Hablaba en el post anterior de «hacer política de otra manera»… Lo que sigue fue lo que expresé con respecto a la imposibilidad de votar en el recinto el proyecto consensuado de regulación de aborto no punible. Ocurrió en la última sesión ordinaria del año, antes del recambio de la Legislatura que se hará esta semana con la llegada de 30 nuevos diputados y diputadas con quienes, espero, podremos avanzar en un terreno de respeto de acuerdos políticos. De más está decir que insistiremos con nuestro proyecto apenas comience el nuevo año parlamentario.
Sra. Maffía.- Pido la palabra
Señor presidente: para el día de hoy teníamos prevista una preferencia, que finalmente no apareció en el Orden del Día, respecto de un proyecto para reglamentar el aborto no punible en la Ciudad de Buenos Aires.
Originalmente, a partir de cuatro proyectos de ley, se consensuó un proyecto común. Llevó muchos meses llegar a ese consenso. En la Comisión de Salud, finalmente, logramos un proyecto que creo que cumplía con todas las condiciones como para evitar la principal causa de muerte materna en la Argentina y, en particular, en la Ciudad de Buenos Aires.
Los casos de muerte materna están muy mal distribuidos. Están distribuidos de modo tal, que existe la mortalidad materna de Canadá en la zona norte y la mortalidad materna de Formosa, en la zona sur. Cuando las mujeres mueren por causas relacionadas con el embarazo, parto y puerperio, mueren por aborto y, cuando mueren por aborto, es porque son pobres. De otra manera, no mueren por aborto.
Este proyecto consensuado –que creo que tenía ventajas notables, incluso, con respecto al proyecto que se estaba discutiendo en el Congreso de la Nación– requirió por parte de los diputados y diputadas de la Comisión de Salud varias jornadas de debate con asesores técnicos, que pudieran venir a hablar sobre cuestiones vinculadas con el embarazo adolescente, con la bioética, con los derechos humanos, con la ginecología y la obstetricia, con las violaciones y con los aspectos jurídicos y penales.
Todo eso se hizo pacientemente en varias jornadas de debate junto con asesores. Finalmente, el día en que debía salir el despacho y debía ser firmado, curiosamente, durante la reunión de la Comisión de Salud, apareció un despacho de minoría que no había sido enviado ni avisado. Se presentó en ese momento sin haber sido visto por ninguno de los asesores y asesoras de la comisión que, como dije, habían trabajado durante largos meses. Por supuesto, era un despacho que indicaba el archivo de ese trabajo que tenía bastante tiempo.
Luego pasó a la Comisión de la Mujer, y allí también recibió su firma. Pero, mientras estaba en este giro –eran dos los giros pedidos: a las comisiones de la Mujer y a la de Salud–, tuvimos la sorpresa de que se solicitó un giro adicional, sin haber sido discutido en la Comisión de Labor Parlamentaria y sin haber sido acordado por los jefes y jefas de bloque, en un momento en el que el jefe de bloque de Frente para la Victoria había sido reemplazado por su vice. Apareció sobre tablas una propuesta de giro, que fue festejada, y se hizo un giro extra a la Comisión de Justicia, comisión en la que raramente se debería opinar sobre este tema; pero esto fue lo que ocurrió.
Hablo de estas malas praxis de la política y de estas malversaciones de las reglas y de los consensos, porque es difícil ver cómo habiendo tenido preferencia para el día de hoy, este proyecto no fue puesto en debate en la Comisión de Justicia y, por lo tanto, no fue considerado.
Estamos en la última sesión del año y este proyecto desapareció como preferencia para ser discutido en el día de hoy. Esto significa que pierde estado parlamentario y que estos dos años en los que estuvimos trabajando tan duramente, en donde hubo un acuerdo para que haya libertad de conciencia, dicha libertad se transformó en imposición. De esta forma es como las personas dogmáticas entienden que puede haber un latifundio del bien, obligando e imponiendo sus convicciones, aunque sea a costa de la muerte, porque acá no interesa tanto la vida como el dogma; el dogma se sobrepone a la vida.
Entonces, quiero expresar, por supuesto, no solamente mi desacuerdo con que este proyecto no sea considerado y votado hoy con libertad de conciencia –como debió haber ocurrido y además había sido acordado políticamente– y con cómo se han traicionado todos los pactos, sino también mi decepción profunda por el modo de trabajo y de sostener los presuntos principios de quienes dicen regir su vida por estos; es decir, por el modo de pretender expresar las relaciones sociales de quienes dicen basarse en una relación amorosa con la comunidad y producen indiferencia, traición y muerte.
Realmente, uno de los objetivos para tomar esta banca fue privilegiar los derechos de las mujeres –derechos de un grupo altamente vulnerable–, sobre todo de las que no tienen defensa posible, porque no pueden entrar en un mercado de ciudadanía que sólo se reconoce a quienes pueden autoabastecerse y en donde el Estado no está: entonces, quienes no pertenecen al mercado no tienen nada, ni derechos ni capacidad de acceder a ellos.
Quiero dejar explícito mi desacuerdo, mi decepción profunda y ante la traición de todos los acuerdos a los que se habían arribado para llegar al día de hoy, a la última sesión del año, sin siquiera tener este proyecto consensuado, a partir de cuatro proyectos iniciales, trabajados durante prácticamente dos años. Dicho proyecto salió de dos comisiones y tuvo un giro innecesario a una tercera, en la que jamás se discutió y donde hoy cae de su estado parlamentario. (Aplausos.)