Les dejo esta nota de Clara Gualano, Reflexiones feministas sobre el amor romántico, publicada en Entremujeres.
El amor como fuente de vida y no como peligro. Sobre esta base y pensando sobre eso que nos desvela y nos agita, intentamos echar luz sobre los debates actuales en torno a las formas de amar.
Por Clara Gualano.
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Los orígenes del amor romántico
Se trata de un modelo relativamente nuevo. Fue una revolución en su momento histórico, porque marcó el fin de las alianzas de pareja basadas en acuerdos económicos o arreglados, para unir amor, sexo, procreación y convivencia. Diana Maffía, filósofa feminista, lo explica así: “El amor romántico es un invento entre el renacimiento y la modernidad que tiene que ver con fijar determinado tipo de roles a partir del cambio en la familia. La idea del amor, la sexualidad y el matrimonio unidos en un mismo espacio es absolutamente reciente. Estas vías transcurrían cada una por su lado, los matrimonios eran asociaciones con objetivos, a veces la procreación, a veces alianzas políticas o tribales. El amor y la sexualidad no siempre concurrían. El amor romántico es pensar en dos imanes que en algún momento conforman una totalidad, un amor heterosexual en el cual un varón y una mujer se van a ver atraídos y complementados.”
Esto resulta en que una mujer está incompleta hasta que encuentra esa pareja: el todo. También resulta en que a una sola persona se le demanda: exclusividad sexual, amigos en común, hijos, vacaciones y momentos de ocio compartidos. Si este combo no se arma hay vacío y sufrimiento. El amor romántico se adapta bien a una sociedad capitalista en la que prima el individualismo porque excluye otro tipo de alianzas fuertes de afecto.
“El amor romántico es este ideal de complementariedad, pero también de satisfacción de los objetivos existenciales en la intimidad, esto pone a las mujeres en una situación vulnerable. Para ser una persona valiosa, debemos encontrar una pareja, tener hijos, porque nuestro éxito personal, nuestra trascendencia, depende de otros sujetos. La idea de romanticismo es una idea de satisfacción absoluta de todas las necesidades en ese vínculo”, afirma Maffía.
Diana Maffía: «Varones y personas trans también pueden ser feministas»
La doctora en Filosofía y Directora del Observatorio de Género en la Justicia, reflexionó en Infobae sobre la condición de ser feminista y sobre la sororidad, el concepto que busca barrer con la opresión de género
«Yo no soy feminista», dijo Araceli González hace unas pocas semanas, alertada porque alguien del panel del programa de televisión en el que estaba hablando la había asociado a esa condición. Aunque luego su intento de desmarcarse del mote de «feminista» fue desafortunado en la materia («Las respeto muchísimo, pero tengo un hijo varón precioso y un marido hermoso y respeto mucho a los hombres también», destacó de inmediato), lo cierto es que aquella primera frase, su defensa ante un supuesto insulto, sirvió para que en las redes sociales, por ejemplo, fuera defenestrada y respaldada por doquier. Y también, por fortuna, para que se continúe pensando, debatiendo y defendiendo el feminismo.
«No todas las mujeres son feministas; no es una cuestión hormonal sino política. Por lo tanto, ni todas las mujeres son feministas, ni solo las mujeres son feministas. Varones, personas trans también pueden ser feministas», asegura la especialista Diana Maffía, directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires. Para ella, en la defensa que ciertas mujeres hacen de la desigualdad de género propia del sistema patriarcal imperante, se esconde la verdadera tragedia: «Que nosotras en nuestra vida cotidiana reproduzcamos las condiciones de desigualdad en lugar de producir condiciones o ser solidarias con la producción de condiciones más igualitarias, es trágico».
Porque para Maffía -doctora en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, docente de la UBA, autora de numerosas publicaciones e investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA- la clave del cambio reside allí, en esa solidaridad necesaria, imprescindible, para que el patriarcado comience a crujir desde sus mismas bases. Esa solidaridad tiene un nombre que juega con sus mismas letras: Sororidad. «Es un pacto con las otras, implica ver a las otras como sujetos de cuidado, orientarnos éticamente hacia protegernos unas a otras», dice Maffía, y agrega: «Desde allí, podemos pensar una pluralidad solidaria que pueda consolidarnos como un sujeto político.»
