Que hay detras de la pollerita demasiado corta?
Qué hay detrás de «tenía la pollerita demasiado corta»
Mariela tenía 17 años cuando seis varones la drogaron en una fiesta y abusaron de ella. Mariela ahora tiene 24 y sigue igual de angustiada por lo que pasó. Hay noches en las que no puede dormir porque se acuerda de todo. Hay ratos en el día en los que se nubla y tiene que frenar lo que está haciendo para poder resolverlo en su cabeza y seguir. No llora, no expresa su dolor, simplemente existe en esa oscuridad.
«¿Y por qué no denunció antes?». En su momento Mariela quiso contárselo a sus amigas pero tuvo mala suerte, ellas no le creyeron, entonces recurrió a su terapeuta y también le contó. Mala suerte otra vez: le echó la culpa: «No deberías haber tomado esa cerveza», le dijo. Después de esos intentos, Mariela decidió no hablar nunca más del tema. Eligió resolverlo así, negándolo. Estuvo seis años callada, pasándola mal, frisando su vida social, teniendo ataques de tristeza y de angustia aleatorios, intentando rearmar su vida y su sexualidad. Mariela anduvo perdida hasta que se dio cuenta de algo: la culpa no era de ella.
Yo la conocí porque me contactó hace algunos meses y cuando me contó su historia me di cuenta de que lo que le había pasado no había sido por «mala suerte», sino que hay una sociedad que aún hoy, ante todo, culpabiliza a las víctimas. Pero, ¿por qué? ¿Qué gira en el aire que a las cuatro personas que le consultó Mariela, las cuatro la hicieron responsable de una violación grupal?
La violencia de la excusa
Cuando propuse la nota charlamos con la editora porque, la realidad, es que es un tema muy ABC. El feminismo repite (a veces no tan) incansablemente que esta sociedad le enseña a las chicas a cuidarse pero no a los hombres a no violentarnos, pero aún así el discurso de la pollerita corta está presente en cada situación de acoso o abuso, ya sea en forma de terapeuta irresponsable y peligrosa, como título en un diario o como comentario debajo de una nota.
Para entender por qué continúa vigente ese mito de las mujeres culpables de los tipos violentos, no hay mejor persona que la filósofa y feminista Diana Maffia, a la cual consulté por este tema para que intentemos explicar de manera desenredada y clara por qué pensar cómo iba vestida en una situación de abuso, es violencia.
«El estereotipo de la sexualidad masculina es que es irrefrenable, que no es selectiva. Por eso los varones se verán compelidos a no dejar pasar ninguna oportunidad y serán burlados por los demás varones si lo hacen», sostiene Diana. Es que es cierto, a los hombres se los cría bajo esa premisa, ellos no «pueden» (ni deben) controlarse, la mujer, misteriosa y engatusadora, los hechiza y ellos caen en la tentación de nuestra red de seducción. Aunque no los estemos seduciendo. Aunque no siquiera sepamos que existen.
«Las mujeres son divididas entre las que son de un varón (en sentido patrimonial de propiedad, ´su´ mujer) y las que pertenecen al colectivo de todos los varones (los cuerpos apropiables, a cambio de dinero o por la fuerza, cualquier varón puede hacer con esa mujer lo que quiera). Para que eso no ocurra, la mujer debe dar un claro signo de ´recato´, de no disponibilidad, en la vestimenta, en los lugares que frecuenta, en los horarios, etc», dice Maffia.
Por otro lado, la abogada feminista Cinthia Amedei sostiene que antes era más fácil no creerle a la mujer, «es que siempre fuimos caracterizadas como seres irracionales, naturalmente seductoras e indecisas, incapaces de tomar una decisión. Todas características que le fueron atribuidas arbitrariamente. En los abusos sufridos se juega el ideal de la mujer pública y privada y los estereotipos que rondan a la mujer en lo particular; si estás en una fiesta vestida provocativa, sos pública, vos te lo buscaste, que hacías tan tarde y sola (no importa si eran 20 amigas, estás sola si no te acompaña un hombre)».
