2008/05/18 Crítica – ¿Debemos decirles «las» o «los» travestis?

¿Qué son?
(Definición de diccionario)
TRAVESTI: Persona que, por inclinación natural o como parte de un espectáculo, se viste con ropas del sexo contrario.


“Yo las llamo las centauros”
(Fernando Peña)

Se dice “los travestis”, porque se trata de hombres que usan ropa de mujer. No reniegan de su pene. En realidad, Florencia de la V y los otros travestis que están en el espectáculo de Sofovich no son travestis sino putos pobres. El verdadero travesti no se pone tetas. Se trata de mentes equivocadas en cuerpos equivocados, que no cuentan con el suficiente dinero o coraje para operarse y hacer el cambio entero. Yo las llamo las centauros.

Cuestión de gustos
(María José Lubertino, presidenta del INADI)

No es necesariamente discriminatorio si se habla en masculino de las travestis. Muchas veces es falta de educación o ignorancia. Todos fuimos educados de diferente manera. Travesti es un termino que identifica a las personas de una identidad de género que no corresponde con su identidad biológica. Lo respetuoso sería referirse al género de elección de la persona. Si es una persona que se siente mujer pero su genitalidad es masculina es “la travesti” o “las travestis”. Pero también existen los casos de mujeres que se sienten hombres (o quieren ser identificadas como tal), en ese caso sería “el travesti” o “los travestis”.

Ellas
(Diana Maffia, legisladora porteña por la Coalición Cívica
e investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA)

Se refieren a ellas mismas como “las travestis”. Yo sistemáticamente me refiero en
femenino para con ellas. Con sorna o peyorativamente les suelen decir “los travestis”.
Eso es claramente discriminación. La gramática indica que se dice “los travestis”,
pero lo correcto me parece es que elijan su nombre propio. Yo presenté un proyecto
de ley para que sean nombrados en todo los ámbitos con el nombre que representa su
identidad. Es muy importante que en el colegio no se sientan incómodas para que no lo
abandonen y tengan como única opción laboral la prostitución.

Traviesas dudas de un boludo alegre
(Guillermo Alfieri, Jefe de redacción, Crítica de la Argentina)
Hace tres redacciones y 20 años que escucho y/o participo en este debate sin que nadie me convenza de modo rotundo. Creo que si una persona nació como Pedro o Roberto, pero decide llamarse Gladys, debemos citarla según su elección. Ahora, que en nombre de una elección personal, o de grupo, se altere el sentido común del lenguaje de todos me parece, por lo menos, discutible. Para algunos, el sentido común es demasiado común. Sin embargo, sigue siendo de lo mejorcito que tenemos para comunicarnos y (tratar de) entendernos. Coincido en que la utilización del lenguaje es cuestión delicada. Por eso mismo reclama mente abierta y respeto. Y no siento que se discuta con respeto cuando quien escribe –de buena fe – “los” travestis es arrinconado con tres únicas opciones: a) ignorante, b) boludo alegre sin ideología c) reaccionario. Tampoco hay discusión posible si alguien utiliza como argumento: “yo soy la víctima”. La discrepancia ubica automáticamente al otro en el campo del victimario. Y eso es, paradójicamente, una forma de autoritarismo. Preguntas bobas: Si un cuerpo de hombre que contiene una identidad femenina es “la” travesti, ¿ un cuerpo de mujer con identidad masculina es “el” travesti ? ¿Por qué un gay, que no se viste de mujer pero se siente mujer, no es “la” gay? Vivo en Flores, barrio de putas. Putas mujeres y putas travestis. Cada vez que un auto arrima a la vereda y pregunta precio, escucho: “Pero mirá que soy traviesa, ¿eh?”. ¿No es esa también una elección? Y si veo avisos en internet: la persona que promociona su “dotación 25×4” y la exhibe como carta de presentación, aún antes que su cara, ¿es “la” travesti? En nombre de la no discriminación se han cometido disparates con el lenguaje. Y si no, leanse los profundos y graciosos artículos de Arturo Pérez Reverte sobre como el feminismo militante se apropió de la palabra género, como si no existiera el género masculino. No se si “los”/”las” travestis conduce a lo mismo. Pero está bueno discutirlo. Aunque demande otros 20 años.

“Las” sólo si “él” es tu amiga
(Daniela Pinheiro, periodista brasileña de la revista Piaui. www.revistapiaui.com.br)

