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Paridad

Poder femenino, emojis y tutela parental de femicida

«Anverso y reverso del poder: En Espectáculos del sábado 3 hay dos modelos de éxito» femenino. La tapa destinada a la protagonista de House of Cards destaca que ella será la primera mujer presidenta del país más poderoso del mundo. Titulan la nota: «Una dama en el trono sangriento». El trono construido con espadas nos remite a monarquía y poder individual al que solo se accede a través de la violencia. El detrás de escena de esta decisión es que el actor principal que ocupaba el «trono sangriento» era Kevin Spacey, acusado de abuso sexual por un joven actor y por otras denuncias. Así las cosas, era tanto el costo de identificar como presidente a un abusador que decidieron poner al personaje de su mujer en la presidencia».

Esta es parte de mi columna dominical del pasado 11 de noviembre como Defensora de Género de PERFIL. (Fuente www.perfil.com)

Pueden leer la columna completa acá

 

De la agenda pública a las políticas públicas

Este viernes 16 de noviembre estaré en Tierra del Fuego. Gracias Fabiana Ríos y La Ría Feminista por la invitación.

“Lo personal es político”, entrevista en Diario Femenino

Comparto con ustedes esta entrevista publicada en Diario Femenino el pasado 30 de abril.

“Lo personal es político”, una entrevista a Diana Maffía

Diana Maffía, filósofa feminista, directora del posgrado de Género y Derecho de la Facultad de Derecho de la UBA y directora del Observatorio de Género en la Justicia disertó en la Cámara de Diputados de la Provincia de La Pampa acerca del slogan, “Lo personal es político”, junto a Silvina Molina.

Durante su paso por La Pampa, Maffía dialogó con Lisandro Moreno y Laura Mercado en el programa “Despertando a la Trama”, que se emite por Radio La Tosca, sobre la charla pública “Lo Personal es Político: Sexo, Género y Feminismo”.

Lo personal es político

Este slogan tuvo su aparición en el feminismo a fines de los años 60 y durante los 70. Maffía explicó que esto apuntaba a “modificar la visión desde el feminismo sobre las cuestiones que significaban violaciones de derechos hacia las mujeres. Pensarlas como cuestiones colectivas, como experiencias colectivas y tratar de sacar de eso una conclusión acerca de las responsabilidades del Estado en, por ejemplo, garantizar a las mujeres una vida libre de violencia”.

Sin embargo, a pesar del paso de los años, es importante pensarlo en la actualidad debido a que “esas experiencias que aparecen como individuales, como interpersonales, íntimas, están atravesadas por situaciones de poder, de jerarquías y de estructuras sociales que hacen que las mujeres seamos más vulnerables y nuestros derechos sean más fácilmente olvidados. No hay más que ver cuánto tardamos, casi un siglo, en discutir la despenalización del aborto”.

En la actualidad, Maffía reconoció que hubo muchos avances en la conciencia colectiva. Esto no ha ocurrido solo en las mujeres, sino que para la filosofa feminista también en lo que significa “la responsabilidad frente a los derechos humanos de toda la sociedad, no solamente de aquellos que van a ser afectados en sus derechos”. A su vez, destacó el cambio generacional y sus impactos al afirmar que “las mujeres jóvenes tienen un activismo y un modo de participación realmente muy sorprendente de la utilización performativa de los cuerpos, de pensar el espacio público como un espacio de manifestación”.

Por otra parte, no fue ajeno a su reflexión el rol que juegan los medios de comunicación. El feminismo se instala a pasos agigantados en diversos programas muy populares y para Maffía esto resulta positivo debido a que todo espacio en donde haya posibilidades de debatir ideas debe considerarse valioso.

