autorceleste moretti fecha4 Nov 2010 categoriaactualidad, democracia comentariosDejá tu comentario

«Pobre el Pueblo…» Sesión de homenaje a Néstor Kirchner

La muerte de Néstor Kirchner me encontró a mucha distancia de mi país y, como muchas personas, tuve una intensa reacción emocional. Contra mi temperamento habitual, no fue una reflexión lo primero que me suscitó la noticia, sino una emoción. Cierta necesidad de compartir con «mi gente» ese momento, lo cual no fue posible. La mediación de los diversos canales de comunicación y los relatos no cubrían en absoluto esa necesidad, y entiendo muy bien por qué la gente salió a la calle a juntarse en una muchedumbre que les certificara su pertenencia a ese sentimiento colectivo.

Comienzo relatando esto porque siendo yo opositora explícita al gobierno de Néstor Kirchner, y muy crítica de muchas de las palabras y acciones de Cristina Kirchner, esa reacción no era esperable ni siquiera para mí misma. Y lo relato también por una convicción ética sobre el valor de la palabra, porque comparto aquello que decía Bertolt Brecht poniéndolo en boca de Galileo Galilei: «El que desconoce una verdad es sólo un tonto, pero el que la conoce y dice que es mentira es un criminal».

Es fácil estar a favor de la verdad, lo verdaderamente difícil es reconocerla, saber dónde se encuentra. ¿Cuál es la verdad sobre el motivo que me disparó un duelo, una congoja al enterarme de la muerte de Néstor Kirchner? Busco una verdad que no sea trivial, que no sea la de un humanismo difuso en el que cualquier muerte puede conmovernos. Busco entre las muchas maneras de describir a una persona, cuál fue la que merece esta reflexión.

Creo que lo que lamenté como abruptamente roto, como quebrado antes de tiempo, es el vínculo que Néstor Kirchner había establecido con un segmento muy específico del pueblo: con lxs jóvenes, muchxs de lxs cuales por primera vez sintieron, a partir de su Presidencia y su liderazgo, un incentivo para la participación política. Luego de la crisis de 2001, y de la tremenda traición a las ilusiones que fue el gobierno de la Alianza, llegué a pensar que no vería por décadas a jóvenes entusiasmados con la política. Sin embargo, entre las muchas cosas que puedo reconocerle al primer período del kirchnerismo está ese haber puesto de pie el sentido de la praxis política como motor del cambio social.

Reconozco aciertos como el establecimiento de mecanismos para reconstruir la confianza en la justicia a través de una corte independiente. Reconozco la persistencia en una política reivindicatoria de los derechos humanos. Reconozco (aunque no está entre las políticas que el propio kirchnerismo exhibe como propias) la jerarquización y democratización del sistema científico-tecnológico.

Para alcanzar esos logros, y por una cuestión que es difícil saber si fue de temperamento o de estrategia, Néstor Kirchner arrasó junto a las barreras que debía sortear, con muchas de las prácticas democráticas que defiendo y trato de cultivar, y que se resumen en los principios del partido político al que adhiero: ética pública, diálogo abierto, genuina distribución del ingreso y la palabra, respeto por las formas republicanas.

¿Habría podido hacer los cambios de otra manera? Responderlo es política ficción, es lo que se llama en lógica un «condicional contrafáctico». Hoy Néstor Kirchner no está y quienes nos sentimos comprometidos con algunas de esas medidas, aunque tengamos diferencias en los métodos, tendremos que poner nuestros propios esfuerzos en sostenerlas.

Es importante no minimizar la grandeza que estriba en la libertad humana, en la capacidad de elegir ante los desafíos intensos de la historia si torcemos nuestros destinos personales. Pero es que la clave reside no sólo en la voluntad de ser alguien distinto, sino en algo que no podemos manejar, que son las circunstancias históricas adecuadas y el azar de los encuentros.

Indudablemente, Kirchner ejerció un liderazgo, y lo hizo a su modo. No comparto ese modo, pero sería desleal no reconocerlo. Al ejercerlo despertó esperanzas, intereses por la política que parecían imposibles, un activismo entusiasta que pone de pie banderas que parecían caídas. Es el desconcierto de toda esa escena el que me produjo un sentimiento profundo de duelo, el riesgo de que junto con el intenso personalismo de su liderazgo no fuera posible para sus seguidorxs continuar sosteniendo una acción colectiva que no fuera devorada por la avidez salvaje de muchxs dirigentxs de la propia fuerza por él fundada. Y mucho más devorada por lxs aliadxs que por lxs adversarixs.

Felicito al vicepresidente 1º de esta Legislatura por esta sesión de homenaje. Siendo él un claro oficialista en la ciudad, creo que es un gesto de lealtad a las mejores formas de hacer política ofrecer este espacio. Todavía es muy pronto, sin embargo, para una reflexión madura. No intento con estas breves palabras destacar una figura individual; apenas espero destacar la potencia popular a la que dio lugar, y ubico mi duelo en el riesgo de diluir esa potencia.

Veo una enorme desesperación por hacer de un dirigente, que asumió un papel en un momento crucial de nuestra historia, rápidamente un héroe. Y quiero concluir con la profunda reflexión de Bertolt Brecht sobre las debilidades de lo humano: «Pobre del pueblo que no tiene héroes», le dicen a Galileo; y Galileo-Brecht responde «Pobre del pueblo que necesita héroes».

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Comentarios

  1. David

    Diana: Que emocionantes reflexiones, sos una grande de verdad. Saludos David Grunberg

  2. Patricia

    Diana: simplemente felicitaciones por su reflexión. Desde la desaparición física del ex Presidente, ésta ha sido una de las comunicaciones más sinceras y pensantes que he leido. A pesar de que ideológicamente apoyo el modelo iniciado por el Gobierno Kirchnerista y que muchas veces estoy de acuerdo con ciertas acciones fuertemente cuestionadas por la oposición- principalmente por su partido- siempre he sentido un gran placer al leer sus interesantes pensamientos. Tuve el plecer de conocerla hace un par de años en la ciudad de La Rioja, y desde ahí que la sigo.
    Nuevamente, mis humildes felicitaciones por su excelente exposición.
    Patricia Bracco

  3. tere

    Excelente reflexion Diana!

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