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comunicación social

Presentacion de libro, Metodo Guionarte

 

Les dejo esta invitación a la presentación del libro «El Método Guionarte, Guión y Creatividad I» de Michelina Oviedo, con la participación de Roque Larraguy y Susana Velleggia, el próximo miércoles 8 de noviembre a las 17:30 en la Librería Universitaria Argentina, Lavalle 1601 (CABA).

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Sincronicidad feminista

Comparto con ustedes la columna publicada el 24 de septiembre de 2017 en el Diario Perfil

Sincronicidad feminista

Por Diana Maffia

Deepak Chopra analiza la sincronicidad, la profundización de las complejidades del presente para ver que no hay coincidencias vacías de sentido. Esta semana viví dos experiencias en las que me gustaría buscar ese lazo oculto. La primera fue la repercusión de la participación de la vicepresidenta Gabriela Michetti ante la Asamblea General de la ONU. Quiero detenerme en su apreciación sobre las mujeres, “los atributos de lo femenino”, su “tendencia natural a unir”, su “vocación por nutrir, por cuidar, por tener una mirada empática” (aunque luego aclaró que estos no son atributos exclusivos de las mujeres), para concluir que “la nuestra debería ser, en definitiva, una obra de amor”. No leí todo su discurso, pero la escuché varias veces decir cosas similares.

Cierta concepción esencialista universal pasa de la descripción (cómo somos) a la prescripción (cómo deberíamos ser). Aunque la ética se ha ocupado de la imposibilidad de deducir proposiciones normativas a partir de proposiciones fácticas, esta falacia tiene un soporte cultural fuerte cada vez que la autoridad para determinar el lugar social de las mujeres proviene de nuestra presunta naturaleza. Las mujeres no sólo somos muy diversas: tenemos derecho a ser muy diversas.

Algunas mujeres somos madres y otras no, algunas tenemos amores que no resultan en la reproducción, algunas tenemos feminidades que no se expresan en cuerpos de mujeres biológicas. Y aún aquellas que somos madres, podemos o decidimos amamantar y otras no, y hay derecho a reclamar las condiciones para hacerlo o no, en concordancia con nuestros planes de vida. Y más: si a partir de nuestra capacidad biológica de amamantar se pretende explicar que la tarea de procesar los alimentos debe estar a cargo de mujeres, feminizamos las tareas de cuidado de modos que son lesivos para otro de los proyectos que Michetti expresó con menos contundencia que el original “pobreza cero”.

La segunda experiencia fue leer una entrevista a María Nieves Rico, directora de la División de Asuntos de Género (DAG) de la Cepal (El tiempo de las mujeres es político, 18/9/2017), que habló sobre la desigualdad política en el uso del tiempo en un seminario en Tucumán. Rosario, Tucumán, entre muchos otros espacios académicos y sociales, son lugares donde se desarrollan saberes fundados en datos, que son ignorados cuando se representa a nuestro país desconociéndolos y expresando opiniones que sacrifican esos estudios en –como la propia Michetti dice– “el altar de nuestros prejuicios”.

Hace más de 20 años que la DAG y los estudios feministas procuran que las políticas públicas incorporen una perspectiva de género, autonomía y derechos de las mujeres. Producimos estadísticas e indicadores para hacer seguimientos de nuestra situación, pero aún hay resistencias para que la pobreza se mida de un modo que incorpore este enfoque. Y no se trata sólo de desagregar información por sexo como variable relevante, sino de identificar modos de discriminación que derivan de la división sexual del trabajo, el sistema patriarcal, la falta de acceso a los recursos y los procesos de toma de decisiones. “Pobreza cero” debe incluir estos aspectos no sólo por razones teóricas, sino porque la pobreza tiene género: afecta más a las mujeres. Y la falta de tiempo de las mujeres, por la reproducción gratuita de las tareas de cuidado, extiende esa pobreza en el tiempo y derrama sobre la familia en las generaciones.

Que las tareas de cuidado tienen género es una asignación cultural y política (no natural ni biológica) que reproduce la pobreza. Las mujeres más pobres destinan más tiempo al cuidado que las más ricas (porque no pueden tercerizar esas tareas “domésticas” en el “mercado” –casi siempre informal– para que las hagan… otras mujeres). Pero en cualquiera de los quintiles de distribución económica el tiempo dedicado por las mujeres es mucho mayor que el de los varones, que casi no hacen tareas domésticas, tengan o no ingresos propios, cualquiera sea su nivel de ingresos, sean pobres o no.

Hace años que la economía feminista propone dar valor al trabajo no remunerado en el Sistema de Cuentas Nacionales, para hacer visible la producción oculta de las mujeres. Incorporar el aporte del cuidado al análisis macroeconómico, al diseño de políticas públicas y a la toma de decisiones. No se trata de mercantilizar el amor, sino de traducir la desigualdad al lenguaje de la moneda. Porque “el objetivo de avanzar al aspiracional pobreza cero” (según lo redefinió Michetti) requiere políticas para construir igualdad política, y no para justificar la desigualdad en las diferencias biológicas y psicológicas. Se requiere desnaturalizar las relaciones sociales, percibir las diversidades, no presuponer las demandas sino que participen en ellas las destinatarias.

Lo dijo el feminismo de los 60 y cobra nuevo sentido: “Lo personal es político”.

Mujeres en la revolucion y la revolucion en la vida de las mujeres

El próximo miércoles 19 de abril, a las 17:30, participaré de esta actividad en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA): Las mujeres es la revolución y la revolución en la vida de las mujeres, un diálogo entre feminismo y marxismo, con Andrea DÁtri (Pan y Rosas). Convocan y organizan: En Clave Roja – PAN Y ROSAS – REVISTA IDEAS DE IZQUIERDA. Puan 480. CABA.