¿Cuánto debe medir el escote? ¿Cuál es la ropa apropiada para salir a la calle siendo mujer? ¿Existe una moral patriarcal para estos conflictos? Para el periodista y activista Lucas Fauno Gutiérrez, sí. «No se agrede porque hay una pollera. Se abusa y acosa porque hay un agresor que se siente contenido por un sistema machista que lo cubre. Responsabilizar a la víctima es lo que resguarda esa ´moral´ que construye el patriarcado y protege a los agresores».
Los dueños de la vía pública
«¿Se acuerdan cuando éramos chicas que si venía un pibe a sacarnos a bailar en vez de decirle que no queríamos le decíamos que teníamos novio para que no insista porque ya de chiquitas sabíamos que iban a respetar más a un varón inexistente que a nuestro propio deseo?», dice un tuit de Clara, una amiga. Dicha pregunta escaló a niveles altísimos y ya tiene más de 40 mil me gusta. ¿Por qué será? Y sí, por empatía. Porque todas hicimos eso, todas fingimos «tener dueño» para que nos dejen en paz porque nuestra negativa no le era suficiente a ningún hombre.
«Si la mujer se arriesga en un ámbito público, si usa una vestimenta considerada ´provocativa´ (porque rompe la regla del recato obligatorio), si está en un espacio de diversión sin ningún varón que sea su ´dueño´, si habla con un varón que no es su propietario, todos estos signos serán leídos como disponibilidad para la depredación», responde Diana y agrega: «Los varones no deben trabajar en controlar su sexualidad, como tampoco controlan la reproducción. Somos las mujeres las responsables de ambas cosas, o seremos criminalizadas».
De 1999 hasta hoy pasaron sólo 19 años. Hasta ese momento, la figura de violación en el código penal sólo valía si se trataba de una «mujer honesta». O sea, si era prostituta no podía ser violada porque su voluntad e integridad no importaba.
«Ahí se ve claramente la dicotomía entre mujer pública y privada, la mujer que merece respeto y a la que no, la mujer como objeto sexual y reproductivo. Se crea una disociación entre ambas facetas, que lo único que conlleva es el cuestionamiento a la mujer pero nunca al hombre que, por ejemplo, consume prostitución. Ellos sí gozan de una doble moral que las mujeres no, porque el sistema las puso en una posición de inferioridad donde no pueden decidir pero si ser objeto de decisión», sostiene Amedei.
Si bien estas posturas suenan y parecen vetustas, mientras escribía la nota que leen, un famoso diseñador de moda tiró al aire «cuiden a sus hijas, después si caminan a las tres de la mañana solas por la calle y vuelven todas violadas no se quejen». Frase que marca de manera clara cómo los hombres son aún dueños de la vía pública. Es el lugar en donde demuestran y perpetúan su poder.
Estos discursos perversos de culpar a quien fue abusada tienen, además, un lado muy oscuro y funcional a este sistema y se ocupan muy bien de que las víctimas no acusen ni denuncien por miedo a ser señaladas. Gutiérrez sostiene que «esa moral machista les sirve mucho porque lo que hace es que ni siquiera puedas enunciar lo sucedido porque tenés la cabeza tan quemada por esta moral impuesta y naturalizada que te impide poder hacerlo».
Un estudio hecho por el Instituto de Género y Promoción de la Igualdad por encargo de la Defensoría del Pueblo de Córdoba asegura que más del 50 por ciento de 400 hombres mayores de edad, considera que la manera de vestir de las mujeres es uno de los factores que motiva el acoso que sufrimos a diario en la vía pública.
Por otro lado, pero sumando al mismo argumento, el especialista en género y médico psiquiatra Enrique Stola, sostiene que «los hombres han organizado el espacio público. Siempre dictaron el cómo y el cuando las mujeres debían transitar. La lucha de las feministas obligó a cambios, con gran mejoría para todas y esperables reacomodamientos en el ejercicio de la dominación para ellos. En el imaginario social todavía subsisten los modos en que las mujeres deben circular y muchísimos varones, diariamente y a través de los medios de comunicación, tratan de recordárselos, sosteniendo así la misoginia y la dominación masculina tras la máscara del cuidado de los cuerpos femeninos».