-¿Qué significa la «Sororidad»? ¿Cómo nace el término y cuáles son sus alcances?
«Sororidad» es una modificación sobre el lenguaje, que viene a cambiar una palabra tradicional en la filosofía política: «Fraternidad». Esta a su vez tiene su raíz en latín, se refería a la igualdad de los «frates», de los hermanos varones. Desde ya, no incluía a las mujeres. Cuando la «Fraternidad» se transforma en un principio de la Revolución Francesa, en el origen del estado moderno, expulsaba a las mujeres. Las mujeres no estábamos incluidas en el Contrato Social. Entonces, desde el feminismo se piensa cómo sería una solidaridad que no fuera de «frates». La contraparte de la palabra «frates» es «sores» (Sor, hermana mujer) ¿Cómo sería una «Sororidad», una hermandad de mujeres? Y allí aparece este concepto, muy interesante desde el punto de vista práctico porque implica un pacto con las otras, implica ver a las otras como sujetos de cuidado, orientarnos éticamente hacia la protección de unas a otras, formando esa hermandad de mujeres. Incluirnos nosotras en un colectivo que el «nosotros» de la política, o el «todos» de la política, no incluía. «Sororidad»: pensar en nosotras una pluralidad solidaria que pueda consolidarse como un sujeto político.
-¿Todas las mujeres somos feministas?
Desafortunadamente no. Porque no es una cuestión hormonal el feminismo, es una cuestión política. El feminismo, creo yo, es una combinación de tres convicciones. Una, descriptiva: constatar que en todas las sociedades las mujeres estamos peor que los varones. El análisis de cualquier indicador social (trabajo, salud, educación etc.) arroja sistemáticamente esto: las mujeres todavía estamos en condiciones de desigualdad. La segunda es considerar que está mal que sea así. Y en tercer lugar, algo que creo yo que es lo que finalmente define el feminismo: hacer lo posible, como un compromiso práctico en nuestra vida cotidiana, para no reproducir esa desigualdad, y si es posible, para revertirla. Si alguien cree que las mujeres estamos peor, cree que eso es injusto, y está dispuesto a no reproducir esa injusticia en su vida cotidiana, y si es posible revertirla, yo diría que es feminista. Y esto no tiene que ver con los cuerpos sexuados, tiene que ver con las convicciones políticas de las personas. Entonces, a la pregunta de si todas las mujeres son feministas, yo diría que lamentablemente no. Y el «lamentablemente» tiene que ver con que las mujeres reproducimos las propias condiciones de desigualdad, y eso es trágico. Que nosotras en nuestra vida cotidiana reproduzcamos las condiciones de desigualdad en lugar de producir condiciones, o ser solidarias con la producción de condiciones más igualitarias.
-Desde hace unas semanas circulan declaraciones en distintos medios de comunicación de algunas mujeres que dicen «Yo no soy feminista», o que de distintas maneras expresan o reflejan lo impregnado que aún tenemos la cultura patriarcal. ¿Cómo hacemos para no excluir a aquellas mujeres sino traerlas, incluirlas?
Lo primero que debemos tener en claro es que el patriarcado, como sistema de poder, no se maneja solamente con castigos. Es decir, hay un efecto del patriarcado que es la violencia patriarcal o violencia machista. Ahora, el patriarcado también se maneja con premios. ¿Qué nos da el patriarcado como premio, para que admitamos el lugar en que nos ha puesto, el lugar de lo privado, el lugar de lo doméstico, el ser objeto de deseo de los varones y satisfacer ese deseo? Nos dice que hay roles maravillosos para las mujeres: ser madre, ser esposa, realizarte en lo íntimo o excepcionalmente algunas mujeres en lo público, que han logrado tener un gran desarrollo pero sin impactar en las relaciones de poder real asumido por los varones. Esas mujeres suelen ser tomadas como ejemplo por el patriarcado y son premiadas, siempre y cuando no generen conflictos en el sistema patriarcal.
