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Mostrarnos solo como víctimas aumenta nuestra vulnerabilidad

Comparto con ustedes la entrevista realizada por el portal Diario Uno de Santa Fe.

«Mostrarnos solo como víctimas aumenta nuestra vulnerabilidad»

Diana Maffía estuvo en Santa Fe y analizó el problema de la violencia, los vagones exclusivos y los roles dentro del hogar.

La distribución equitativa de las tareas de cuidado dentro de la familia es una de las líneas claves, a criterio de Diana Maffía, para lograr que las mujeres puedan estar en igualdad de condiciones en el ámbito público. Pero además, la investigadora remarcó que el Estado debería tener un rol central en ese tema. La militante feminista estuvo en Santa Fe para dar una charla sobre construcción de la ciudadanía de las mujeres y la ciencia, en el marco de la campaña «Más Igualdad, mejor ciencia» de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
«Los mismos obstáculos que encontramos las mujeres para integrarnos en las universidades, en las academias y en los equipos de investigación científica, es la que encontramos para nuestra participación política, para el ejercicio de derecho y en la construcción de ciudadanía. Las cosas están interrelacionadas», explicó en diálogo con Diario UNO.
Y siguió: «El motivo por el cual las mujeres quedamos fuera de la ciudadanía y del ejercicio de derechos es porque las descripciones de lo femenino eran de algo inferior o incapaz. Y esas descripciones eran dadas por la ciencia, que decía que nuestros cerebros eran más livianos, nuestros cráneos más pequeños, y todavía dice algunas cosas como que nuestras hormonas o lateralización cerebral nos hace aptas o no para determinadas cosas. Era una ciencia construida por varones blancos que iban a decir que los demás son inferiores. Ver esa historia nos hace ver la profundidad de la discriminación y la vinculación que hay entre poder participar en la construcción de la ciencia y no hacerlo».
—El Conicet tuvo avances significativos en los últimos años en la generación de políticas que contemplan que las mujeres tienen una mayor carga en el cuidado de la familia y por lo tanto contemplan plazos especiales a la hora de concursar, por ejemplo. Pero ¿qué falta para lograr una mayor igualdad y que las mujeres ocupen más lugares de poder?
—Primero hay que decir que esas medidas se lograron porque había una mujer feminista en el directorio del Conicet, que es Dora Barrancos. Las feministas tenemos un eslogan que es «lo personal es político» y significa que las vidas personales están atravesadas por relaciones de poder, en la familia, la pareja y la maternidad, entre otros aspectos. Por ejemplo, que haya un límite en la edad de ingreso a la carrera de investigación afecta especialmente a las mujeres porque tienen que elegir entre sus proyectos de vida y familiares y sus carreras. Entonces, la institución se hace cargo de una política del cuidado y la reproducción diciendo explícitamente que hay cuerpos a los que le pasan otras cosas que a los de los hombres blancos adultos que formaban parte del Conicet los primeros 50 años. Yo creo que todavía tenemos que medir el impacto de esas acciones explícitas, pero pienso que son muy oportunas y necesarias. La políticas de cuidado son un núcleo muy importante para poder avanzar en equidad, en todos los ámbitos.
—En los últimos años, las mujeres lograron ocupar importantes lugares en el ámbito público pero aún queda la deuda dentro del hogar ¿Por qué es más difícil romper esa desigualdad?
—Eso se puede explicar con el mismo pensamiento patriarcal que valora lo público y desvaloriza lo privado. Si lo público es cosa de hombres y es valioso, las mujeres vamos a ser premiadas si logramos horadar esa barrera e ingresar a ese ámbito. Un varón que vaya de lo público a lo privado, donde las tareas están desvalorizadas y feminizadas, no va a encontrar reconocimiento sino, probablemente, burlas de otros varones o calificativos poco edificantes. De todas maneras, creo que hay algo en la cultura de la gente más joven, varones y mujeres, que explicitan la distribución equitativa de las tareas y las responsabilidades domésticas; y eso me parece saludable. Lo ideal sería que cada uno haga eso para lo cual tiene habilidad y gusto, y que se resuelvan colectivamente las cosas.
—¿El Estado puede aportar para lograr equidad hacia adentro del hogar?
—Es imprescindible pedirle al Estado políticas públicas vinculadas al cuidado. Hay un triple condicionamiento. Primero, las tareas reproductivas y de cuidado están feminizadas, cuando en realidad son responsabilidad de quienes conviven en un lugar. Segundo, están privatizadas, se piensa que la resolución de quien realiza esa tarea queda a criterio de cada familia y no es una parte de la responsabilidad pública responder con herramientas que permitan acompañar a un anciano, a una persona discapacitada o a un niño o niña. Esas son políticas que el Estado debe dar para el cuidado de la población. Y el tercer rasgo es que están mercantilizadas, porque si no nos hacemos cargo personalmente tenemos que contratar a alguien que lo haga. Entonces siempre va a ser una responsabilidad privada sin intervención del Estado. Eso no debe ocurrir porque no todo el mundo tiene capacidad para contratar y es muy común, sobre todo en la carrera científica, que muchas mujeres abandonen su carrera en el segundo hijo porque ya la capacidad económica para responder a las necesidades de cuidado no alcanza.