Sin embargo, alertó acerca de algunos riesgos y manifestó que “hay, a veces, una tentación siempre en los medios de comunicación de presentar siempre la pantalla partida, ¿no?. Buscar a alguien a favor y a alguien en contra y presentar simplemente esas dos versiones como versiones cerradas y no favorecer un diálogo crítico, constructivo, acuerdos, consensos… Eso lleva tiempo. Yo he sido legisladora y lograr esos consensos siempre exige una negociación y un trabajo de todas las partes. Entonces si arrancamos con este tipo de versión tan dualista y tan antagónica, los caminos son más difíciles”.

De todas maneras, Maffía consideró interesante la idea de presentar en los medios de comunicación “esta construcción de diálogo no violenta, de consensos, de presentar argumentos que fundamenten las acciones colectivas… Bueno, de a poco estas cosas se van logrando. Igual creo que el debate en los medios es fundamental. Es para mucha gente el modo de acceder a contenidos y a personas que si no quizás no podrían escuchar”.

Otro debate interesante surgió luego de que actrices expresaran “yo no soy feminista, tengo hijos varones”. Ante esto, Maffía expresó que “parte del problema es el prejuicio con las palabras. El estigma. Como además el feminismo es muy diverso, hay muchas manifestaciones y expresiones, incluso propuestas políticas distintas desde muchos feminismos. Hay feminismos más ligados a rescatar roles tradicionales femeninos, otros feminismos que van a discutir incluso las dicotomías de los cuerpos, hay un abanico de feminismos muy diversos. Me parece que una posición respetuosa empieza por definir qué es el feminismo. De manera de no generar ese prejuicio o no pensar como se suele pensar que son posiciones hostiles con los varones, o que quienes somos feministas somos quienes no tenemos pareja o no tenemos hijos, porque la verdad es que eso es falso, sencillamente”.

Género/Géneros

“Lo Personal es Político: Sexo, Género y Feminismo” es el título seleccionado por Diana Maffía y Silvina Molina para poner en debate las palabras. Una de ella es “Género”. “En realidad, la palabra debería ser mencionada en plural por supuesto. La palabra está tomada de un artículo que vamos a comentar en la reunión que tenía que ver con la palabra género en singular y cómo eso afectaba al sujeto del feminismo. ¿El sujeto del feminismo son sólo las mujeres? ¿Qué mujeres? ¿Quiénes se autodefinen como mujeres? ¿Las mujeres biológicas? ¿Las mujeres cis? Las mujeres trans, ¿se incluyen dentro del feminismo? ¿El feminismo puede ser llevado adelante como objetivo político por varones? ¿Pueden los varones ir a las marchas? Todas estas preguntas han quedado flotando en estos últimos dos o tres años, y lo que pensamos con Silvina fue precisamente abordar esto que es un tema de conflicto dentro del feminismo. Hay dos o tres temas que son de conflicto, y éste es uno”, expresó la filosofa.

Con respecto a la construcción de nuevas masculinidades, Maffía destacó que “eso se está haciendo sobre todo por parte de varones jóvenes. La idea de ideales de masculinidad con los que ellos mismos no se sienten representados y, digamos, virtudes masculinas con las que no se quieren ver asociados. Pretendidas virtudes que tienen que ver con el poder del más fuerte, con la competencia, con el individualismo, con la violencia muchas veces como factor de resolución de conflictos, con la relación jerárquica con las mujeres. Bueno, hay muchos varones que no se sienten identificados con este tipo de estereotipos y discuten entonces de qué manera se construyen las masculinidades, cuál es la educación emocional que los varones tienen y qué implica eso en relación con, por ejemplo, el consumo de prostitución o la violencia hacia las mujeres”.