Por ejemplo, yo hice una vez un estudio sobre mujeres científicas. Muchas de ellas que ya estaban en lugares destacados, eran investigadoras superiores del Conicet, el máximo lugar posible: el 75% eran solteras. Es decir, su carrera había sido desarrollada con mucho esfuerzo personal, pero decían que su costo había sido que no le habían podido dedicar tiempo a construir una familia, una pareja, tener hijos. Eso habría distraído la construcción de ese éxito. Es una situación compleja, que me parece que explica por qué muchas mujeres no van a decir «Soy feminista»: porque creen que hay hacer un esfuerzo individual, y que ese esfuerzo puede ser premiado, y que el ejemplo son ellas mismas. Creo entonces que la aspiración del feminismo debe ser representarnos a todas las mujeres, pero ese «todas» no puede ser abstracto y uniforme. Las mujeres expresamos aspiraciones muy diversas. Y tendríamos que tener permanentemente un diálogo sin descalificar a la otra persona. Un diálogo crítico, sin que esto signifique expulsar a alguien de un colectivo que se está construyendo.
-¿Cómo entendés vos esta, si se quiere, novedad de que se esté hablando de feminismo en programas muy populares de la televisión?
Yo estoy a favor de que las personas que somos feministas vayamos a hablar de feminismo a todos los lugares que podamos. Porque hay prejuicios contra el feminismo. Por ejemplo, que por ser feminista estamos en contra de la familia: yo estoy en contra de cierto tipo de relación de subordinación que implica lo familiar, y por supuesto estructuraré mis relaciones de manera diferente. Estoy en contra de que alguien esté obligada a la maternidad, y entonces mi maternidad es elegida y será vivida de manera diferente. Y desearía que toda mujer pueda elegirla, pero eso no quiere decir renunciar completamente a cierto tipo de planes de vida. Y más allá de los prejuicios, también es importante que haya voces permanentes con perspectiva de género en la televisión, en los paneles. Una cosa es invitar a alguien una hora, gratuitamente, a tu programa, y otra cosa es tener alguien que permanentemente va a poner su voz dentro un diálogo. Esta convicción un poquito más activa todavía no la veo. Por ahora somos rating, y es una cosa medio novedosa.
-Con respecto a las denuncias de abuso sexual en la justicia, ¿cuál es tu visión en la actualidad? ¿Por qué a veces no nos creen cuando denunciamos algo así?
En general, las situaciones de abuso, ciertos tipos de violencia, son situaciones que ocurren en la intimidad. Y en el caso particular del abuso sexual, o del acoso sexual laboral, en las mujeres, muchas veces el acoso ocurre de una manera paulatina que tardamos en decodificar. Cuando decidimos hacer una denuncia, lo que hay es un relato de una persona acerca de una experiencia personal. Ese relato, que es la acusación que la persona hace, debería ser tomado como prueba. Es muy común que les digan a las mujeres «¿Qué prueba tiene?». Yo, en general, cuando asesoro mujeres que están en estas situaciones les digo «No borres el mail, guárdalo, no borres tu Whatsapp, hacé una captura de pantalla del Facebook, si te dice algo tratá de que haya testigos». Es muy difícil sostener materialmente las denuncias de esta índole porque ocurren en privado y porque hay mucho temor, incluso de las mujeres al denunciar. Porque sus familias, sus parejas, la cultura imperante va a pensar que ella provocó algo y que luego no se quiso hacer cargo. Entonces, el modo en que en el lugar de trabajo y luego en la justicia se reciben estas denuncias es un modo muy estigmatizante para las mujeres, que son tratadas sistemáticamente como mentirosas. Culturalmente, es tremendo.
-¿Y existen pautas de sororidad frente a las denuncias por acoso, por ejemplo?
Sí, muchísimas. Diversos colectivos de mujeres salen a sostener a otra que denunció y que es descalificada públicamente. Se la acompaña, no solo a feministas: a una mujer cualquiera que se animó a decir que algo fue lesivo para su autonomía sexual o para su deseo, porque hay que tener claro que el hecho de que no haya llegado a ser una violación, no implica que no sea abuso.
-¿Y en el ambiente laboral?