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Conferencia en Bahia Blanca

Comparto con ustedes la nota publicada por La Nueva sobre la conferencia sobre violencias contra las mujeres dictada recientemente en Bahía Blanca, .

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Por Pablo Andrés Pascual/ppascual@lanueva.com

Fotos: Sebastián Cortés-LN.

“Hay criminales que proclaman tan campantes `la maté porque era mía´ así nomás, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer».

Con esas palabras el escritor uruguayo Eduardo Galeano describió la realidad de muchas mujeres consideradas por el varón como un patrimonio personal y sumergidas en un mundo violento.

Un informe del Instituto de Políticas de Género Wanda Taddei reveló que en nuestro país cada 18 horas una mujer es víctima de femicidio.

La cifra moviliza y pone de relieve esta preocupante realidad.

“Todo esto me hace pensar cuánto cuesta hacer valer aquello que los tratados internacional predican y supuestamente nuestras leyes deberían garantizar, que es una vida libre de violencia para cualquier persona, pero en particular para las mujeres, porque somos el 85 por ciento de las víctimas. No hay manera de no feminizar esa cifra, porque es demasiado estridente”, considera la filósofa Diana Maffía, quien se desempeña como directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires.

   Agrega que “el femicidio no se trata solamente de señalar un asesinato, sino de indicar que esa muerte ocurre en un sistema de opresión que pone a las mujeres en una situación de extrema vulnerabilidad”.

Maffía asegura que “no solo la mano que asesina es la responsable”, sino también un Estado que no procura una vida sin violencia para esa mujer y un sistema equitativo, “en el que es mas difícil que esos crímenes ocurran”.

También describe que las víctimas atravesaron una historia de violencia creciente.

“Los varones violentos o femicidas muchas veces dicen: `me quería dejar´. La idea de patrimonialidad sobre el cuerpo de las mujeres y de los hijos es tan fuerte, que si esa mujer quiere terminar con la relación encuentran argumentos como para matarla”.

De todas maneras, la autora de numerosas publicaciones sostiene que la violencia se manifiesta de muchas maneras.

“Desde amenazas, control del dinero o restricción de los vínculos, hasta hechos más graves como violencia psicológica, moral y física. Esas formas muchas veces no son vistas como violencia, porque hay una cultura que avala que un varón es dueño de una mujer, que hay una situación patrimonial sobre las mujeres”.

Destaca que existe una brecha económica cercana al 24% entre los salarios de hombres y mujeres por el mismo tipo de tareas.

“Me parece que estas cosas hacen que estemos en fragilidad económica y dependamos de varones violentos, por lo que separarnos de ellos implica no tener sustentación o que nuestros hijos no la tengan”.

También sostiene que a las mujeres no hay que proporcionarles solamente “un grupo de autoayuda, sino que se debe pensar en políticas de construcción de autonomía para ellas, como capacitación laboral, subsidios y vivienda”.

Maffía describió también la existencia de la violencia laboral, institucional y obstétrica, entre otras.

En la calle

Si bien la filósofa explicó que desde el retorno de la democracia se manifiestan todos los 8 de marzo en la plaza del Congreso, admitió que en los últimos años la presencia en las calles es masiva.

Consideró que la marcha de “Ni Una Menos” en 2015 fue una muestra del hartazgo que produjo la violencia y crueldad de los femicidios, fundamentalmente en perjuicio de adolescentes.

“Ese horror colectivo fue el que nos impulsó a las calles. Ese año, a través de redes sociales y algunas periodistas que impulsaron a que esto fuera una acción más colectiva, tomó dimensión internacional”.

Sostuvo que lo mismo sucedió el año pasado, a partir del homicidio de Lucía Pérez en Mar del Plata.

Finalmente sostuvo que “los varones acompañan las marchas, pero renunciar a sus privilegios es un paso más difícil de dar, y es algo que tendrán que reflexionar entre sí. Las mujeres hicimos nuestros grupos de reflexión sobre la construcción de lo femenino. Si hay una vocación de terminar con la violencia sobre las mujeres hay que trabajar en la masculinidad. Hay un sistema de opresión que si también no lo deshacen los varones no lo resolvemos”.

Presencia y participación

 Lugar. “Legalmente hay un impacto de los derechos humanos y también a partir de la Ley de Cupo (sancionada en 1991), que ubicó a mujeres en las bancas y significó que las legislaturas comenzaron a ocuparse como cuestión de política pública de situaciones que afectaban especialmente a las mujeres”, sostuvo Maffía.

 Logros. Agregó que “todas las leyes que impactan al cuerpo de las mujeres fueron creadas en los últimos 25 años, es decir, desde la vigencia del cupo. Son relevantes para la vida de las mujeres”.

Modelo. “La idea del cupo es poder tener modelos de identificación. Por un lado mostrar la capacidad de gestión que podemos tener las mujeres (la misma de los varones) y, por otro, ser modelos para mujeres que puedan aspirar a llegar a determinados lugares en los que antes no estaban representadas”.

No retroceder. Consideró finalmente que “lo importante es que esas acciones de mujeres no cesen cuando éstas se vayan, sino que se institucionalicen. Es muy fácil retroceder los derechos ganados cuando ciertas personas que encarnan esas luchas ya no están, entonces es como si nunca se hubiera hablado del tema”.

Filosof*s Demasiado Human*s

Hace unos días participé del programa Demasiado Humano y fui entrevistada en la sección Filósofxs X Filósofxs, con Dario Sztajnzrajber, por FM Rock

La entrevista se puede escuchar en:
https://www.ivoox.com/demasiado-humano-seccion-filosofasxfilosofas-audios-mp3_rf_17414806_1.html