En ese sentido, resaltó que se trata de un trabajo que el feminismo colaboró con generar porque, así como las mujeres tuvieron esa etapa de grupos de concienciación donde lo personal se exponía públicamente para discutirlo, los varones tienen que hacer lo mismo. De todas maneras, para Maffía esto tienen que hacerlo los varones entre ellos. “Corresponde que sean los varones los que hablen de si van a renunciar o no a sus privilegios. Porque la masculinidad tiene privilegios también. Y esos privilegios construyen relaciones de poder. Y hay muchos varones, sobre todo en los partidos políticos, que se quieren sacar una foto con un cartelito, con un hashtag que diga ‘ni una menos’ pero no cederían su lugar en la lista si tiene que entrar una mujer por la paridad. Vamos a ver en los próximos meses cuando tengan que armarse las listas si esto se debate. Entonces, pueden ser solidarios, progresistas, pero las cuestiones de poder se dirimen entre varones. Y eso es resto de un modo jerárquico de las relaciones de género que cuesta mucho deconstruir”, concluyó.

Entrevista Infobae: Varones y personas trans también pueden ser feministas

Comparto con ustedes esta entrevista recientemente publicada en Infobae.

Diana Maffía: «Varones y personas trans también pueden ser feministas»

La doctora en Filosofía y Directora del Observatorio de Género en la Justicia, reflexionó en Infobae sobre la condición de ser feminista y sobre la sororidad, el concepto que busca barrer con la opresión de género

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«Yo no soy feminista», dijo Araceli González hace unas pocas semanas, alertada porque alguien del panel del programa de televisión en el que estaba hablando la había asociado a esa condición. Aunque luego su intento de desmarcarse del mote de «feminista» fue desafortunado en la materia («Las respeto muchísimo, pero tengo un hijo varón precioso y un marido hermoso y respeto mucho a los hombres también», destacó de inmediato), lo cierto es que aquella primera frase, su defensa ante un supuesto insulto, sirvió para que en las redes sociales, por ejemplo, fuera defenestrada y respaldada por doquier. Y también, por fortuna, para que se continúe pensando, debatiendo y defendiendo el feminismo.

«No todas las mujeres son feministas; no es una cuestión hormonal sino política. Por lo tanto, ni todas las mujeres son feministas, ni solo las mujeres son feministas. Varones, personas trans también pueden ser feministas», asegura la especialista Diana Maffía, directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires. Para ella, en la defensa que ciertas mujeres hacen de la desigualdad de género propia del sistema patriarcal imperante, se esconde la verdadera tragedia: «Que nosotras en nuestra vida cotidiana reproduzcamos las condiciones de desigualdad en lugar de producir condiciones o ser solidarias con la producción de condiciones más igualitarias, es trágico».

Porque para Maffía -doctora en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, docente de la UBA, autora de numerosas publicaciones e investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA- la clave del cambio reside allí, en esa solidaridad necesaria, imprescindible, para que el patriarcado comience a crujir desde sus mismas bases. Esa solidaridad tiene un nombre que juega con sus mismas letras: Sororidad. «Es un pacto con las otras, implica ver a las otras como sujetos de cuidado, orientarnos éticamente hacia protegernos unas a otras», dice Maffía, y agrega: «Desde allí, podemos pensar una pluralidad solidaria que pueda consolidarnos como un sujeto político.»

-¿Qué significa la «Sororidad»? ¿Cómo nace el término y cuáles son sus alcances?

«Sororidad» es una modificación sobre el lenguaje, que viene a cambiar una palabra tradicional en la filosofía política: «Fraternidad». Esta a su vez tiene su raíz en latín, se refería a la igualdad de los «frates», de los hermanos varones. Desde ya, no incluía a las mujeres. Cuando la «Fraternidad» se transforma en un principio de la Revolución Francesa, en el origen del estado moderno, expulsaba a las mujeres. Las mujeres no estábamos incluidas en el Contrato Social. Entonces, desde el feminismo se piensa cómo sería una solidaridad que no fuera de «frates». La contraparte de la palabra «frates» es «sores» (Sor, hermana mujer) ¿Cómo sería una «Sororidad», una hermandad de mujeres? Y allí aparece este concepto, muy interesante desde el punto de vista práctico porque implica un pacto con las otras, implica ver a las otras como sujetos de cuidado, orientarnos éticamente hacia la protección de unas a otras, formando esa hermandad de mujeres. Incluirnos nosotras en un colectivo que el «nosotros» de la política, o el «todos» de la política, no incluía. «Sororidad»: pensar en nosotras una pluralidad solidaria que pueda consolidarse como un sujeto político.