En el trabajo dependerá. Porque el trabajo es un lugar muy complicado. Hay relaciones de poder de las que depende la supervivencia. La fragilidad en los tipos de contrato hace que muchas veces las mujeres no tengan la seguridad de poder acompañar eso, la certeza de que no serán castigadas. Y los sindicatos todavía tienen muchas dificultades para responder a este tipo de denuncias. Ni siquiera cumplen con su cupo sindical, hay pocas mujeres sindicalistas, y por lo tanto estas cuestiones de acoso sexual en el ámbito laboral en general quedan para comisiones de mujeres o comisiones de género con poca representatividad y poco poder. Sin embargo, los hay. Hay sindicatos que respaldan denuncias, no solo de abusos sino también de violencia laboral: muchas veces se apela a insultos que tienen que ver con el aspecto físico de las mujeres, con someterlas a situaciones, con negar la posibilidad de tener una situación de embarazo protegida y con todos los derechos que corresponde. Hay muchísimas maneras de maltrato, de violencia laboral, que van más allá que el acoso sexual.
-¿Cuál es tu postura sobre la prostitución?
Me parece que hay tres posiciones en relación con la prostitución. Una posición que es regulacionista, y dice a grandes rasgos que la prostitución es trabajo, y por lo tanto debe ser reglamentado, con las garantías de toda otra condición laboral». Otra posición es prohibicionista. Dice «No debe haber prostitución», y asegura que la prohibición bajaría la trata de personas. Yo creo que en general los métodos penales no son los que bajan un delito. Pero hay una tercera posición, la abolicionista, que no trata de prohibir la prostitución sencillamente porque no es un delito penal en nuestro país. Es decir, cada persona es libre de ejercer la prostitución porque no está violando ninguna ley. Sí reconoce que la prostitución es una situación de extrema vulnerabilidad, y que entonces el Estado debería dar garantías de tener alternativas de vida. Que no esté en prostitución ninguna persona que no quiera estarlo: capacitarla, darle trabajo, por ejemplo. Sí deben perseguirse todas aquellas maneras de explotar la prostitución. Porque una persona, en una situación vulnerable, puede ser explotada por un proxeneta, por alguien que va a obtener beneficios económicos a costa de su situación de prostitución. Y la trata de personas, como delito trasnacional, va a alimentar ese circuito que fuerza a mujeres que quizá no desearían estar en esa situación. Eso también debe ser combatido por el Estado. Y eso no está ocurriendo: el Estado persigue a las mujeres en prostitución, o a las travestis en prostitución, y no persigue el proxenetismo ni la explotación sexual. Y no ocurre, primero, porque hay corrupción: hay compromisos de fuerzas policiales, políticas y judiciales con la protección de la explotación sexual. Y segundo porque muchas veces eso produce un dinero que financia ciertas formas de hacer política. En lo personal, me defino abolicionista.
-¿Cómo te imaginás la lucha feminista de acá a cincuenta años?
Lo ideal sería pensar que la lucha feminista tuvo éxito, y que entonces hemos desarmado un sistema de poder que es complejo: es a la vez colonialista, capitalista y patriarcal. Es muy difícil pensar que dentro de cincuenta años se pueda haber desarmado tanto nudo. Pero me encantaría, sí, que pudiéramos tener la convicción de que ningún sistema de poder puede estar basado en la condición corporal de las personas. Que las condiciones de etnia, de sexo, de edad, las discapacidades, todas aparentemente naturales porque las portamos en los cuerpos, sean entendidas como lo que son: cargadas culturalmente, desvalorizadas, jerarquizadas negativamente. Y que eso no puede instalar una relación de poder, porque significa que las personas, simplemente por tener las corporalidades que tienen, estarán en condiciones de opresión. Que entendamos que, desde allí, no se puede fundar ningún tipo de sociedad democrática.
Día Internacional de la Mujer en la Ciencia: cómo impacta la desigualdad con los hombres
Por Stephanie Chernov
10 de febrero de 2018
La Argentina es uno de los países de Latinoamerica con el mayor porcentaje de mujeres en la ciencia. Representan un 52% del total de los investigadores y el 60% del total de becarios del Conicet, según los últimos datos que publicó el organismo en diciembre de 2016. A primera vista, estas cifras parecen ser positivas para las científicas, pero cuando se analiza en profundidad se revela otra realidad: sólo el 25% del total de investigadores superiores son mujeres, mientras que representan el 60% entre los investigadores asistentes.
