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febrero de 2013

Se hace de la excepción algo monstruoso…

Entrevista radial con La Retaguardia sobre el respeto a la identidad de género de las personas intersexuales, por Fernando Tebele y María Eugenia Otero.

Escuchar el audio de la entrevista

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Texto completo en http://www.laretaguardia.com.ar/2013/02/diana-maffia-sobre-la-intersexualidad.html

«Operar al bebé intersexual sería exponerlo a un trato cruel»

Consultada por Misiones Online en relación al o la bebé misionera con ambigüedad genital, que fue trasladada al hospital Garrahan para recibir alguna intervención quirúrgica, manifesté que «no es necesario por ahora operar a la criatura si no existe una enfermedad, ya que se la expone a un trato cruel, que hasta da lugar a una denuncia por torturas”. El bebé tiene un testículo interno, útero, vagina y un pene; “realizar el alineamiento orientado a determinado sexo, puede ser o no coincidente con la subjetividad de esa persona.».

Escuchar la entrevista completa en MP3

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Publicada en MisionesOnline.net  el 20 de febrero de 2013.

Las cuestiones de género se abren paso en la Justicia porteña

El próximo 12 de marzo será presentado oficialmente el Observatorio de Género en la Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un espacio de investigación y diagnóstico que propiciará iniciativas orientadas a promover la igualdad entre los géneros y el pleno respeto a la diversidad sexual en el sistema de Justicia porteño. La ex legisladora y actual directora del organismo, Diana Maffía, explica a BAE los principales detalles de este nuevo ámbito.

Desde hace tiempo las cuestiones de género tomaron especial relevancia en diferentes ámbitos, sobre todo en un ámbito que parecía ignorar esta área, como lo es la Justicia; en este contexto fue principalmente la Corte Suprema de la Nación el tribunal rector de ordenamiento judicial de todo el país.
Siguiendo la línea de acción que se viene marcando a nivel nacional, será presentado de forma oficial –con el impulso del presidente del Consejo de la Magistratura de la Ciudad, Juan Manuel Olmos– el Observatorio de Género en la Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, organismo que según su directora y ex legisladora porteña, Diana Maffía, nació “como un esfuerzo destinado a instituir en el ámbito judicial un espacio de investigación, diagnóstico e incidencia que propicie iniciativas orientadas a promover la igualdad entre los géneros y el pleno respeto a la diversidad sexual, tanto hacia el interior del sistema de Justicia como en lo referido a su relación con la comunidad en general”.

Asimismo, agregó que de este modo el nuevo órgano apunta también a lograr un efectivo acceso a la Justicia para la población que por diferentes situaciones podría llegar a verse impedida. “Sus funciones podrían sintetizarse de la siguiente manera: diseñar, ejecutar y evaluar estrategias dirigidas a visibilizar, prevenir, abordar y erradicar la discriminación basada en género en el Poder Judicial”, enfatizó.

Sobre la modalidad de trabajo, Maffia explicó que “es posible intervenir en espacios institucionales, a través de actividades de investigación, capacitación y articulación dirigidas a mejorar el acceso y goce de derechos por parte de distintos grupos sociales afectados por estas formas de discriminación y violencia”.

En lo que respecta a la situación particular del Poder Judicial porteño la funcionaria analizó que en cualquier sistema institucional “existen barreras de género, porque estos sistemas son parte de un más amplio orden de género que tiene lugar a nivel social, comunitario, familiar, entre otros”. “Los sistemas institucionales [y el derecho] tienen un rol privilegiado en la construcción y despliegue de ese orden, a la par que se ven influenciados por él”, opinó.
Así es que desde el observatorio, se pretende contar con información más certera acerca de cuáles son esas barreras específicas, en quiénes impactan mayoritariamente y sobre cómo actúan en el ámbito de la Ciudad. “Es pronto para aventurar respuestas, pero indagaciones preliminares –a tono con otros estudios y experiencias comparadas– indican que hay distintos ejes que merecen una atención particular; entre ellos: la existencia de estereotipos y prejuicios en la función de distintos/as operadores/as de la Justicia y el Derecho; de desigualdades de trato y de oportunidades hacia el interior del Poder Judicial; de dificultades para compatibilizar la vida familiar y laboral; de ambientes resistentes a la diversidad; de obstáculos de acceso a la justicia que impactan en ciertos grupos específicos; etcétera”.

En ese sentido, Maffia señaló que existe sobrada literatura que estudia cómo se desarrollan estas prácticas y el impacto que adquieren frente a mujeres y otros colectivos afectados por la discriminación de género. En esta línea de acción, la directora indica que “la idea es trazar un diagnóstico sobre sus manifestaciones concretas en el ámbito de la Justicia de la CABA y actuar luego sobre él”, al tiempo que precisó que desde el observatorio apuestan “a la investigación y al diagnóstico para saber dónde estamos parados; a la escucha de las necesidades de quiénes forman parte del sistema de justicia y de quiénes acceden [o no] a él; a la oferta de actividades de formación y capacitación en temas de género y no discriminación; a la difusión de información accesible sobre derechos; a la transversalización de enfoques género sensitivos en la Justicia; a la articulación de distintos actores institucionales; a la interacción entre colectivos de mujeres y de la diversidad sexual y sus servidores públicos, entre otros”.

