La semana pasada murió en Comodoro Rivadavia una mujer que fue quemada por su pareja, quien dice que ella misma se roció con alcohol y se arrojó a una hornalla tratando de suicidarse, y las quemaduras en sus brazos y manos obedecen al intento de salvarla. ¿Será otro femicidio impune?
El método se multiplicó a partir de haber tomado estado público el caso de Wanda Taddei, la mujer del baterista del grupo Callejeros Eduardo Vázquez que en febrero de 2010 la roció con alcohol y la prendió fuego, produciendo su muerte luego de espantosa agonía. La difusión mediática que tuvo el caso produjo un “efecto contagio” que multiplicó las amenazas y las ejecuciones de mujeres quemándolas.
La asociación civil La Casa del Encuentro (www.lacasadelencuentro.org), que hace muchos años se ocupa de violencia de género, lleva desde el 2008 una prolija estadística de su forma más extrema, los femicidios, según aparecen en los medios de comunicación. Cumplen así una función que debería corresponder a las políticas públicas estatales, sin disponer de las herramientas apropiadas (acceso a datos hospitalarios, policiales y judiciales) pero con enorme responsabilidad y convicción. Es gracias a esta ONG que ha ido tomando estado público la dimensión de este flagelo, y la necesidad de generar herramientas para evitarlo. Los casos recabados (207 en el 2008, 260 en el 2010) dan cuenta del aumento y han inspirado campañas como “260 hombres contra la violencia”, donde los varones toman el compromiso de luchar contra esta disposición de los cuerpos de las mujeres a manos de verdugos que las consideran de su propiedad. “Ni machos ni fachos” dice la organización Varones Antipatriarcales, renunciando a una forma de masculinidad servil a la explotación no sólo de las mujeres.
Algo para meditar es la responsabilidad de los medios de comunicación. En su momento, la red PAR por una comunicación no sexista elaboró un decálogo para expresarse correctamente sobre casos de violencia, dejando de hablar de “crímenes pasionales” u otras formas de expresión que encubren el problema estructural de la violencia de género (www.redpar.com.ar/decalogo ) . La campaña fue exitosa, hoy los principales medios de comunicación se preocupan y difunden los hechos en los términos apropiados.
La difusión produce a veces un doble efecto: por un lado la exhibición de límites aberrantes a los que llega la violencia contra las mujeres minimiza otras formas graves de violencia menos visibles (psicológica, económica, moral); por otro lado el efecto de imitación en los victimarios y de amenaza sobre las víctimas (“eso mismo te puede pasar a vos”) refuerza el mensaje de impunidad que no pocas veces acompaña las noticias. La mayoría de los femicidios han estado precedidos de denuncias no tramitadas, exclusiones del hogar violentadas sin sanción, y falta de protección y garantías para las víctimas.
Y es que uno de los cambios urgentes tiene que ver con la recepción de las denuncias por parte de las fuerzas de seguridad, y el tratamiento de los casos por parte de la justicia. La Corte Suprema de Justicia, con su Oficina de Violencia Doméstica produjo un servicio de acceso directo con atención integral inmediata, las 24 horas los 365 días del año; con su Oficina Mujer capacita efectores de justicia con una mirada de género sobre el tratamiento de los casos, y más recientemente en el difícil tema de la trata de personas en convenio con el Ministerio de Seguridad. Las tres Ministras (Nilda Garré, y las Ministras de la Corte Elena Highton en la OVD y Carmen Argibay en la OM) son ejemplos virtuosos del efecto de la presencia de mujeres en las máximas responsabilidades del Estado.
Para que estos resultados se consoliden y se reflejen en derechos, debe haber una variedad de políticas públicas que interactúen construyendo ciudadanías equitativas. Fortalecer la capacidad de las mujeres para una vida libre de violencia implica educar, generar conciencia, controlar las expresiones mediáticas que degradan y segregan a las mujeres, visibilizar y desnaturalizar las múltiples formas de violencia en las relaciones sociales, dar atención a las víctimas y a los niños y niñas involucrados en grupos de convivencia violentos, ofrecer grupos de ayuda, atención psicológica, patrocionio jurídico, refugios para los casos graves, casas de medio camino, capacitación e integración laboral que permitan rehacer un proyecto de vida autónoma.
La omisión política también puede ser una forma cómplice de la violencia sexista.
*Artículo escrito para el Diario Perfil.