Diana Maffía, doctora en Filosofía y directora del Observatorio de Género del Consejo de la Magistratura explica que este fenómeno estadístico se llama «efecto tijera». «La mitad de las mujeres que entran se van abruptamente hacia abajo y la mitad de los varones se van abruptamente hacia arriba», sostiene. Otras especialistas usan el concepto «techo de cristal» para describir la barrera que se les impone a las mujeres y no les permite acceder a cargos superiores. En el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, LA NACION dialogó con un grupo de científicas acerca de los obstáculos que afrontan en su campo de trabajo por el hecho de ser mujeres.
Diana Maffía (64), doctora en Filosofía y directora del Observatorio de Género del Consejo de la Magistratura explica que este fenómeno estadístico se llama «efecto tijera»
La maternidad, el principal factor de desigualdad
Maffía recuerda que en 1994, cuando fundó la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología, sólo el 8% de las mujeres llegaban al escalafón más alto y advierte que la «meseta» de la carrera de las mujeres coincide con el período reproductivo. «Los 10 años más complicados de la trayectoria laboral son entre los 25 y los 35 -señala-. En esa etapa, hay que competir muchísimo y dedicarse con mucha intensidad al trabajo científico. La coincidencia con el período reproductivo de las mujeres hace que la mayoría postergue la maternidad o directamente no se la plantee». De hecho, en la década del 90, el 75% de las investigadoras superiores eran solteras, mientras que solo el 25% de los varones eran solteros. «Los varones no tenían que renunciar a una familia para dedicarse plenamente a la ciencia», indica Maffía.
Valeria Edelsztein (35) es doctora en Química, diplomada en Enseñanza de las Ciencias e investigadora adjunta del Conicet. Conoce las dificultades que implica ser madre, hacer malabares para dedicarle tiempo a sus hijos y a su vez consolidar su carrera: «No me di cuenta de las desigualdades hasta que fui mamá», dice en diálogo con LA NACION. Sucede que su primer hijo tuvo problemas respiratorios cuando nació y se topó con la imposibilidad de conjugar su vida personal con su trabajo: «Terminé renunciando a la docencia en la Universidad cuando me paré en frente de la clase con mi hijo enfermo en un ‘cangurito'», cuenta hoy, años después, entre risas.
La ausencia de un régimen de licencia por paternidad es otro de los factores que reproducen la desigualdad. «Es coercitivo porque si las mujeres tienen licencia por maternidad y los varones no, las mujeres se van a tener que hacer cargo de los cuidados», dice Agostina Mileo (30), comunicadora científica y doctoranda en Historia y Epistemología de la Ciencia.
Estereotipos en la ciencia
En el imaginario colectivo, el personaje del científico lo encarna un hombre grande con canas, los pelos revueltos y un guardapolvo blanco. Edelsztein detectó que en los talleres con niños y niñas se repetía esta imagen y que cuando preguntaba sobre mujeres científicas no aparecía un modelo claro. Con esta idea en mente, creó el proyecto (recientemente publicado en un libro) Contemos Historias, que recopila los trabajos de mujeres científicas de todo el mundo para divulgarlos y derribar los estereotipos. «Hasta hace poco no sabía que cuando abro Twitter en mi celular, por ejemplo, lo hago gracias al invento de Hedy Lamarr, la ingeniera y actriz que creó las bases para el Wi-Fi», ejemplifica.
Por otro lado, Agostina Mileo, a través de su alter ego «La Barbie Científica», desmitifica el estereotipo asociado a la figura de la científica. «Normalmente la sexualidad no se expresa en el aspecto. Yo no encajo con la imagen y se me ha subestimado mucho por eso», afirma. Hoy forma parte de Economía Femini(s)ta, una organización conformada por mujeres de diversas disciplinas que busca, entre otras cosas, visibilizar la desigualdad de género a través de la difusión de datos y estadísticas. Al igual que Edelsztein, Mileo señala que «está comprobado que a partir de los seis años las nenas dejan de asociar la inteligencia con su propio género» y propone: «Para la inclusión de las mujeres hay que cambiar la imagen, establecer role models e incluirlas en la bibliografía. No puede ser que la educación formal sea estudiar hombres».
El sesgo de género
Las científicas coinciden en que hay una condición estructural e histórica por la cual características como la razón, la inteligencia y la objetividad son vistas como masculinas. «No se nos refleja en el objeto de estudio, que no es un sujeto universal y neutro sino un ‘varón hegemónico’: blanco, occidental y heterosexual», dice Mileo. Este presupuesto, según la comunicadora, afecta negativamente a la producción científica. «No es sólo una cuestión injusta para las mujeres -sostiene- la humanidad toda tiene conocimiento de menor calidad del que podría tener».