Leonardo Scolpatti
Especial para BAE

Publicada en Infobae el 19/02/2013.

autorDiana Maffía fecha18 Feb 2013 categoriatodas comentariosDejá tu comentario

El rol de la mujer en la familia y en el trabajo doméstico

Entrevista en el programa El Diario del Domingo, con Luis Bremer por Canal 26, el día 10 de febrero de 2013

Ver entrevista completa en: El rol de la mujer en la familia y en el trabajo doméstico

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Escraches

“Escrache” es una palabra del lunfardo, que la agrupación H.I.J.O.S. tomó como propia para un modo de activismo directo contra los responsables de violaciones a los derechos humanos de la última dictadura. El objetivo fue a la vez de denuncia y de sanción social, en un momento político en que el gobierno de Carlos Menem indultó a quienes habían sido procesados por la justicia, dejando así impunes sus crímenes.

Bajo este modelo y en muchas otras circunstancias, el escrache tiene lugar cuando los mecanismos institucionales de defensa de la sociedad ante situaciones que la dañan no son efectivos o no existen. Y consiste en alertar a los vecinos de una presencia que nos pone en riesgo colectivo, y comunicar al propio escrachado que resulta indeseable para la comunidad.

El Diccionario del Habla de los Argentinos define el escrache como una «denuncia popular en contra de personas acusadas de violaciones a los derechos humanos o de corrupción, que se realiza mediante actos tales como sentadas, cánticos o pintadas, frente a su domicilio particular o en lugares públicos».(Diccionario del habla de los argentinos. Ed. Academia Argentina de Letras, Buenos Aires: Espasa Calpe, pag. 298)

El escrache como intervención social no es un acto espontáneo, por el contrario, su sentido es trabajado colectivamente y enunciado explícitamente. Y si es verdad que avanza sobre lo privado, lo hace denunciando la falta de respuesta de lo público. No se trata de meros insultos o abucheos, ni es una pura expresión de descontento, porque denuncia doblemente los motivos que causan su reacción y el hecho de que no hay canales institucionales para reclamar una intervención estatal que investigue y eventualmente sancione los hechos denunciados (sean estos del orden de las violaciones a los derechos humanos o del orden de la corrupción).

Dado que el Estado está obligado a ofrecer mecanismos efectivos de investigación y reclamo ciudadano, el escrache en su propia ruptura de la formalidad democrática denuncia las omisiones de las instituciones que deben encauzar el derecho de las personas a peticionar a las autoridades, su falta de acceso a la justicia, su ineficiencia y muchas veces su propia complicidad con el encubrimiento y la impunidad de las faltas.

Puesto que el gobierno dispone de todas las herramientas para llevar adelante sus objetivos, no es concebible un escrache de los funcionarios hacia los ciudadanos. La relación no es recíproca, y la ruptura de las reglas por parte del Estado deriva en una situación de anomia y abuso de poder. Vivimos desde hace tiempo muchos ejemplos de esta desmesura que van generando fisuras en el pacto no sólo entre gobernantes y gobernados, sino dentro del  mismo tejido social.

Hay entre nosotros una paulatina pérdida de valoración de lo institucional como algo que nos protege, con reglas que hacen previsibles las formas de funcionamiento de lo colectivo, para transformarse en un paraguas arbitrario que separa a quienes gozan de beneficios y a quienes quedan a la intemperie e incluso pueden ser perseguidos por esas mismas instituciones. Para colmo de males, estar bajo el paraguas o fuera de su alcance no es algo que las personas elijan, sino que son puestas allí por una policía ideológica que mide sus dichos, sus acciones y también sus silencios condescendientes. Y esta división ocurre no sólo en los ámbitos estrictamente políticos sino en los laborales, familiares, académicos, empresariales y culturales.

La reacción frustrada a esta falta de recursos para defenderse del abuso de poder está dando lugar a diversas formas de protesta. Algunas pacíficas, otras agresivas; algunas organizadas, otras espontáneas. Para decirlo sin eufemismos, los recientes insultos a Kicillof me parecen mal, muy mal, pero no son un escrache: ningún sentido colectivo surge de allí salvo la furia. El abuso de poder de los funcionarios me parece peligroso y antidemocrático, pero tampoco configura un escrache. El escrache es un modo de intervención colectivo, creativo y con un sentido político, frente a la falta de respuesta del Estado. Debería despertar en los gobernantes la preocupación por dar respuestas dentro del cauce institucional. Estamos en la penosa e inestable situación en que el autoritarismo, la demolición de los organismos de control, la falta de diálogo genuino por parte del gobierno (parapetado en la circunstancial mayoría electoral) y la celebración de los sistemas de exclusión ideológica por parte de sus acólitos, catalizan escenas de violencia y expresiones de odio que han roto el único vínculo que hace de un conjunto de personas un país: el amor social.