-¿Todas las mujeres somos feministas?

Desafortunadamente no. Porque no es una cuestión hormonal el feminismo, es una cuestión política. El feminismo, creo yo, es una combinación de tres convicciones. Una, descriptiva: constatar que en todas las sociedades las mujeres estamos peor que los varones. El análisis de cualquier indicador social (trabajo, salud, educación etc.) arroja sistemáticamente esto: las mujeres todavía estamos en condiciones de desigualdad. La segunda es considerar que está mal que sea así. Y en tercer lugar, algo que creo yo que es lo que finalmente define el feminismo: hacer lo posible, como un compromiso práctico en nuestra vida cotidiana, para no reproducir esa desigualdad, y si es posible, para revertirla. Si alguien cree que las mujeres estamos peor, cree que eso es injusto, y está dispuesto a no reproducir esa injusticia en su vida cotidiana, y si es posible revertirla, yo diría que es feminista. Y esto no tiene que ver con los cuerpos sexuados, tiene que ver con las convicciones políticas de las personas. Entonces, a la pregunta de si todas las mujeres son feministas, yo diría que lamentablemente no. Y el «lamentablemente» tiene que ver con que las mujeres reproducimos las propias condiciones de desigualdad, y eso es trágico. Que nosotras en nuestra vida cotidiana reproduzcamos las condiciones de desigualdad en lugar de producir condiciones, o ser solidarias con la producción de condiciones más igualitarias.

-Desde hace unas semanas circulan declaraciones en distintos medios de comunicación de algunas mujeres que dicen «Yo no soy feminista», o que de distintas maneras expresan o reflejan lo impregnado que aún tenemos la cultura patriarcal. ¿Cómo hacemos para no excluir a aquellas mujeres sino traerlas, incluirlas?

Lo primero que debemos tener en claro es que el patriarcado, como sistema de poder, no se maneja solamente con castigos. Es decir, hay un efecto del patriarcado que es la violencia patriarcal o violencia machista. Ahora, el patriarcado también se maneja con premios. ¿Qué nos da el patriarcado como premio, para que admitamos el lugar en que nos ha puesto, el lugar de lo privado, el lugar de lo doméstico, el ser objeto de deseo de los varones y satisfacer ese deseo? Nos dice que hay roles maravillosos para las mujeres: ser madre, ser esposa, realizarte en lo íntimo o excepcionalmente algunas mujeres en lo público, que han logrado tener un gran desarrollo pero sin impactar en las relaciones de poder real asumido por los varones. Esas mujeres suelen ser tomadas como ejemplo por el patriarcado y son premiadas, siempre y cuando no generen conflictos en el sistema patriarcal.
Por ejemplo, yo hice una vez un estudio sobre mujeres científicas. Muchas de ellas que ya estaban en lugares destacados, eran investigadoras superiores del Conicet, el máximo lugar posible: el 75% eran solteras. Es decir, su carrera había sido desarrollada con mucho esfuerzo personal, pero decían que su costo había sido que no le habían podido dedicar tiempo a construir una familia, una pareja, tener hijos. Eso habría distraído la construcción de ese éxito. Es una situación compleja, que me parece que explica por qué muchas mujeres no van a decir «Soy feminista»: porque creen que hay hacer un esfuerzo individual, y que ese esfuerzo puede ser premiado, y que el ejemplo son ellas mismas. Creo entonces que la aspiración del feminismo debe ser representarnos a todas las mujeres, pero ese «todas» no puede ser abstracto y uniforme. Las mujeres expresamos aspiraciones muy diversas. Y tendríamos que tener permanentemente un diálogo sin descalificar a la otra persona. Un diálogo crítico, sin que esto signifique expulsar a alguien de un colectivo que se está construyendo.