En los institutos de salud de Canadá, por ejemplo, se ha logrado incorporar que los trabajos tienen que tener cierta cantidad de sujetos femeninos o hembras en los ensayos para lograr la representación de las mujeres.
Una de las fallas más graves, según Mileo, es que «los científicos no creen en la existencia de los sesgos y, en consecuencia, la lucha por la igualdad sólo la llevan adelante las científicas». Además, advierte que «al ser un empleo precarizado no están dadas las condiciones de base para que sea una lucha de la totalidad del sistema científico porque primero pelean por sus puestos de trabajo y muchas veces el reclamo por la igualdad se considera como banal».
Un camino hacia la equidad
Aunque hay una desigualdad estructural que todavía persiste, la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología en conjunto con el Conicet promovieron una serie de medidas para achicar la brecha. Dora Barrancos (77), directora por Ciencias Sociales y Humanidades del Conicet, enumeró algunas de ellas en diálogo con LA NACION:
Una investigadora embarazada dispone de un año más para presentar el informe obligatorio anual.
Se amplió la edad límite de aplicación a la beca doctoral del Conicet de los 30 a los 32 años y la posdoctoral de los 32 a los 35. Si tienen hasta tres hijos, la edad de aplicación se aplaza un año por cada hijo.
Se incorporó un protocolo para llevar adelante las denuncias de acoso.
El directorio del Conicet no avala reuniones científicas que no tengan equidad de género. Esto se planteó a partir de que había numerosas reuniones científicas en áreas disciplinarias saturadas de mujeres y en los Congresos y otras reuniones no se reflejaba.
Hoy es el lanzamiento de la séptima versión del Congreso del Futuro, que se desarrollará entre el 15 y el 21 de enero del próximo año en las dependencia del Ex Congreso Nacional. Conocido por ser el principal evento de divulgación científico-humanista en Latinoamérica, El Mostrador Braga es uno de los media partner de este mega evento que tendrá a grandes mujeres como expositoras. Muchas de ellas se han abierto un camino en la ciencia y puesto temas de género que no se habían investigado con anterioridad.
Parte de quienes vendrán a expones, y algunas de las frases que han caracterizado su trabajo, son:
Diana Maffía, PhD en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires.
Investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (UBA). Fundadora de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología y de la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofía.
Se desempeñó como Defensora Adjunta del Pueblo y como diputada, siendo homenajeada con el premio “El Parlamentario” por su gran labor legislativa.
Desde 2012 dirige el Observatorio de Género en la Justicia dependiente del Consejo de la Magistratura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Es autora del libro “Búsquedas de sentido para una nueva política” (2005) entre otros.
Ha dicho: “Todas la leyes que afectan los cuerpos de las mujeres han sido votadas cuando en las legislaturas hubo mujeres.”
Hélène Landemore, PhD en Ciencia Políticas de la Universidad de Harvard. Master en Filosofia y en Ciencias Políticas.
Investiga la teoría democrática, los procesos constitucionales participativos y las teorías, y la democracia en el lugar de trabajo.
Ganadora del Premio David y Elaine Spitz 2015 al mejor libro de teoría democrática / liberal.
Autora de “Razón democrática: política, inteligencia colectiva y el dominio de muchos” (Princeton Press 2013) y “Democracia abierta: reinventar el gobierno popular para el siglo XXI” (de próxima aparición).
Entre sus frases destacas está: “A diferencia de la democracia representativa, la democracia post-representativa o abierta realmente empodera a los ciudadanos comunes”.
Ashton Applewhite, Escritora y activista estadounidense que vela por la no discriminación debido a la edad.
Reconocida por The New York Times, National Public Radio y la American Society on Aging como una experta en edadismo, término referido a la discriminación y estereotipificación por cuestiones de edad, es decir, cuando alguien asume que es demasiado viejo o joven para desarrollar algo.
Durante 2015 fue incluida dentro de la lista de 100 mujeres inspiradoras comprometidas con el cambio social.
