sin el menor pudor.
TM Hay en España una Ley Integral contra la violencia de género que todo el mundo dice que es muy buena pero no hay recursos y las leyes necesitan recursos. Sobre el papel es buenísima, claro, pero sin financiamiento queda en manos de quien queda y si lo discutes te dicen: «es que no hace falta otra cosa, no necesita ninguna reglamentación, lo que falta es aplicar lo que hay».
En Argentina pasa algo similar con la ley para prevenir, sancionar y erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres (26.485). Hay quienes dicen que basta la ley, que no es necesaria su reglamentación.
DM Esa es responsabilidad del ejecutivo que cuando reglamenta organiza y distribuye: este es el presupuesto, la ejecución será de este modo, la responsabilidad es de tal organismo y las penalidades serán estas.
El compromiso del ejecutivo tiene que ser explicito, si es implícito no ocurre nunca.
DM: Tengo cierto optimismo, hoy hay una feminista al frente del Instituto Nacional de las Mujeres (ex Consejo Nacional de las Mujeres) con trayectoria y una gran preocupación por esta agenda: femicidios, trata, violencias, con buenos equipos y muchos años de activismo antes de llegar a la función pública.
El Plan de Acción Contra la Violencia es un plan que deberíamos llenar de contenido. No sé si hemos sido suficientemente proactivas las organizaciones, los diferentes grupos del movimiento de mujeres, como para tomar un artículo, trabajarlo, difundirlo, observar que se haga, que se cumpla como un derecho, ver a las autoridades, impulsarlo. No hemos tenido esa apropiación, a veces por esta grieta partidaria que opera en contra de nuestros intereses como mujeres.
El 17 de noviembre se presentó el Plan de Igualdad de Oportunidades y de Trato, a nivel nacional. Tenemos uno en la ciudad, que no se cumple. La pelota está ahora de nuestro lado, tenemos que ver qué hacemos con esta norma abstracta.
Es cierto que a veces son acciones que están divorciadas, por ejemplo el Ministerio de Trabajo recibe a todos los sindicatos y dice que están representados todos los rubros, pero son todos varones. Esto es lo que explica tan bien Teresa con el lenguaje. Cuando están ellos “estamos todos” cuando las mujeres estamos, aunque seamos un montón “estamos solitas”.
¿Cómo ven la próxima década en estos temas?
TM: Estás preguntando a dos optimistas. Estoy muy contenta con la eclosión que está habiendo en todas partes, de la mano de gente ºmuy joven.
DM: Son hijas de un feminismo activo, así como hay nativas digitales hay nativas y nativos feministas.
¿Qué consejo les dan a las que continúan el camino?
DM: No ceder a la tentación de ser una mujer excepcional. Es muy difícil cuando una es la primera en un cargo público. La convicción que hoy tenemos es que desde allí hay que preparar el camino para que otras sigan ocupando ese lugar, no estamos porque somos excepcionales, ni solo por mérito propio. Encontramos que en el razonamiento misógino y patriarcal un caso satura la muestra: tuvieron una presidenta, una rectora, una…
Si se porta excepcionalmente, una vez que una se va puede no haber otra. Y esa quedará como la muestra saturada. Le diría que considere que una de sus misiones allí es asegurarse que puedan venir otras, si lo considera así va a tener muchísima tarea para abrir ese campo. No hemos tenido mujeres con esa actitud, ni de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, ni de muchas mujeres que han llegado a lugares históricamente ocupados por varones.
El ejemplo es el trabajo de Dora Barrancos en el CONICET, porque como directora cambió las normas pensando en las necesidades de las mujeres para hacer una carrera como investigadora, eso es lo que considero un trabajo feminista. Ampliar desde el poder las posibilidades para las demás mujeres.
TM: A mí me gustaría que estén más atentas a cómo el machismo contrataca y se nos mete dentro, porque creo que tenemos muchos debates estériles, desgastantes y ajenos. En España hubo una ruptura terrible entre lo que se llamó feminismo autónomo y feminismo de mujeres que militan en partidos políticos.
En un encuentro que hubo en Granada en el 89 el feminismo se partió como se parte en tantos sitios. Eso me parece una pena. A veces, por ejemplo, es la discusión de los liderazgos. Todas llevamos el patriarcado dentro, no somos perfectas, solo somos feministas; pero tenemos debates que no nos ayudan a avanzar.
…
Nos despedimos soñando con un partido feminista, de varones y mujeres que en su plataforma anteponga la igualdad. “Es desolador”, volvemos a coincidir, ver cuántas mujeres de derecha, que se oponen a nuestras reivindicaciones han llegado a donde están gracias a que el feminismo abrió las puertas cerradas durante siglos. Por eso necesitamos personas con compromiso con los ideales de igualdad del feminismo.
Pero, somos optimistas, llega otro 25 de noviembre y esta vez nos encuentra con mucha gente joven trabajando con los mismos ideales. Nos siguen matando es cierto, pero hemos cambiado el mundo.
«Dedico esta obra a mi pueblo, sobre todo a los jóvenes que veneran la memoria de mis hermanas. A los amigos y amigas que tuvieron el valor de estar a nuestro lado en los momentos críticos y de peligro».
(Vivas en su jardín, Dedé Mirabal)
*Liliana Hendel es psicóloga y periodista, coordina la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género en Argentina y es autora de Las mentiras del Patriarcado (Paidós)