—Como contracara de esas medidas positivas aparecen también propuestas que generaron rechazo como la de los vagones exclusivos para mujeres, ¿qué opina de esas iniciativa?
—Seguramente estuvo hecho con buena intención pero a mí me parece que hay un equívoco muy grande. La idea de producir un vagón donde, en la hora pico, las mujeres no sean manoseadas o incomodadas como nos ha pasado a todas las mujeres. Entonces el proyecto de ley de Graciela Ocaña tenía el sentido de darle a las mujeres la posibilidad de ir en un vagón donde no hubiera varones para evitar el acoso. A mí me parece que no podemos darle a las mujeres el mensaje de que, para defenderse de los acosos, no debemos compartir ámbitos con los varones porque compartimos todos los espacios. ¿Si una mujer se sube a otro vagón es porque está accediendo a que la toqueteen? Las mujeres tenemos que viajar seguras en todos los medios y se nos deben dar esas condiciones de seguridad. La empresa de subte no está cumpliendo su obligación de aumentar la frecuencia y la cantidad de coches en horas pico. No se tiene que dar por sentado que el hacinamiento es una condición natural del viaje.
—¿Y en qué lugar deja ese tipo de propuestas a los varones?
—Está el problema de cuál es el concepto de varón que tenemos. ¿Todos ellos son acosadores en potencia? Vamos a estigmatizar a los varones pensando que cualquiera que quiera entrar a un vagón donde hay mujeres quiere acosarlas. Pero no es así. Luego hay un problema con las edades porque ¿a qué edad deja de ser un niño y empieza a ser un depredador sexual? Muchas veces se pone un límite de edad, por ejemplo los 14 años. ¿Entonces a los 14 años y un día ya depreda? Es un problema que da por sentada la naturalidad de un medio de transporte que no da respuesta a sus usuarios.
—¿Qué mensaje deja esa idea?
— Creo que es un proyecto desafortunado. La idea de que a las mujeres hay que segregarnos para estar seguras es la que nos conduce a pensar que el ámbito público no es nuestro, que no debemos andar por la calle porque a una mujer que violen en la calle le van a preguntar si estaba sola o cómo estaba vestida, señalando la situación en la que parece legítimo que un varón se apropie del cuerpo de una mujer. Y quedarnos en nuestra casa tampoco es seguro. Ya se sabe que el lugar de mayor riesgo para la integridad de las mujeres es su propia casa.
Impunidad
Maffía se refirió a las movilizaciones #NiUnaMenos y analizó: «Todavía no son visibles todas las formas de violencia. Cuando hay agresión física es que hay muchas otras formas de violencia que están tipificadas por la ley, que tienen una penalidad, pero se perciben como relaciones naturalizadas entre varones y mujeres. Entonces, muchas veces, no son denunciadas o son menospreciadas. (…) La idea de hablar de femicidio es hablar de una estructura política que sostiene impunes las múltiples formas de violencia hacia grupos vulnerables, en este caso las mujeres, y también deberíamos hablar de las mujeres trans asesinadas».
—¿Por qué siguen operando con tanta fuerza prejuicios como «viajaban solas» o «se encontró con alguien que conoció en Facebook» si se empieza a dar una mayor visibilización y rechazo a la violencia machista?
—Son prejuicios que están instalados en la mentalidad de comunicadores, jueces, policías y muchas instituciones que juzgan desde esos estereotipos. La cuestión de la violencia es de una gravedad enorme pero las mujeres no solo somos víctimas, también tenemos muchas potencialidades para soluciones. Entonces ponernos en visibilidad solo como víctimas de violencia aumenta la construcción de vulnerabilidad de las mujeres y la sensación de impunidad de los varones porque la mayoría de estas causas quedan impunes. Se difunde a la vez «las mujeres no pueden» y «los varones son impunes si realizan actos de violencia física o si asesinan».
—¿Cómo se puede aportar al cambio de paradigma?
—Un paradigma es un cambio cultural y, por lo tanto, tiene que ser en nuestra manera completa de percibir la vida. Si yo no valorizo la presencia de mujeres en instituciones, si tengo un gabinete de ministros que son en un 85 por ciento varones, si no le doy credibilidad a la palabra de una mujer cuando va a denunciar no puede haber un cambio profundo. Me parece que el cambio pasa por la capacidad de las mujeres de ver los problemas de otras mujeres como un tema de género, estructural, social y no individual. La violencia no es solo el problema de una persona con otra, es un tema político.

