¡Chau Flor!

*Por Elsa Ramos, asesora en Cultura

flor

Florentina movía sus piernas flacas y negritas, sentada en la pequeña pared medianera, mientras comía uvas color violeta en las siestas pueblerinas de aquel año en el que tomó la gran decisión de su vida.

Con sus 6 añitos a cuestas y el mote de “alfiler de sombrero” (finito y con cabecita negra), ya había sufrido la primera discriminación.

Soñaba con ser bailarina y quiso que la anotaran en las clases de danza municipal, pero no se lo aconsejaron a su mamá porque Florentina era…”negrita y medio india” y en el ballet no había futuro para ella, para qué hacerla sufrir.

Vinieron días de lavarse la cara con leche, comer uvas violetas para lograr ese color de ojos y sobre todo rezar para que Diosito mientras dormía la “volviera” rubia.

Pasó el verano y nada de eso sucedió.

“El día que empecé la primaria me paré frente al espejo y dije:  esta negrita, fea, flaquita y medio india va a ser la mejor en el estudio y siempre llevaré la bandera argentina porque voy a ser la mejor. Ya van a ver”.

Y vimos.

¡Chau Flor!

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