Es autora del libro “This Chair Rocks: A Manifesto Against Ageism” (2016) y “Cutting Loose: Why Women Who End Their Marriages Do So Well “(1998). “El envejecimiento no es un problema a corregir, ni una enfermedad a curar. Es un proceso de toda la vida, natural, potente, que nos une”, ha señalado.
Judith Palfrey, Profesora de pediatría de T. Berry Brazelton y de Salud y Medicina Social en la Facultad de Medicina de Harvard.
Fue jefa de pediatría general del Hospital Infantil de Boston y presidió la Academia estadounidense de Pediatría entre el 2009-2010. La ex primera dama, Michelle Obama, la nombró directora ejecutiva de Let’s Move, un programa desarrollado para enfrentar la obesidad infantil.
Su investigación se centra en la prestación de servicios comunitarios a niños y jóvenes con necesidades especiales de atención médica y las formas en que los pediatras podrían abordar los determinantes sociales de la salud como parte de su responsabilidad profesional pediátrica de rutina.
En Chile, ella trabaja en el equipo de Un Buen Comienzo que es en un proyecto cuyo foco es capacitar profesores de escuelas municipales de escasos recursos con el objetivo de mejorar las competencias y habilidades.
Es autora de diversas publicaciones entre las que destacan ¿Rechazo o discriminación consciente contra los padres homosexuales? (2015); Transformando la atención médica infantil. Pediatría (2013), y Prevención de muertes por armas de fuego en niños (2013).
Uno de sus enunciados mas relevantes es: “En la actualidad hay 219 millones de niños menores de 5 años que no han desarrollado su potencial y viven en desventaja”.
Karen Lee Downes, Empresaria, emprendedora, coach y activista de impacto social.
Ha construido compañías exitosas, asesorado a líderes empresariales, dirigido programas de desarrollo para empresas FTSE 100 en todo el mundo y trabajado en organizaciones de la sociedad civil para transformar normas culturales arraigadas.
Fundadora y directora de la Iniciativa FLOURISH, una firma de consultoría que crea un nuevo paradigma de negocios. Co-fundó y construyó una empresa de medicina alternativa y una universidad de 9 millones, llevando una industria artesanal a la atención médica general.
Como agente de cambio social, trabajó durante años en India y Bangladesh para transformar el sometimiento y la marginación de las mujeres en estos países.
Es autora del libro “Aromatherapy 101” (2000) y coautora junto a Judith White de “Aromatherapy for Scentual Awareness”(1992) “No hay un momento más oportuno y de importancia crítica para que las mujeres ocupen su lugar como co-creadores y socios iguales para dar forma al futuro”, sostiene.
Katja Grace, Investigadora de la Inteligencia Artificial (IA)
Katja Grace tiene estudios en teoría de juegos y razonamiento antrópico.
Sus investigaciones se centran en la futura transición a la inteligencia artificial y su impacto para la humanidad (IA) en el Machine Intelligence Research Institute en Berkeley.
Tiene un famoso blog donde escribe sobre filosofía y sociedad www.meteuphoric.wordpress.com
Ha dicho: “La idea es que una vez que la IA (Inteligencia Artificial) sea lo suficientemente buena, la IA hará su propia investigación de IA (en lugar de humanos), y luego tendremos IA haciendo investigación de IA, donde la investigación de IA hace que la IA sea más inteligente y luego la IA puede hacer incluso mejor investigación de IA. Por lo tanto, se perderá el control de todo”.
Paulina De Los Reyes. PhD en la Universidad de Uppsala con una tesis sobre la pobreza y supervivencia rurales en Chile entre 1973 y 1989. Es Directora de Investigación y Doctorado en el Departamento de Historia Económica de la Universidad de Estocolmo (Stockholms universitet).
Su investigación se ha centrado en la vida laboral, la etnia y el género. La diversidad y la diferenciación muestran cómo las ideas de la desigualdad de las personas ayudan a consolidar las desigualdades y a discriminar inadvertidamente.
Experta en temas de género y equidad de oportunidades, tanto a nivel macro desde el Estado sueco, por ejemplo políticas para la agenda de formación superior e I+D, como a nivel más local, como políticas contra el acoso sexual y como en la Universidad de Estocolmo generaron incentivos para que más académicas mujeres puedan ascender a profesores titulares.
