un nuevo modelo de consideración de daños en el consumo de drogas
Hoy publicamos el cuarto y último informe de 2010 de la Unidad de Seguimiento de Políticas Públicas en Adicciones. Entre las distintas informaciones del mismo, se destaca la traducción y resumen analítico de un estudio de Nutt, King y Phillips, bajo el título Drug harms in the UK a multicriteria decision análisis” (Daños de las drogas en el Reino Unido, un análisis de decisión multicriterio), publicado en octubre por la prestigiosa revista científica The Lancet.
La diferencia de estos estudios con otros que abordan la misma temática radica en que el criterio que se utiliza para medir el daño que una droga causa al consumidor y a la sociedad que lo rodea es, generalmente, determinado por una formulación política global antes que por una contrastación empírica puntual de los hechos. Así, el alcohol, que es responsable directo e indirecto de una enorme cantidad de muertes anuales, no es percibido como a una droga peligrosa, en tanto que la marihuana o la cocaína -que no causan ni la mitad de mortandad que el alcohol-, son percibidas como sustancias muchísimo mas dañinas y las legislaciones son muchísimo mas restrictivas. Nuestro país participa de esa arbitraria visión.
En nuestro país, el estudio tuvo escasa repercusión en los medios, y no ha generado el mismo debate que en Europa. Otro tanto ocurre con los medios de información, que generalmente prefieren la alarma antes que la difusión de opiniones o trabajos contrarios a la habitual visión apocalíptica.
La Argentina mantiene una política pública de drogas enmarcada dentro del concepto de seguridad y no de salud. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la desproporción entre los fondos utilizados para la adquisición de armamento y la sub-ejecución presupuestaria en el área de salud, tanto en atención como en prevención, grafican claramente la posición que el gobierno de Mauricio Macri tiene frente a estas cuestiones.
No sólo eso. Sino que tampoco se habla de los intereses detrás de la criminalización de ciertas sustancias, y no otras.
Podría preguntarse, por ejemplo, ¿Cómo es que después de décadas de carreras armanetistas basadas en la supuesta guerra a la droga, los guardianes de la civilización occidental y cristiana siguen sin poder trabar el narcotráfico?
Y la respuesta debe ser porque a los cristianos civilizados les conviene, de alguna manera.