Así como asegura Gutierrez, Stola refuerza la idea de «moral patriarcal» y propiedad: «Ellos suponen que toda mujer acompañada por un hombre ´tiene macho´ y debe ser respetada pues ya es propiedad privada. En cambio, la que va sola o en grupo de mujeres ´seguro está buscando levantar macho´ y es pasible de ser apropiada, sobre todo si evalúan que es una mujer libre y que no cumple con las pautas morales que ellos imponen en su estrecha mirada. Cuando una mujer es violada por un hombre o grupo de ellos, rápidamente se analiza la vida de ella, su participación en redes sociales y el cumplimiento de las normas que los machos ´buenos´ sostienen como efectivas para evitar la agresión de los machos ´malos´».
El «no» es universal
En 2009 Naciones Unidas organizó una campaña internacional protagonizada por Nicole Kidman y dio la vuelta al mundo. Casi diez años después el «no es no» vuelve a estar presente en las masivas marchas y en las redes sociales, aunque con una forma más contundente y otro significado. La campaña de Nicole nos contaba que «no» lo podemos decir en cualquier idioma, que no importa en qué país estés o seas, una violación es una violación. Hoy, el concepto cambió. Hoy el «no es no» también habla de estar en la cama con alguien y cambiar de idea, de no querer chapar con alguien en el boliche y que no te molesten, ni bailar, ni hablar, poder decirlo y que sea respetado.
El «no es no» habla de imponer nuestro derecho a decidir, a asegurarnos a nosotras y al mundo que nuestro cuerpo es, así como suena, nuestro. Que el propio deseo es, así como se lee: propio, y que nadie puede arrebatarnos dicha autonomía, vistamos como nos vistamos.
Si bien el foco en la víctima ya es un argumento fácil de rebatir, aún queda mucho por hacer. Desde este tipo de notas en medios masivos hasta muestras de arte dedicadas al tema. «What Were You Wearing?» («¿Qué llevabas puesto?») es una exposición que se realizó en la Universidad de Kansas y pretendió concienciar por qué es incorrecto que una mujer tenga más o menos posibilidades de ser violada según la ropa que lleve puesta. La exposición estaba compuesta por 18 historias reales de 18 mujeres que habían sido abusadas.
«Gracias al feminismo, se ha logrado deconstruir ciertas posturas e ideales que afectan a la sociedad. Cada vez más somos las mujeres que no callamos, que nos imponemos y que luchamos contra la violencia en todas sus formas, cuestionando la naturalización de la violencia sexista existente y concientizando a la sociedad», indica esperanzada Cintia Amadei.
«El cumplimiento de la Educación Sexual Integral es uno de los instrumentos para producir cambios. Las niñas y niños tendrían mayor conciencia acerca de sus cuerpos y de lo que es una conducta respetuosa en una sociedad democrática. Enseñar que los hombres no somos los dueños de los cuerpos de mujeres y colectivo LGTBIQ es una decisión política que hasta el momento casi ningún gobierno en el mundo decidió concretar», agrega Stola que también le sugiere a los hombres estudiar sobre género y feminismo para no cometer más errores, tanto en este tipo de discursos como en esperar que las mujeres, les «enseñen» sobre cómo deben comportarse.
Me acuerdo que cuando tenía 15 o 16 años, me encontré muchísimas veces en situaciones en las cuales no quería estar pero por haber dicho que sí al principio me la tenía que bancar. De no poder irme de la casa de un chico si ya había entrado, de no poder decirle que no quería tener relaciones sexuales si ya le había dado un beso. Durante la última y multitudinaria marcha del 8M, vi a cientos de adolescentes que en en su cuerpo tenían escrita la frase «No es no». Menos mal. Hoy esas chicas la tienen más clara. Hoy esas chicas son más libres.
Línea 137 de Atención a las víctimas de violencia familiar y sexual atiende las 24 horas los 365 días del año en CABA.