También en ciencia, a mayor categoría menos mujeres – El Litoral

Comparto con ustedes la entrevista publicada en El Litoral de Santa Fe

También en ciencia, a mayor categoría menos mujeres

Una paridad difícil de alcanzar en el campo científico, con muchas menos mujeres en las escalas superiores de investigación, los “peajes” para llegar a esas categorías y la necesidad de políticas públicas que establezcan la responsabilidad del cuidado familiar, en este diálogo.

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Gabinete masculino. Para la investigadora, la paridad tiene que ser un objetivo de la comunidad científica. Mientras tanto, el gabinete nacional de Ciencia y Técnica está formado sólo por varones. Foto:Flavio Raina

Nancy Balza

politica@ellitoral.com

Una mujer científica cuenta que cuando una colega obtuvo su ingreso a la carrera de investigación, algunos compañeros la saludaban y otros le preguntaban: “¿Estás embarazada?”. La anécdota fue recogida por Diana Maffía en el desayuno de trabajo organizado el jueves último por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UNL, en el marco del programa Más Igualdad, Mejor Ciencia. Y su conclusión fue que “felicitar a una mujer en el ámbito de una universidad, de investigación y por colegas debía ser un logro femenino, y el logro femenino es tener hijos”.

Siguiendo en esta línea y a la hora de analizar algunas dificultades que atraviesan las mujeres para acceder a las escalas superiores, Maffía, Dra. en Filosofía e investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA evaluaba: “Si el logro femenino es tener hijos y queremos tenerlos, ¿cuál es el acompañamiento institucional para esta enorme diferencia entre varones y mujeres?”.

—¿Qué tan lejos o qué tan cerca estamos de lograr la igualdad de género en el campo de las ciencias?

—Depende del modo en que lo analicemos. Una cuestión es la estadística, la más fácil de ver: cuántas mujeres y cuántos varones hay en cada categoría. Y ahí notamos, como en otras áreas de trabajo, la cuestión de la segregación vertical: a medida que ascendemos en la categoría hay menos mujeres y más varones. Entonces, estadísticamente somos la mitad del sistema de investigación pero acumuladas en las categorías más bajas, y a medida que se asciende la proporción es muy desventajosa para las mujeres. La proporción de investigadores superiores en este momento debe ser de un 75 % de varones y 25 % de mujeres. Cuando comenzamos a trabajar en la Red de Género, Ciencia y Tecnología en el año ‘94, la proporción era de 8 % de mujeres y 92 % de varones. Quiere decir que en poco más de 20 años alcanzamos a ser la cuarta parte de los investigadores superiores, pero todavía estamos lejos de la paridad si miramos la ubicación en la escala. Lo mismo pasa en otras tareas, en la Justicia, la empresa o la política.

—¿De qué otra manera se puede analizar?