Un travesti era el colorista de mi abuela. Mi madre era clienta de un salón de belleza cuyo propietario estaba casado con un travesti. En los 80, la mujer mas bonita y deseada de Brasil era un travesti. Roberta Close posó desnuda para la tapa de Playboy después de su operación de cambio de sexo. La revista nunca vendió tanto. Crecí escuchando a mi abuela decir que “la Verónica” había exagerado en el color de la tintura. O a mi madre elogiando el estable casamiento del peluquero Juancito con “la fulana” (un hombre) de la que no recuerdo el nombre. Todo esto para decir que, de paso por Buenos Aires – charlando con amigos periodistas, me sorprendí con una discusión absolutamente extraña a mi realidad: cuándo se habla de travestis, ¿debemos decir “los” o “las”? Frente a los argumentos que escuche de algunos argentinos –por ejemplo, “si una persona te dice ‘Hola, soy Napoleón Bonaparte’, no vas a creer que es Napoleón Bonaparte! Es lo mismo que un barbudo te diga: “hola, me llamo Shirley” Es un hombre!!!”, me dijo alguien-, me puse a pensar sobre el (importantísimo, fundamental, esencial) tema. No tengo dudas: es “los”. Decimos “el travesti Andreia Albertino asegura que tuvo sexo con el jugador Ronaldo”. Pero mi madre y mi abuela, cuando se referían a los travestis que conocían, siempre usaban “las”. ¿Entonces? En el diccionario Houaiss, de la lengua portuguesa, la palabra travesti es un sustantivo de dos géneros. Debe ser una de las pocas. Esto quiere decir que se puede decir “la travesti” o “el travesti”. Eso en el diccionario. En la vida lo que cuenta son los códigos velados y las innumerables sutilezas lingüísticas. A saber: si el travesti es un desconocido o alguien que vemos por primera vez, lo normal es tratarlo en masculino. Algún periodista podría preguntar a Andreia Albertino: “Entonces, usted estaba borracho cuando Ronaldo se le acercó? Pero si la persona en cuestión es conocida o amiga del travesti, lo común es que se refiera a ella en femenino. “Después de la historia con Ronaldo, Andreia se hizo muy famosa”, diría algún familiar. Todo es cuestión de querer agradar. Y de cercanía. Intimidad, diría Ronaldo, es todo.

“Hay que respetar la identidad de género de la persona”
(Marcela Romero, dirigente de Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina).

Desde nuestra niñez la construcción que hacemos de nosotras mismas es femenina, apuntamos a una nueva identidad que tiene que ver con lo femenino. Lo que pedimos al ser mencionadas desde el género femenino es respeto a nuestra identidad de género. Los clientes nos tratan como las chicas o las travestis, ya que son personas que se reivindican como heterosexuales, la mayoría de ellos son heterosexuales. Nos nombran como mujeres porque es lógico, ellos quieren ser heterosexuales o bisexuales. En nuestra comunidad es muy difícil que un chico gay masculino quiera salir con una chica trans. En realidad, los únicos que nos nombran así son el periodismo y la prensa amarilla. Se usa mucho decir que fulano sale con un travesti, para desprestigiar a partir de que se dice que sale con un hombre. Lo que se tiene que respetar es la identidad de género de la persona. El varón trans va de mujer a hombre. La mujer trans es el varón que busca la identidad femenina. La palabra travesti ya en si misma es una palabra agresiva porque es casi un insulto.

No es lo mismo una transexual que un travesti
(Josefina Licitra, autora del libro Los Imprudentes. Historias de la adolescencia gay-lésbica en la Argentina).

Este no es un planteo moral. A esta altura es vox populi que, por afuera del binomio varón-mujer, existe todo un abanico de identidades sexuales legítimas entre las que están los gays, las lesbianas, las transexuales, los travestis, los cross dressers y probablemente varias otras categorías que desconozco. El problema es que estas identidades son, por definición, únicas. Y es justamente por esto que no es lo mismo una transexual que un travesti. Una transexual –en el caso de que sea genitalmente varón- tiene la sensación horrenda, asfixiante, de ser una mujer encerrada en un cuerpo masculino. La experiencia es tan definitiva que en algún momento de su vida la transexual se opera, se corta el pito –insisto: se corta el pito- en aras de transformarse en ese norte que tanto soñó. Un travesti, en cambio, en el mejor de los casos suma a su cuerpo un par de tetas. Pero no se desprende de nada. Y no digo que esté moralmente mal. Sólo digo que el travesti goza vistiéndose de mujer pero manteniendo sus genitales de origen, a tal punto que es común escucharlos decir frases como “los hombres nos prefieren porque lo tenemos todo: cuerpo de mujer y un buen paquete”. Frente a esos travestis, que recrean con sus cuerpos la engañosa fantasía del “todo-en-uno”, sólo me queda decir que no: que no se puede en la vida tener todo. Que las mujeres con pito no existen. Y que si alguna vez hubiera un consenso social y se decidiera que sí, que existen, lo apropiado entonces sería dejar de hablar de ellas como “las travestis” –una concesión demagógica- y llamarlas, directamente, mujeres.

“Decir ‘los’ o ‘las’ es profundamente ideológico”
(Osvaldo Bazán, editor de Cultura y autor de Historia de la homosexualidad en la Argentina)

Es imposible no escribir “los” o “las” sin hacerlo desde la ideología. En principio porque hay una batalla de las propias travestis para que sea “las”. Entonces, si hay víctimas y victimarios y está en discusión y usás el término de los victimarios, estás de su lado. Del lado del victimario. Porque cuando ponés “los” estás diciendo que es un varón disfrazado (una aclaración, efectivamente un travesti es un varón disfrazado, el tema es que acá no hablamos de travestis, hablamos de transgénero, pero decimos travestis porque sino estamos hilando muy fino y se perdería el eje. Pero sí, travesti es Miguel Torres del Sel cuando hace un sketch). Vamos a lo que se dio por entender como travesti.