-¿Cómo entendés vos esta, si se quiere, novedad de que se esté hablando de feminismo en programas muy populares de la televisión?

Yo estoy a favor de que las personas que somos feministas vayamos a hablar de feminismo a todos los lugares que podamos. Porque hay prejuicios contra el feminismo. Por ejemplo, que por ser feminista estamos en contra de la familia: yo estoy en contra de cierto tipo de relación de subordinación que implica lo familiar, y por supuesto estructuraré mis relaciones de manera diferente. Estoy en contra de que alguien esté obligada a la maternidad, y entonces mi maternidad es elegida y será vivida de manera diferente. Y desearía que toda mujer pueda elegirla, pero eso no quiere decir renunciar completamente a cierto tipo de planes de vida. Y más allá de los prejuicios, también es importante que haya voces permanentes con perspectiva de género en la televisión, en los paneles. Una cosa es invitar a alguien una hora, gratuitamente, a tu programa, y otra cosa es tener alguien que permanentemente va a poner su voz dentro un diálogo. Esta convicción un poquito más activa todavía no la veo. Por ahora somos rating, y es una cosa medio novedosa.

-Con respecto a las denuncias de abuso sexual en la justicia, ¿cuál es tu visión en la actualidad? ¿Por qué a veces no nos creen cuando denunciamos algo así?

En general, las situaciones de abuso, ciertos tipos de violencia, son situaciones que ocurren en la intimidad. Y en el caso particular del abuso sexual, o del acoso sexual laboral, en las mujeres, muchas veces el acoso ocurre de una manera paulatina que tardamos en decodificar. Cuando decidimos hacer una denuncia, lo que hay es un relato de una persona acerca de una experiencia personal. Ese relato, que es la acusación que la persona hace, debería ser tomado como prueba. Es muy común que les digan a las mujeres «¿Qué prueba tiene?». Yo, en general, cuando asesoro mujeres que están en estas situaciones les digo «No borres el mail, guárdalo, no borres tu Whatsapp, hacé una captura de pantalla del Facebook, si te dice algo tratá de que haya testigos». Es muy difícil sostener materialmente las denuncias de esta índole porque ocurren en privado y porque hay mucho temor, incluso de las mujeres al denunciar. Porque sus familias, sus parejas, la cultura imperante va a pensar que ella provocó algo y que luego no se quiso hacer cargo. Entonces, el modo en que en el lugar de trabajo y luego en la justicia se reciben estas denuncias es un modo muy estigmatizante para las mujeres, que son tratadas sistemáticamente como mentirosas. Culturalmente, es tremendo.

-¿Y existen pautas de sororidad frente a las denuncias por acoso, por ejemplo?

Sí, muchísimas. Diversos colectivos de mujeres salen a sostener a otra que denunció y que es descalificada públicamente. Se la acompaña, no solo a feministas: a una mujer cualquiera que se animó a decir que algo fue lesivo para su autonomía sexual o para su deseo, porque hay que tener claro que el hecho de que no haya llegado a ser una violación, no implica que no sea abuso.

-¿Y en el ambiente laboral?

En el trabajo dependerá. Porque el trabajo es un lugar muy complicado. Hay relaciones de poder de las que depende la supervivencia. La fragilidad en los tipos de contrato hace que muchas veces las mujeres no tengan la seguridad de poder acompañar eso, la certeza de que no serán castigadas. Y los sindicatos todavía tienen muchas dificultades para responder a este tipo de denuncias. Ni siquiera cumplen con su cupo sindical, hay pocas mujeres sindicalistas, y por lo tanto estas cuestiones de acoso sexual en el ámbito laboral en general quedan para comisiones de mujeres o comisiones de género con poca representatividad y poco poder. Sin embargo, los hay. Hay sindicatos que respaldan denuncias, no solo de abusos sino también de violencia laboral: muchas veces se apela a insultos que tienen que ver con el aspecto físico de las mujeres, con someterlas a situaciones, con negar la posibilidad de tener una situación de embarazo protegida y con todos los derechos que corresponde. Hay muchísimas maneras de maltrato, de violencia laboral, que van más allá que el acoso sexual.