—Otra manera de mirarlo es a partir de cuáles son los “peajes” que pagamos las mujeres para llegar a esa categoría y analizar cuántas mujeres quedan en el camino y por qué. Y vemos algo que recién se empieza a trabajar en los últimos años de manera teórica que es la desigual distribución en las tareas de cuidado. Está implícito que las mujeres nos vamos a hacer cargo de la crianza y de las tareas domésticas, cosa que en parejas más jóvenes y más igualitarias ya han discutido. Pero no se trata de discutirlo en el plano de la intimidad, sino de hacer una discusión política al respecto. La política no está organizada alrededor de esas necesidades sino de prioridades económicas. Siempre empiezan más mujeres y varones en la carrera de investigación y en algún momento se hace una meseta y luego baja abruptamente la cantidad de mujeres.

—¿Hay una edad en la que ocurre ese amesetamiento?

—La edad es entre los 35 y 45 años, que es cuando el conflicto se presenta de manera más intensa. En general, las mujeres abandonan la carrera después del segundo hijo; con el primero la pilotean como pueden. Además, tiene que ver con cuáles son los salarios que perciben las mujeres y la posibilidad de que ese trabajo de cuidado pueda ser suplido en el mercado. La responsabilidad del cuidado debe ser pensada desde las políticas públicas: no debe estar feminizado porque es una responsabilidad de todos y todas; no debe estar privatizado, porque no es solamente una necesidad que surge del ámbito de la familia, ni tampoco mercantilizado, porque eso implicaría que algunos puedan acceder y otros no. Para que haya igualdad en los planos profesionales, deben explicitarse estas responsabilidades de cuidado.

En el Conicet, la Dra. Dora Barrancos que está en el directorio cumpliendo su segundo período, promovió medidas específicas para facilitar el equilibrio entre carrera y familia: la posibilidad de extender un año el informe de investigación en el período en que la mujer ha gestado o ha tenido un hijo, y la posibilidad de extender el límite de edad para que pueda ingresar a una categoría: si tiene un hijo, un año más, dos hijos dos años, tres o más hijos, tres años. Eso hace que no se pierda el tren de la carrera pero tampoco la voluntad o el deseo de tener hijos en el momento en que crea apropiado hacerlo.

—El porcentaje de mujeres en cargos superiores de investigación se amplió, ¿en algún momento se va a alcanzar la paridad?

—Lo que tiene que ocurrir es que ése sea un objetivo de la comunidad científica. Y tengo que decir, con decepción, que el ministro de Ciencia y Técnica tiene un gabinete exclusivamente formado por varones. Entonces, la igualdad de género y la equidad no parece ser parte de sus objetivos. En el Conicet sí se ha avanzado bastante y tenemos que insistir con todas las políticas públicas, no sólo de ciencia y tecnología. Porque no es que tengamos exceso de científicos: necesitamos más científicos y científicas. Entonces, desperdiciar recursos humanos por un prejuicio de género es poco inteligente. Los mismos argumentos con los cuales se desarrolla una política científica nos tendrían que llevar a favorecer la equidad. Cuando esto no ocurre es porque hay inclinaciones prejuiciosas o falta de sensibilidad con este tema. La sensibilidad se educa y tengo la esperanza de que al ministro de Ciencia y Técnica, Lino Barañao, logremos educarlo.

«Producir una convocatoria dirigida a mujeres, donde podemos vernos, escucharnos y establecer esta empatía con otras experiencias, me parece que es de un impacto en cuanto a política científica muy importante y original”.

DIANA MAFFÍA

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El dato

PERFIL

  • Diana Maffía fue diputada de Caba (2007-2011) por la Coalición Cívica/ARI, es Dra. en Filosofía de la UBA, investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de dicha universidad, donde dirige con Dora Barrancos un programa sobre “Construcción de ciudadanía de las mujeres y otros grupos subalternos”. Miembro del Consejo Académico del Centro de Formación Judicial del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, es docente de la UBA y de la Maestría de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Rosario; y además autora de numerosas publicaciones.

Lo importante

EL MARCO

  • Diana Maffía estuvo en la ciudad para disertar en el marco de la campaña “Más igualdad, mejor ciencia”, que lleva adelante la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UNL, a cargo de Érica Hynes. Fue la segunda conferencia que ha organizado en el año sobre la temática que tiene como fin fomentar la participación de las mujeres en ciencia, y promover el debate y el análisis de la cuestión de género en el ámbito científico.