Nació nene y siempre supo que no era nene. Toda su vida sintió que no era nene, aunque la anatomía decía que sí, porque tenía pito. ¿De verdad pensás que alguien es sólo lo que su anatomía dice? ¿Uno no es lo que piensa, lo que hace, lo que come, lo que quiere? Es muy antiguo eso, y ya se estudió y se comprobó otra cosa. Son los famosos estudios de género. Hay un sexo anatómico (hombre/mujer) y hay un género (femenino/masculino). Pero hay mucho más y hay mucha confusión también. ¿Por qué decimos que lo único que hay es hombres o mujeres? Por las enseñanzas de la naturaleza. Por el sentido común. Por la familia, la tradición y la propiedad de los cuerpos. Siempre fue tan sencillo: pito = hombre; chochi = mujer. Lo demás, silencio, no hay demás. No casualmente para la iglesia católica todo lo que no fuera sexo reproductivo fue “pecado nefando”, aquello de lo que no se puede hablar. Si no se puede hablar, no existe. La realidad siempre indicó otra cosa, pero la realidad no dicta normas. Las dicta el poder. La realidad indicaba, si pudiéramos haberla visto, que hay hombres que gustan de mujeres, mujeres que gustan de hombres, hombres que gustan de hombres, hay mujeres que gustan de mujeres, que hay hombres que gustan de hombres y mujeres y mujeres que gustan de hombres y mujeres. ¿Son enfermos? No, sólo están más lejos de las normas dadas por el poder y se lo hicimos pagar bien caro. ¿Cuánto tardaron los cronistas de Indias en reconocer que, como decía la ciencia, los indios eran seres humanos y tenían alma? Si como periodistas manejamos conceptos ya derribados por la ciencia, somos los cronistas de Indias diciendo “nació hombre porque tiene pito”. Es una obligación actualizarnos. Ser ignorantes por propia decisión no nos está permitido. O sí, pero nos hace peores periodistas. Si no somos capaces de entender un fenómeno que cambió al mismo tiempo que nosotros, somos malos profesionales. Hoy es insostenible pensar en el sentido común de los cronistas de Indias diciendo que los indios no tenían alma porque no creían en el Dios que ellos conocían.

Por eso decir “la” o “el” es ideológico. Todo esto se juega cuando ponés “la” o “el”. Por un día tratá de sentirte travesti, a merced del “sentido común” de los periodistas que en vez de hacer su trabajo -difundir las noticias, hacer que el mundo sepa qué es el mundo ponen “los” porque creen que ese es el sentido común. Vos que no tuviste el problema de haber nacido en un cuerpo que no representa tu sexo, al decir “los” les negás el derecho a quienes tienen ese problema a vivir mejor.
Así funciona. Hoy en Argentina una nenita de 11, 12 años que quiere ser mujer pese a su sexo anatómico es habitualmente echada de su casa. No hay ninguna red de contención. Sin padres, sin parientes, sin colegio, sin iglesia, sin Estado sólo le queda caer en la prostitución. Después quienes tuvimos la suerte de estar más cerca de la norma decimos que sólo sirven para prostituirse. Una de las grandes luchas de las travestis –uno de los grupos más indefensos de la sociedad, mueren jóvenes, muchas veces de manera violenta, sin nadie que alce una voz por ellas- es ser tratadas como mujeres. Porque eso está en su naturaleza. No es mucho lo que piden. Tienen razones para hacerlo. Por eso decir “los” o “las” es profundamente ideológico. No me tiren con el diccionario. Hasta hace poco una de las definiciones del diccionario de la RAE para “judío” era usurero. Esto es algo que está cambiando ahora. El idioma es político. No hay neutralidad. A quien quiera que le preguntes qué profesión tiene Florencia de la V. te va a decir “actriz” o “vedette”. ¿Por qué nadie dice “actor”? Porque ella consiguió lo que miles aún no. Que la respeten. Un poquito al menos. Un poquito. En al menos cuatro redacciones de medios importantes de la Argentina, muchos periodistas quieren escribir “las” y sus editores, indefectiblemente, basados en sus prejuicios y su ignorancia, les ponen “los”. En Crítica de la Argentina hay un debate y espero que al menos acá, ganen los buenos.

Lo que vale es la intención
(Juan Bonin, lingüista y becario del Conicet)
La discriminación no está en el uso de la lengua o en cómo se pone un artículo. Este fenómeno hay que remitirlo a la autopercepción de las personas. Ellas se perciben como “las travestis”. Muchos homofóbicos utilizan el artículo masculino en forma despectiva, pero el problema no es cómo se dice sino con qué intención.

Crítica digital

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