-¿Cuál es tu postura sobre la prostitución?

Me parece que hay tres posiciones en relación con la prostitución. Una posición que es regulacionista, y dice a grandes rasgos que la prostitución es trabajo, y por lo tanto debe ser reglamentado, con las garantías de toda otra condición laboral». Otra posición es prohibicionista. Dice «No debe haber prostitución», y asegura que la prohibición bajaría la trata de personas. Yo creo que en general los métodos penales no son los que bajan un delito. Pero hay una tercera posición, la abolicionista, que no trata de prohibir la prostitución sencillamente porque no es un delito penal en nuestro país. Es decir, cada persona es libre de ejercer la prostitución porque no está violando ninguna ley. Sí reconoce que la prostitución es una situación de extrema vulnerabilidad, y que entonces el Estado debería dar garantías de tener alternativas de vida. Que no esté en prostitución ninguna persona que no quiera estarlo: capacitarla, darle trabajo, por ejemplo. Sí deben perseguirse todas aquellas maneras de explotar la prostitución. Porque una persona, en una situación vulnerable, puede ser explotada por un proxeneta, por alguien que va a obtener beneficios económicos a costa de su situación de prostitución. Y la trata de personas, como delito trasnacional, va a alimentar ese circuito que fuerza a mujeres que quizá no desearían estar en esa situación. Eso también debe ser combatido por el Estado. Y eso no está ocurriendo: el Estado persigue a las mujeres en prostitución, o a las travestis en prostitución, y no persigue el proxenetismo ni la explotación sexual. Y no ocurre, primero, porque hay corrupción: hay compromisos de fuerzas policiales, políticas y judiciales con la protección de la explotación sexual. Y segundo porque muchas veces eso produce un dinero que financia ciertas formas de hacer política. En lo personal, me defino abolicionista.

-¿Cómo te imaginás la lucha feminista de acá a cincuenta años?

Lo ideal sería pensar que la lucha feminista tuvo éxito, y que entonces hemos desarmado un sistema de poder que es complejo: es a la vez colonialista, capitalista y patriarcal. Es muy difícil pensar que dentro de cincuenta años se pueda haber desarmado tanto nudo. Pero me encantaría, sí, que pudiéramos tener la convicción de que ningún sistema de poder puede estar basado en la condición corporal de las personas. Que las condiciones de etnia, de sexo, de edad, las discapacidades, todas aparentemente naturales porque las portamos en los cuerpos, sean entendidas como lo que son: cargadas culturalmente, desvalorizadas, jerarquizadas negativamente. Y que eso no puede instalar una relación de poder, porque significa que las personas, simplemente por tener las corporalidades que tienen, estarán en condiciones de opresión. Que entendamos que, desde allí, no se puede fundar ningún tipo de sociedad democrática.

Fuente: https://www.infobae.com/sociedad/2018/02/19/diana-maffia-varones-y-personas-trans-tambien-pueden-ser-feministas/

Lanzamiento del Observatorio de Generos y Politicas Publicas

Les dejo esta invitación al acto de lanzamiento del Observatorio de Géneros y Políticas Públicas de la Ciudad que se llevará a cabo en Casa Brandon, Luis M. Drago 236, CABA, el jueves 2 de marzo de 2017 a las 18:30.

Participaré del acto junto a Victoria Freire, socióloga y coordinadora del Observatorio, María Pía López, socióloga, ensayista, investigadora y docente, y Elizabeth Gómez Alcorta, abogada, litigante en juicios de lesa humanidad y docente.

Afiche del Observatorio de Genero y Políticas Públicas