Fuente: http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2016/06/21/politica/POLI-06.html

Semana por el aborto legal – FFyL UBA

Les hago llegar esta invitación al Panel «El aborto en la universidad, un debate pendiente» que se realizará hoy en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en el marco de la Semana por el Aborto Legal. Martes 23 de agosto, 17hs. Puan 480 (CABA).

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Nuestros cuerpos son herramienta y territorio de luchas

Dejo aquí la entrevista realizada con Agencia Sin Cerco.

foto de la conferencia

“Nuestros cuerpos son herramienta y territorio de luchas”

Por Laura Charro.*

Feminista, doctora en Filosofía y directora del Observatorio de Justicia y Género en el Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, Diana Maffia es una de las voces imprescindibles de la militancia feminista contemporánea. Con lucidez en las palabras y claridad expresada con la voz y la mirada, repasó los temas de la agenda de género que hoy nos preocupan y nos convocan a tomar el espacio público “históricamente relegado”.

En el marco de las jornadas denominadas “Fundamentos Feministas. Feministas con fundamentos”, realizadas en el Centro de Estudios Igualdad Argentina y organizadas por la diputada provincial Silvia Augsburger, Diana Maffia tuvo a su cargo la conferencia inaugural denominada “Público/Privado: los cuerpos de las mujeres como territorio en disputa política”. Una historización del cuerpo de las mujeres como territorios de luchas políticas y personales. Confinadas históricamente al espacio doméstico, responsables de la reproducción biológica, social, de fuerza de trabajo del hombre y desfavorecidas en la valoración que impone la cultura sobre los cuerpos, nos reconocemos en lucha aun hoy por nuestros derechos plenos.

 

En dialogo con Sin Cerco, Diana manifestó su satisfacción por hechos de coyuntura como fue la presentación en los últimos días del Plan de Acción para la Prevención de la Violencia de Género, una deuda pendiente desde hace años.

—¿Qué opinión te merece el Plan presentado por el Concejo Nacional de las Mujeres, presidido por Fabiana Tuñez, en un contexto de recorte de otro tipo de políticas que se vinculan a ésta, como la de Educación Sexual Integral -ESI-?

Creo que la presentación de Plan Nacional es un punto muy positivo en el que la Argentina como país estaba en deuda. Ese plan debería haberse presentado en el 2014. La verdad es que la política en relación a género del gobierno de una presidenta mujer fue muy lamentable. Lamentable porque pusieron a cargo un equipo con falta de capacidad y eso no es inocente. Porque se pone a alguien que no es capaz y no se le da presupuesto.
Quizás, se olvidó cual es el objetivo del Consejo Nacional de las Mujeres -CNM. El objetivo es hacer cumplir dos convenciones muy importantes: la CEDAW -Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer- y la de Belém do Pará -Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar Y Erradicar la Violencia Contra la Mujer- a nivel de todas las políticas públicas. Es decir, que la idea del Consejo es garantizar políticas públicas igualitarias para varones y mujeres en todos los niveles de acción.
En este momento, el CNM sigue dependiendo de Desarrollo social, o sea, que hay muchas cosas que se deberían cambiar. Pero, que en seis meses se haya puesto a una feminista en el frente como Fabiana Tuñez, me parece que es un signo hacia el movimiento de mujeres muy importante. Una persona luchadora, consecuente, con muchos años de activismo feminista, que se responsabilizó por algo que debería haber sido una política de gobierno, como era el registro de femicidios. Que en seis meses, Fabiana haya cumplido esa deuda me parece que es un signo importante hacia nosotras.
El proyecto, lo sé por ella, va a ser puesto a consideración del movimiento social de mujeres y esa también va a ser una instancia para nosotras de leerlo, estudiarlo y proponer cambios si lo consideramos; pero al menos es cubrir una deuda con organismos internacionales de DDHH que va en el sentido de tomarse en serio los derechos de las mujeres.
Al mismo tiempo, ESI es un objetivo importantísimo. No se puede estar en contra del aborto y, a la vez, que no haya educación sexual y acceso a la anticoncepción, porque entonces ¿qué quiere decir que estés en contra del aborto si vos impedís que haya políticas necesarias para evitar los embarazos no deseados o los embarazos inoportunos? Yo creo que tiene que haber un plan integral y que ese plan obviamente tiene que incluir educación sexual.