En los últimos años, su investigación ha tenido la interseccionalidad, el feminismo poscolonial y la teoría de la historia a la vanguardia.
Riane Eisler, Socióloga, Antropóloga y Abogada de la Universidad de California en Los Ángeles.
Su obra va desde la teoría de la evolución humana, historia de la cultura y modelos de cooperación, se considera como una mujer pionero en los estudios holísticos acerca de la humanidad.
Presidenta del The Center for Partnership Studies del World Future Council, co-fundadora del General Evolution Research Group (CERG), responsable del área de investigación de la Academia Mundial de Arte y Ciencia de la World Business Academy.
Autora de los libros: “Placer Sagrado II: Nuevos caminos hacia el poder personal y el amor” (2002), “Placer Sagrado I: Sexo, mitos y política del cuerpo” (2002) y “El cáliz y la espada: La mujer como fuerza en la historia” (1997).
Por su amplia labor ha recibido un reconocimiento en la Primera Enciclopedia Mundial de la Paz, Premio Nuclear Age Peace Foundation Leadership, el Primer premio Alice Paul ERA de Educación y el Humanist Pioneer Award. “Exijo el uso de indicadores de riqueza social, para que así podamos poner nuestro dinero en lo que realmente hace la diferencia, como el cuidado a las personas, que comienza desde la infancia”, sostiene.
Scilla Elworthy, Activista, nominada tres veces al Premio Nobel de la Paz.
En 1982 fundó el Oxford Research Group, expertos dedicados a desarrollar un diálogo efectivo entre los responsables de la formulación de políticas sobre armas nucleares. Miembro del World Future Council y co-fundadora de Rising Women Rising World, organización de mujeres que velan por la responsabilidad de construir un mundo que funcione con igualdad de condiciones.
Asesora el liderazgo de corporaciones internacionales seleccionadas por los “nuevos valores”, requeridos para el siglo XXI y enseña a jóvenes emprendedores sociales.
Entre sus libros destaca: “Power and Sex” (1996) y “Pioneering the Possible: awakened leadership for a world that works” (2014). “Si usamos nuestra ira como un motor, nos puede ayudar a superar momentos terribles”, ha declarado.
Sylvia Earle, Bióloga marina y ex jefa del National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), organismo norteamericano destinado a la investigación marina.
Ha protagonizado una infinidad de expediciones y cuenta con más de 6.000 horas de inmersión. Fundadora del Deep Ocean Exploration and Research, Inc., Mission Blue and SEAlliance, y presidenta de los Consejos Asesores del Harte Research Institute y del Ocean en Google Earth.
Apodada “Dama de las Profundidades” y considerada una de las más grandes exploradoras del siglo XX. Ha dirigido más de 60 expediciones y posee el récord de profundidad en inmersión en solitario.Su lucha es salvar los océanos. Elegida Mujer del Año en 2014 por ser la cara visible de la biología marina. Fue designada en 1998 “heroína del Planeta” por la revista Time. Autora de los libros “Blue Hope: Exploring and Caring for Earth’s Magnificent” (2014) y “Ocean Atlas Of The Ocean Teacher’S Guide” (2001).
Thais Corral, Fundadora Organización de las Mujeres para el Medio Ambiente y Desarrollo.
Periodista con un máster en la Universidad de Harvard. Posee una maestría de la Kennedy School of Government, un postgrado de la Universidad de las Naciones Unidas y la Universidad de Chicago.
Fue fundadora en 1990 y vice presidenta de la organización internacional WEDO (Women’s Environment and Development Organization, Organización de las Mujeres para el Medio Ambiente y el Desarrollo). También fue presidenta de LEAD Brasil hasta 2015.
Es crítica del hedonismo de las nuevas generaciones y de un mundo cada día más competitivo, que busca imponer una mayor atención a la imagen y la apariencia. Sus objetivos son amplios ya que abarcan temas educativos, de salud, derechos humanos y desarrollo.
Reconocida como “Mujer del año 2001” por el Consejo Nacional de Mujeres de Brasil. En 2004 recibió como parte de WEDO el Premio Earth Campion por el PNUMA.
Una de sus frases más destacadas es: “La sobrevaluación del cuerpo delgado y bien modelado no es un fenómeno sólo brasileño, sino que está presente en las grandes metrópolis del mundo.”