—¿Crees que se va a ser posible un debate en el Congreso en relación a la legalización del aborto, después de los dichos de Macri sobre su absoluta oposición al proyecto?

—Si él dice que los poderes son independientes, y es consecuente con eso; y lo dice acerca de la justicia, entonces lo tiene que sostener también con el poder legislativo. Uno de los motivos de campaña de Macri fue no hacer un gobierno personalista sino hacer un gobierno de equipos y que no haya presión del ejecutivo sobre los otros poderes. Este es un tema del poder legislativo claramente, que debe debatirlo de manera plural, porque es ahí donde las personas hemos votado legisladores de todas las ideas políticas, que nos representan en la pluralidad de ideas del país. No es así en el ejecutivo y no es así en el judicial. Ese, es el lugar donde el debate debe darse.
Tenemos que tomar decisiones importantes en relación a cuáles son los plazos razonables en los se puede pedir la interrupción del embarazo y los motivos por los cuales se puede pedir. Son cosas que están dentro de las legislaciones de todo el mundo y que debemos discutir con nuestra constitución, nuestro código penal y nuestros tratados internacionales firmados. Si la opinión de Macri interrumpe el debate legislativo, deberemos comprobar, con mucha pena, que hay autoritarismo; que hay una concepción totalitaria, que no hay pluralidad de opiniones y diálogo como se prometió y que no se está respetando el ámbito de la legislatura para discutir esto. Entonces, la verdad, imponer esa posición tendría un costo altísimo.

—En este contexto de espera del debate tenemos el caso de Belén – la joven tucumana, presa por un aborto espontáneo y condenada a ocho años de prisión – como paradigma de una ley de aborto no punible que no se cumple.

—El caso de Belén, me parece que es un caso que concitó mucha atención a nivel nacional, a pesar de que hace dos años que está presa. Se nota que cuando las cosas quedan a nivel provincial es muy difícil hacer oír la voz, incluso de las mujeres que están acompañando el caso. Un caso que es arbitrario, abusivo.
Es realmente horroroso cuando se analiza cuál es el camino que lleva a esa mujer a la cárcel- a ella como a muchas otras-, cuando se analiza todas las veces que el Estado no estuvo cuando tenía que estar y donde tenía que estar, dejándole a las mujeres soluciones escasísimas para poder seguir adelante con sus vidas. Y que sólo se haga presente para prohibir y encarcelar en el último eslabón de la situación, sin las pruebas suficientes, sin que ella tenga un derecho de defensa ni siquiera con la investigación judicial apropiada. La han encarcelado sin confrontar las opiniones, de una manera tan arbitraria y tan vergonzosa que cuando esa descripción llega a los medios nacionales, recién ahí, es cuando empieza a haber un poco de movimiento y preocupación por esto. Es evidente que nuestros cuerpos son herramienta y territorio de luchas. Yo creo que éste, el caso de Belén, es uno de esos casos en que el Estado puede ser demandado, no solo por acción sino por omisión y que si esa demanda existiera, claramente se vería que no es precisamente Belén la que tiene que estar presa.

—En octubre comienza, aquí en Rosario, el Encuentro Nacional de Mujeres -ENM- ¿Qué significan los Encuentros para vos? ¿Qué relevancia personal y militante tienen?

Yo fui al primero, soy de la primera camada de los Encuentros. El impacto para cualquier mujer, el impacto de ir a su primer ENM realmente es algo inolvidable. Yo quisiera que todas las mujeres pudieran al menos un año ir con sus amigas, con sus compañeras de escuela, facultad, trabajo, sindicato, parroquia, con quienes se les dé la gana, pero que tuvieran el impacto de ver una ciudad dinamizada y apropiada por las mujeres. Donde, cuando vos salís a la calle, sabés en complicidad que esa mujer está en el mismo proyecto de vida que vos. Cosa que a los varones les pasa todo el tiempo y a nosotras nunca porque estamos encerradas en el ámbito doméstico.
Tenemos que pensar que vienen treinta mil mujeres que a veces tienen realidades absolutamente diferentes de las de un comité, de las de una agrupación política, de la disputa que tiene la izquierda con la otra izquierda, incluso la izquierda con la derecha. Hay mujeres que para poder asistir hacen un esfuerzo durante todo el año, que viajan muchísimas horas en micro, que lo hacen con una esperanza, con una expectativa que cuando somos mezquinas en estas cosas, tenemos que pensar para quiénes estamos haciendo un ENM. No es para molestar a la de al lado, es para agrandar esa posibilidad de la sororidad, de la fraternidad feminista, de encontrarnos con otras, de permitir que se acceda a espacios de diálogo que es muy difícil, a veces, en las propias comunidades abordar. Temas que tienen que ver con sexualidad, con aborto, con violencia, con prostitución. Realmente creo que el ENM es una cosa grandiosa, original, propia, nuestra, de mantener esta dinámica de año a año ir cambiando de lugar.

—¿Cómo ves los avances en relación a una de las violencias más importantes y menos visibles como es la violencia simbólica, tanto en los medios de comunicación, como en nuestra cotidianeidad, llena de discursos difíciles de romper?

Las comunicadoras y comunicadores con perspectiva de género están trabajando fuertemente. Creo que sí hay acuerdos sobre la violencia simbólica al punto de generar buenas prácticas, decálogos para la intervención y cuando se usan mal, hay que denunciar, ir a los organismos correspondientes. Pienso que se ha avanzado muchísimo en ese aspecto.
Lo que sí suele ocurrir, es que es difícil generar una aceptación en el “sentido común” acerca de que ciertas cosas son violentas; que un piropo es violento, que un comentario sobre tu aspecto físico es violento, que un chiste es violento. Porque son los modos de la comunicación humana que transmiten valoraciones misóginas, pero que están en el contexto aparente del buen trato. Entonces, cuando vos denuncias el efecto violento de esas prácticas: sos la feminista amarga que arruina el buen momento. Ahí, sí tenemos que trabajar, en estas prácticas del “sentido común” y no tanto en las cuestiones de responsabilidad pública como en los medios de comunicación o los medios audiovisuales que tienen antecedentes y entrenamientos, y lugares institucionales que son buenísimos.
Te dicen algo que parece ser positivo y encierra una carga negativa. Negociar esto es un poquito más difícil, pero también es difícil entre mujeres, no solo con los varones. La cuestión de lo cotidiano, de nuestros compañeros y compañeras de la vida; prestar atención a  cuáles pueden ser los aspectos misóginos, machistas, patriarcales, androcéntricos de determinadas prácticas comunicativas que están dentro del “sentido común” y dentro de la comunicación amistosa, es también la tarea.

*Laura Charro es licenciada en Comunicación Social e integrante de la organización Con X: Comunicación Plural e Igualitaria.

Foto: Carla Cipolletta

Las declaraciones de Cordera fueron brutales y delictivas

Comparto con ustedes la nota publicada el pasado 15 de agosto en Notife, Diario Digital de Santa Fe

«Las declaraciones de Cordera fueron brutales y delictivas»

Así lo afirmó Diana Maffía, doctora en filosofía y director del observatorio de género del Consejo de la Magistratura de la ciudad de Buenos Aires, en diálogo con LT10. Expresó que “muestran un lado patético de la cultura y la masculinidad”. Y agregó que “desde Cromañón, el rock perdió su posición ética y política”.

La doctora en filosofía y director del observatorio de género del Consejo de la Magistratura de la ciudad de Buenos Aires, Diana Maffía, dialogó con LT10 y aseguró “las declaraciónes de Cordera fueron brutales, violentas e incluso delictivas. Intenta crear un personaje con impunidad. Es increíble la crudeza con la que habló del fenómeno de adolescentes que siguen a las bandas”. La profesional además las catalogó como “patéticas”.

Diana Maffía agregó que “estas declaraciones muestran un lado patético de la cultura y la masculinidad. Las mujeres de TEA intentaron advertirle que no siga derrapando y él por su narcisismo siguió profundizando”.

La doctora analizó la cultura del estilo musical y expresó que “es interesante analizar qué construcción colectiva se hace de la masculinidad, del éxito, del rock. Antes, el rock tenía una posición ética y política. Esto se perdió con Cromañón y es difícil de recuperar”, afirmó.

Por último, Maffía resaltó que “lo privado no es un espacio sin ley. A las normas hay que respetarlas tanto en público como en privado”.